Baena - Cordoba

A pesar de que la gestora quiere un voto único, el PSC no cambiará su postura, por lo que amenaza la escisión. Mario Jiménez sugiere que los catalanes no deberían participar en el Comité Federal si ya lo tienen decidido. Las federaciones más críticas querían que fuesen los diputados andaluces quienes se abstuvieran.
JUAN M. MARQUÉS PERALES | ACTUALIZADO 16.10.2016 - 08:07
L grupo parlamentario socialista favorecerá el próximo fin de semana la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno. Se acabará así un período de incertidumbre que arrancó en diciembre de 2015 y ha durado 307 días. Incluso muchos de los antiguos pedristas, aquellos que con más ímpetu defienden hoy el no a Rajoy, son conscientes de que el PSOE no puede afrontar unas terceras elecciones: ni tienen candidato ni probablemente fondos con los que sobrevivir con un grupo que aún podría perder diez diputados respecto a los 85 actuales. Sería la ruina del PSOE en un doble sentido. Sin embargo, la escisión no está conjurada. Todo lo contrario. La amenaza de ruptura y, sobre todo, el descuelgue del PSC como partido hermano es hoy un riesgo real. Por eso, el modo en cómo el PSOE escenifique la abstención en el Congreso es esencial para la posterior terapia del partido.

Susana Díaz y el portavoz de la gestora, el onubense Mario Jiménez, rechazan una abstención parcial de once diputados, los necesarios para la investidura, mientras que algunas federaciones críticas, como la catalana e incluso la valenciana, han pretendido que fueran los andaluces quienes se distinguiesen, lo que supondría la señalización fatal de la presidenta andaluza como una colaboradora del PP. Ésa es la acusación que arrojan los pedristas a quienes, como Díaz, han defendido la abstención, aunque en ese sector socialista también se encuentran el asturiano y presidente de la gestora Javier Fernández, Ramón Jáuregui, Elena Valenciano, los dos ex presidentes del Gobierno y los presidentes de Extremadura, Aragón y Castilla-La Mancha.

Javier Fernández ha citado este martes a todos los diputados y senadores del PSOE en una reunión que tendrá lugar en la Cámara Alta. Se espera un encuentro difícil, donde se hablará de la abstención y de la necesidad de que todos adopten la decisión que indique el Comité Federal del próximo domingo. La abstención técnica está asegurada, pero hay algunos diputados que quieren saltarse la disciplina de voto: son los siete del PSC, la aragonesa Susana Sumelzo o el propio Pedro Sánchez. También dudan la independiente Margarita Robles, Patxi López y Odón Elorza. Lo que Javier Fernández trata de evitar durante estos días es que de los 85 diputados, unos 70 se abstengan y el resto vote que no. Eso sería una ruptura en toda regla, y un desafío al Comité Federal, a la propia dirección del partido.

La gestora ha conseguido en estos días algo muy importante: ha calado la disyuntiva de que hay que decidir entre otras elecciones o una abstención. No hay más. Eso facilita el debate, aunque hay muchas asambleas locales que se están manifestando en contra de la abstención. Las hay en Asturias, en Valencia y en Castilla-León. En Andalucía sólo se ha manifestado así la de Dos Hermanas, liderada por el alcalde de la localidad, Francisco Toscano, uno de los pocos críticos con Susana Díaz en esta comunidad. Sin embargo, los pedristas anuncian que van a surgir más oposición en otras localidades. Nadie sabe hasta dónde llega la división entre la militancia.

Porque en el PSOE vuelven a mezclarse dos tensiones: la urgente, inmediata, la investidura de Rajoy, y la del próximo Congreso Federal, que tendrá que elegir el nuevo secretario o secretaria general. Una buena parte del movimiento del no es una bandera de enganche para disputar el congreso a la oficialidad, aunque aún no se hayan revelado los competidores. Susana Díaz no ha decidido aún dar el salto a la política nacional y competir por ese Congreso Federal, pero su disposición siempre ha estado ahí. Todas las federaciones dan por hecho que ella sí competirá en esta ocasión. De la otra parte, el futuro de Pedro Sánchez es una incógnita. El ex secretario general se ha marchado unos días de vacaciones a Los Ángeles, y el hombre que se ha erigido en su portavoz, Miguel Ángel Revilla, el presidente cántabro, va proclamando por los platós que Sánchez se presentará a las primarias.

Antes de ese congreso, que vendrá precedido de unas primarias, se tendrá que solventar el asunto del PSC. Mario Jiménez ha abierto, por vez primera vez, la posibilidad de un descuelgue del PSC, al deslizar que si participan en el debate del comité federal, al que tienen derecho estatutariamente, deben asumir el resultado final. O al contrario: si no asumen la posición del PSOE de antemano, quizás sea mejor que no participen en los órganos de dirección.

El PSC es un partido distinto, que tiene un acuerdo de integración con el PSOE y que participa en sus órganos federales. Lo que vuelve a rumiarse entre algunos es una salida del PSC, aunque eso supondría dejar a los socialistas en una posición extraparlamentaria en la Cámara catalana. Sin el PSC, una posible federación catalana del PSOE no sería nada, pero algunos entienden que ahora tampoco aportan mucho: siete diputados a Madrid y la cuarta fuerza en Cataluña, seguidos de un buen problema de posicionamiento a cuenta de su postura territorial. Esto no es nuevo en el PSOE. Ya se había debatido cuando Pasqual Maragall desafió a la dirección y cuando Pere Navarro apoyó el derecho a decidir. Pero se concluyó que el PSC forma parte de la cultura del partido y que sus jóvenes líderes, aunque provenientes de familias emigradas, habían asumido posiciones catalanistas.
Una vez que se produzca la investidura, el PSOE se meterá en el debate de cuándo convocar el Congreso Federal. La gestora necesita tiempo para calmar al partido, pero los pedristas intentan que el cónclave sea antes de la próxima primavera. A los partidarios de Susana Díaz les conviene ganar tiempo para coser la organización.
CREO QUE ES UN BUEN ANÁLISIS DE LA SITUACIÓN. O QUIZÁS UNO MÁS. DE CUALQUIER MANERA, PARECE SERIO.