Mestanza - Ciudad Real

Nos encontramos en las proximidades de la huerta de la Saturia, en la linde con la “edesa”.Allí junto al pozo embarcamos para iniciar nuestro crucero. El arroyo, que recoge aguas de la sierra, discurre por allí, caudaloso casi siempre.
Los primeros compases van paralelos a la carretera, de las que nos separan algunos, pero pocos peazos. La primera edificación que nos topamos es la caseta del pozo (siempre cerrada) de la “rejá” con un pilón, pequeño, para abrevar las bestias. Este pilón cayó rápidamente en desuso y fue centro de reunión de los muchachos.
En ese punto nos encontramos con el camino que viene de la huerta del Tío Viruta y que seguía hasta El Villar, de donde venía puntual el tío del dedo tieso a vender sus mercancías (pimientos, pepinos y otras hortalizas) a la plaza.
Un giro a la izquierda y encontramos enseguida otro camino que cruza el arroyo, este viene de los olivares y de la finca Villalba y otras más lejanas, y otro arroyuelo que trae las aguas de lo de Nicomedes. Casi en la intercesión otra caseta nos señala el pozo de “enmedio”, que por su cercanía era más visitado por las muchachas, las cuales desde allí no perdían de vista el paseo. Cuando yo era niño, se ahogó una muchacha en él, desde entonces, se decía, que aparecía por el pozo; yo creo que era para que los muchachos no nos acercáramos a él.
Un giro a la derecha y nuestro crucero transcurre paralelo al paseo, detrás de los rosales.La fila de árboles empezaba en el pozo de “enmedio” y continuaba hasta la fuente del pocillo, pero ya llegaremos a ella. Transcurrido los metros de paseo, nos hallamos ante el kiosco, allí detuvimos nuestro barco de fantasía. El kiosco era obra como casi todas las obras públicas de Mestanza de Asincrito. Asincrito fue un magnifico maestro, que no necesitaba arquitecto ni decorador. El con su hijo Epafrodito y más tarde con Elesanpiter, realizaron, como he dicho, la mayoría de las obras públicas y privadas del pueblo. Aquel primitivo kiosco lo dotó de una esfera de cemento en la parte superior de un tejado, a cuatro aguas(piramidal). Desde nuestro barco era perfecto, si no fuera porque la parte de atrás era usada como water y es que en ese tiempo no se tuvo en cuenta el detalle.
Al lado del kiosco, el pozo; cerrado con una portezuela con llave que guardaba Liborio. Al lado del pozo la fuente, con cuatro grifos que raramente funcionaban (los cuatro a la vez) y envolviendo el conjunto, árboles muy altos y de gruesos troncos, eucaliptos, que proporcionaban a la zona una deseada sombra durante el verano (¡que truques allí en verano por las tardes!). En la fuente, muchachos sentados en las gradas y mujeres cogiendo agua, a veces haciendo cola, pues era mucha la gente que bajaba a por agua a la fuente. Unos metros más allá, el pilar de las bestias; grande, redondo y de un metro de altura. Toda el agua sobrante de estas instalaciones iba a nuestro arroyo, igual que la reguera que bajaba del Calvario y que se unía al arroyo en ese punto.
Hemos salido del pocillo y pasamos delante de las casas del ABC (los barracones) que estaban en paralelo al arroyo y eran ocupadas por gentes necesitadas o simplemente eran las casas sociales de la época. Casas adosadas que constituían una fila desde el pilar hasta lo que se llamaba la veguilla.
En la veguilla chavales jugando al fútbol. El campo era irregular e inclinado, pero el mejor, por el verde y lo liso y amplio.
El barco de la fantasía dejó la zona poblada para entrar en el campo. Un cerrillo por el que subía un camino al horno rebetes y nuestro arroyo por abajo que discurría hasta “la cerca las olivas”.
La “cerca de las olivas” era un punto de encuentro de los chavales, pues allí enfrente están los “escurriceros”. También porque se usaba como water (no disponíamos de ese lujo en las casas) y alrededor había guarros atