Torrenueva - Ciudad Real

Suárez, el presidente de la concordia

Hoy, a las 15:13 horas, la noticia del fallecimiento de Adolfo Suárez, nos ha sumido en una inmensa tristeza y desolación a todos los españoles. Llevaba bastantes años apartado de la política y de la vida pública debido al padecimiento de esa terrible enfermedad degenerativa, pero siguió estando en el recuerdo y afecto de todos los que vivimos ese periodo tan emocionante de la transición.

Los españoles tuvimos mucha suerte entonces, pues nos encontramos con un presidente de gobierno con un horizonte histórico apasionante. Fue un político de raza. Poseía lo que todo buen servidor del Estado debe poseer, virtud y prudencia, dotes que le propiciaron conducir de manera magistral el proceso de la transición democrática. Proceso que él mismo resumió como “rehacer un edificio, cambiándolo completamente, pero sin que los servicios mínimos dejaran de funcionar un solo día”. Pero, ese rehacer se hace difícil poderlo sintetizar en sólo unas líneas, puesto que resulta asombroso que después de una dilatada dictadura nos devolviese la libertad, reinstaurando el sistema democrático en España, no quedando nadie excluido en ese proceso. Todos los partidos políticos fueron legalizados, los exiliados podían retornar libremente, del mismo modo que todos los que habían formado parte del régimen anterior pudieron participar en el proceso democratizador.

Fue un hombre con visión de futuro, ardiente defensor del consenso, su intuición en las circunstancias difíciles, su juventud, su sabiduría, su habilidad como discurseador, su capacidad de convicción y de seducción, su espíritu integrador, permitieron asentar las bases del cimiento de ese edificio, que abrió paso al importante periodo que nos permitió a todos los españoles trabajar juntos en la consecución de la libertad y la concordia. No fue nada fácil, su trayecto no estuvo exento de tensiones, críticas, agresiones, ataques; sin embargo, en eso también demostró su altura, pues aceptó todas las críticas y jamás respondió con agravios personales, no albergó rencor en su vida y siempre estuvo dispuesto a dar y pedir perdón.

Hoy ha entrado en la historia, y lo ha hecho como los grandes de la historia, porque él era grande. Hoy España entera está de luto y llora su pérdida, hoy quiero expresar desde lo más hondo de mi corazón mi enorme gratitud y agradecimiento por el gran servicio que prestó a España y porque gracias a él, la concordia fue posible.
Un abrazo y hasta siempre, señor Presidente.
María Reyes Hellín Cruz