leyendas de la torre JORAY Torre de Juan Abad Las ruinas de la última torre, con solitario cuervo que ejerce de desabrido negro alcaide graznador, sirven de dormidero en los amaneceres eznavejorianos y en las noches de aguas guadaleneras enfaroladas de lunas llenas, a los dados a ensoñaciones y quimeras. Reculan a tiempos donde la maravilla de lo imposible sucedía con pasmosa cotidianidad y todo aquello que era nombrado cobraba vida. Empizorrado, el fabulista, adivina en el paisaje de la llanura iluminada (Eugenio Noel decía que la Mancha es como la palma de la mano de un viejo) que por estos territorios rompe mansamente en los primeros espolones rocosos de Sierra Morena, una oculta fuerza telúrica que serpentea por el subsuelo. Si se dibujan, con imaginado cartabón, líneas rectas sobre la geografía revelada y uniendo sus extremos, aparecerá la figura casi perfecta de un triángulo equilátero. Sus ángulos, teniendo el saliente a la espalda son: Torre de Juan Abad en el derecho norteño, Villamanrique, izquierdo, sureño y serrano; en la cúspide de su altura u oeste, el enriscado castillo de Montizón… y en la base equidistante en la distancia de las dos villas… los escasos y moribundos muros patrios de Joray, Eznavejor o Estrecho de las Torres, que por cualquiera de estos nombres es conocido tradicionalmente el lugar. Joray, la de los cinco mil feroces guerreros moros, fue epicentro donde lo misterioso y sobrenatural se manifestaba con demoledora potencia y que fueron génesis de muchos relatos contados a la luz de las llamas cocineras y candileras, en trasnochás invernales. Los ancianos hombres-memoria aún cuentan como cayó Joray en manos cristianas: “…los moros ocupaban los pizorros del Estrecho de las Torres. Pues, un día se juntan los muchachos del pueblo (torreños) con los muchachos de los moros pastando con el ganado y los muchachos moros les dicen a los otros muchachos que sus padres estaban en Alcaraz a suministrar y los muchachos torreños se lo cuentan a sus padres. Y entonces forman un grupo de guerrilla y se atrincheran en la hoya (de la Traición) y al regreso de Alcaraz les atacan y los derrotan, es cuando toma el nombre de la Hoya de la Traición. Después fueron perseguidos, los moros, y obligados a abandonar las posiciones que ocupaban. Al pedirles los cristianos que entregaran las posiciones, el cabecilla moro contestó que lo hacía de mal grado y de ahí nace el nombre de Pizarro Magrao…” Ayuntamiento de Torre de Juan Abad – Leyendas Populares, por Carlos Villar Esparza Libro "Con Once Orejas" 4 Famosas y celebradas fueron las apariciones de la Encantá del Estrecho. Se ha recogido en la tradición oral el recuerdo de la singular y antiquísima costumbre del madruguear de las gentes el día de san Juan, para llegarse a Eznavejor a contemplar con admiración la maravillosa belleza de la aparecida sanjuanera y su “…hermosísimo camisón de azul raso…” al tiempo que ésta ajena a los allí reunidos, peinaba lánguida y entre suspiros sus cabellos de soles, con el peine de oro. Las ancianas-memoria afirman que la hora de tal hechizo era el mediodía. Por el contrario las mozas villorreñas evitaban pasar tan señalado día, fuera con las claras, fuera con los oscuros, por el lugar, pues, decían y creían que la maldición que encadenaba a la Encantá, caería igualmente sobre ellas, y que no era otra que permanecer solteras de por vida mortal. (Existen diversas versiones sobre la moza encantada, todas ellas emplumadas con trágicas pasiones amorosas y desmedidas ambiciones por conseguir las riquezas del tesoro oculto que permanecía, y permanece, a buen recaudo en el desconocido túnel subterráneo, que según la tradición, une Joray con… Montizón. Dicen de la desdichada encantada, que fue la hija maldecida y repudiada del último “rey” moro de Joray, llamado Yusuf. 1213 fue el año de la maldición paterna por culpa de amoríos con un cristiano) Joray es rico en fantasmagorías y fenómenos inexplicables. En noches profundas, cuando las aguas del Guadalén duermen, afirman que se ven lucecitas volanderas que saltan de un Pizarro al otro vecino. Nadie sabe de tales diminutas luminarias saltonas. Algunos las tienen por ánimas benditas incandescentes. Los hay que deducen que son estantiguas. Otros columbran asuntos brujeriles. Hay numerosos testimonios recogidos que ratifican la presencia de lo mágico en Joray. “…cuando era niño en compañía de mi tía, íbamos con una galera de mulas en dirección al Estrecho de las Torres, cuando llegamos a la Cabezuela, una gavilla del cielo cayó ardiendo yendo a parar al camino, las mulas se pararon y yo y mi tía cogimos las riendas para obligarlas a que avanzarán, en ese momento la gavilla comenzó a arder con más fuerza, incrementándose el tamaño de las llamas, nos asustamos y volvimos a Villamanrique” Ayuntamiento de Torre de Juan Abad – Leyendas Populares, por Carlos Villar Esparza Libro "Con Once Orejas" 5 Amenazantes y extrañas gavillas, les tocan un algo a los populares alicornios hellineros que: “…les cerraban el paso o, incluso se aferraban a sus piernas. Entonces se decía que un espíritu se quería apoderar del alma del infortunado caminante” (Seres Sobrenaturales y Míticos en comunidades campesinas tradicionales: El Sureste Español. Jordán Montés, J.F.) Otro sucedido cuenta como: “…un tío mío que estaba novio en la Torre, cuando una noche regresaba con la bicicleta de ver a la novia, a la altura del estrecho se le cruzó un gorrinete. Él apeándose de la bicicleta salió detrás de él, adentrándose en el campo, cuando ya iba a alcanzarlo el gorrinete se transformo en una “cosa mala” y mi tío se asustó y salió huyendo” De presencias diabólicas es tenida la siguiente aventura: “…íbamos al campo y vimos venir a un hombre a caballo que, desde lejos, parecía tener buen aspecto, sin embargo cuando se acercaba vimos como sus trazas no eran como creíamos, sino que era viejo, feo, remendaote. Cuando nos cruzamos, y lo saludamos, el caballo del hombre empezó a dar trotecitos p’atrás, hasta que desapareció por donde había venido” Contados son ya los que recuerdan las agonías pasadas por un galán torreño al regreso de festejar a su novia torreñas. A la altura de Joray, en la misma revuelta del camino, fue derribado brutalmente de su montura. Mula y mozo escaparon despavoridos en dirección a la Torre. Nunca se supo ni se averiguó quién o quienes habían sido los causantes de tan rarísima descabalgadura. Esclarecidos, como los solespones, los hubo para todos los gustos: unos que si la Mano Negra que vivía en la fuente del Piojo; estos que había sido la que moraba en las aguas de la Cerrá y los demás que fue la Encantá… que había querido robar al mozo su mula. Alguno apuntó que quizá, quizá… fueron mañas del temido Lobo Hechaizo. Diz que hay algo más. Diz que muchos saben y muchos más callan… y que antes que nuestros seres mágicos habitaron Joray los djins y antes que estos los lémures y los manes… y antes que todos ellos, los genios de la naturaleza. |