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San Lorenzo de Calatrava - Ciudad Real

Poblacion:
España > Ciudad Real > San Lorenzo de Calatrava
16-11-09 01:29 #3862173
Por:No Registrado
ANGELA VALVEY
Parece mentira que alguien pregunte quién es Angela Valvey!!!!
Yo vivo en Madrid y aquí es toda una eminencia. Es una persona conocida y apreciada en todos los ambitos culturales y literarios. Deberíais sentiros muy orgullosos de que sea de vuestro pueblo. Yo no soy de San Lorenzo, pero mis padres sí y me parece un honor que haya salido una escritora tan importante de un pueblecito tan pequeño y tan olvidado.
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18-11-09 19:21 #3892155 -> 3862173
Por:No Registrado
RE: ANGELA VALVEY
Pero es que no vais a dejar a esta señora en paz, ella que no se preocupa de nadie, no me extraña que cuando hable no nombre al pueblo
DEJARLA EN PAZ
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14-12-09 19:40 #4164418 -> 3892155
Por:No Registrado
RE: ANGELA VALVEY
en tu pueblo solo os dedicais a desvalorar las personas que como ella y hotros muchos an salido intelijentisimos porque no en un pueblo pequeño tambien son personas y os deveriais de sentir muy pero que muy orgullosos
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15-12-09 10:23 #4170013 -> 4164418
Por:ALVIRO

RE: ANGELA VALVEY



EN MIL LUGARES DE LA MANCHA (MI PUEBLO, MI TIERRA)
Por Ángela Vallvey Arévalo,

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Mi pueblo es San Lorenzo de Calatrava, está situado en un maravilloso enclave natural, en el sur de la provincia de Ciudad Real, lindando con Jaén. Os recomiendo visitar la zona, os llevaréis agradables sorpresas: buena comida, buena gente, parajes espectaculares…

Escribí este artículo que fue publicado en “El Viajero”, suplemento del diario El País. Ofrece un pequeño “resumen” (si ello es posible) de Castilla-La Mancha. Aquí lo tenéis por si os sirve de ayuda a la hora de hacer turismo. También os recomiendo la guía “Ruta de don Quijote” (Ed. El País-Aguilar).

¡¡Buen viaje a todos y bienvenidos!!

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Cervantes, en vida, también fue un viajero. Cuando el cardenal Julio Acquaviva vino a Madrid en 1568 para dar el pésame a Felipe II, de parte del soberano pontífice, por la muerte de su hijo D. Carlos, Cervantes logró un empleo en la servidumbre del nuncio, y lo acompañó cuando éste regresó a Roma. Abandonó ese cargo en 1570, y los siguientes 5 años vivió una vida de soldado. En el combate naval de Lepanto (1571) perdió la mano izquierda, y se ganó el sobrenombre de “El manco de Lepanto”. Continuó luchando contra los turcos hasta 1575, año en que partió de Nápoles a España por mar. Los piratas argelinos apresaron la flotilla y Cervantes, junto a su hermano Rodrigo y demás compañeros, fue conducido a Argel, donde permaneció cautivo 5 años. Durante aquel tiempo, su único consuelo fue la poesía. Redimido por 500 escudos, y ya de vuelta en Madrid (1582), después de hacer la campaña de Portugal a las órdenes del Duque de Alba, se dedicó de lleno a la literatura, abandonando la espada, que tan pobres resultados había ofrecido a su vida, por la pluma, que a la larga, como ya sabemos, le trajo mucha más cuenta.
¿Por qué elegiría don Miguel La Mancha como escenario de las fatigas de los personajes de “El Quijote” pudiendo haber escogido algún otro de los muchos y muy exóticos lugares que conoció? Supongo que, entre otras razones, porque hay mil lugares, o más, de La Mancha cuyos nombres es difícil olvidar, que son tan hermosos, que la memoria se resiste a desprenderse de ellos. Y Cervantes era, sobre todo, un poeta.
No tenemos certeza de que nuestro querido autor recorriera todas las rutas que siguió el Quijote, por su pie o a caballo, ya que difícilmente pudo hacerlo en bicicleta, puesto que aunque vehículos toscos de dos ruedas propulsados por los pies eran corrientes en los primeros años de la segunda mitad del siglo XVII, y que en 1690 el francés De Sivrac inventó la “célérifère”, que consistía en un bastidor de madera al que se añadían las ruedas, el pobre Cervantes no llegó a tiempo de disfrutar tales ingenios: se perdió los placeres de la bici como de tantos otros placeres se privó, entre ellos el de poder pagar sus facturas y sus deudas.
La palabra Mancha viene del árabe “manxa”, que significa “tierra seca”. Siempre se definió a La Mancha como un terreno llano y árido, poco fértil, y sin embargo puede sorprender por lo quebrado o por el verdor y la humedad de sus accidentes geográficos. La Mancha comprende desde los Montes de Toledo y los estribos occidentales de la Sierra de Cuenca y desde la Alcarria hasta Sierra Morena, incluyendo la Mesa de Ocaña y de Quintanar, los territorios de la Orden de Santiago, San Juan y Calatrava, y toda la Sierra de Alcaraz. Hasta el siglo XVI, su parte oriental se llamó “Mancha de Montearagón”, o “Mancha de Aragón”, al conocerse como Montearagón la sierra que hay entre Chinchilla y el antiguo reino de Valencia. Al resto, se le llamaba simplemente Mancha, distinguiéndose entre Alta y Baja dependiendo de sus diferencias de nivel o del curso de sus aguas. Fue esta tierra, con fama de pobre y yerma, la que escogió Cervantes para las correrías de don Quijote y Sancho, personajes que nunca existieron salvo en la imaginación de su autor y la de sus incontables lectores pero que, gracias a la magia de la pluma cervantina, han hollado mil caminos como si de verdad un día hubieran tenido carne y hueso y alma y pies siempre dispuestos a trotarla.
Existen innumerables rutas posibles para el viajero en tierras manchegas, no sólo aquellas por las que se extravió don Quijote a causa de las nieblas de su entendimiento. En Campo de Criptana no hay más sombras que las que proyectan los molinos harineros de viento, desaforados gigantes con quienes pensó el caballero hacer batalla, y quitarles a todos sus vidas. La llanura manchega, antaño dedicada al cereal, hoy está salpicada de viñedos. Las calles del pueblo empedradas, de casitas blancas con teja árabe y zócalos de color añil, harán las delicias del viajero.
El Castillo de Peñarroya, con sus torres y almenas de cuento infantil, se alcanza entre acueductos y veredas, encinas y monte bajo. Refleja su figura desafiante en las aguas tranquilas del embalse. Según la leyenda, el capitán Alonso Pérez de Sanabria conquistó el castillo al moro Al le-Ilec, y luego pensó ajusticiarlo; el moro, le propuso cambiar su vida por un tesoro: la imagen de la Virgen de Peñarroya. El pueblo de Ruidera puede servir para iniciar el recorrido del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, un maravilloso espectáculo de verdor, agua, aves y especies autóctonas. En Argamasilla de Alba se dice que concibió Cervantes la escritura del Quijote. La creencia de que la idea fue forjada en la cárcel de Argamasilla se basa sólo en la tradición y en las conjeturas sobre una observación hecha por Cervantes en el prólogo. Sea como sea, puede visitarse allí, en la Casa de Medrano, dicha celda, y admirar un pueblo encantador, atravesado por el Gran Canal del Priorato.
El camino hacia Tomelloso corre entre olmos y pinos salpicados de moreras. Es una ciudad con las entrañas fermentando vino: pueden ser hasta 4000 las cuevas que horaden su subsuelo, y que antaño servían de bodegas. También cuenta, entre otros atractivos, con la Posada de los Portales, un bello soportal de pilares y columnas toscanas.
De La Solana se cuenta que antiguamente tuvo un espléndido palacio de cristal coronando un alcor: el Cerro de los Dioses de Cristal. Las leyendas son habituales en La Mancha, como si sus orígenes fueran míticos, como quizás lo sea su propia existencia.
La plaza Mayor de Almagro es un prodigio de arquitectura civil, en la que confluyen las calles principales de la ciudad (San Agustín, Mayor de Carnicerías, Madre de Dios, de la Feria…) Su función mercantil, para la que fue prevista por la Orden de Calatrava desde el siglo XIII, aún se adivina. La Plaza servía para controlar las “alcabalas”, un impuesto sobre las ventas que reportaba sus buenos beneficios para la Mesa Maestral. Allí se compraban y vendían “las trece cosas” (aceite, cominos, papel, jabón, especias, greda, queso, sal, sogas, ajos, higos, garbanzos y vinagre). La plaza fue también un espacio colectivo de prioridades religiosas, y se construyó frente a la desaparecida iglesia de San Bartolomé. Allí se reunía la gente antes de las procesiones, los autos sacramentales, los autos de fe, las grandes fogatas hechas con libros prohibidos... Y allí se hacían corridas de toros a caballo que atraían a gentes de todas partes.
Villanueva de los Infantes es —no hay que cansarse de repetirlo— una hermosa ciudad secreta, como tantas otras villas de La Mancha, donde el arte ha dado cuerpo a la piedra arenisca dorada de sus muchas casas solariegas. Existe una perfecta simetría y esmero en sus calles y plazas. Aquí hay que probar el buen queso artesano del Teatino o de Mingolucas, comer lomo de orza, ajo pringue, tiznao y caldereta de cordero. Beber vinos de San Fernando, y paladear los dulces tradicionales: alfonsinos, enaceitaos, coquitos, naranjos...
En una venta de Puerto Lápice fue armado caballero Don Quijote. Tembleque posee una Plaza Mayor que es una joya inédita. En Alcázar de San Juan, en su sugestiva Iglesia de Santa María la Mayor, se guarda una supuesta partida de bautismo de Cervantes. El Toboso es el pueblo de Dulcinea, de los corazones cautivos por el amor. En la Torre de Juan Abad tuvo su señorío Quevedo, poeta tan cojo y cáustico como deslumbrante. En Santa Cruz de Mudela tienen la Iglesia de la Asunción y, además, unas estupendas perdices rojas que atraen a cazadores de toda España. Almuradiel no sólo cuenta con autopistas, posee la Iglesia de la Inmaculada Concepción, entre otras gracias del lugar. En Viso del Marqués, está el Palacio del Marqués de Santa Cruz, y el Archivo de la Marina. En el kilómetro 13, más o menos, de la carretera del Viso a San Lorenzo de Calatrava (mi pueblo), están las ruinas del molino de batanes, donde al parecer transcurren las aventuras del capítulo XX de la primera parte de El Quijote. Es casi obligatorio recorrer el Valle de los Perales, Los Molinillos, Los Chorros… e internarse hacia el Valle de Alcudia y Sierra Madrona (San Lorenzo, El Hoyo, Mestanza, Puertollano…), un increíble y desconocido paraíso natural donde aún habitan todo tipo de animales salvajes desde algún lince ibérico hasta la nutria o el gato montés (aunque, por desgracia, cada día quedan menos).
Valdepeñas es la capital de nuestro vino, que por fortuna cada día es más apreciado y exquisito, gracias sobre todo a que se ha sabido formar a enólogos jóvenes y cultivados, que están revolucionando los caldos manchegos. La Plaza Mayor de San Carlos del Valle sorprenderá agradablemente al viajero. Manzanares tiene un notable conjunto histórico. Bolaños, castillos y romerías. Consuegra, molinos y castillos. A Sigüenza no le falta de nada. Y no hablamos, porque ya no hay espacio, de Albacete, Guadalajara, Toledo, Cuenca…
Viajar por cualquier paraje de La Mancha, —hermosa y acogedora tierra donde las haya, no les quepa duda—, es una delicia. Como lo es explorar sin tregua las mil y una “Rutas de don Quijote”. Recorriéndolas, aún se puede tropezar con la esencia del personaje más universal de la literatura y, en cualquier caso, hallar pueblos y caminos repletos de sobria belleza, de comida sabrosa y de amigables y buenas gentes.









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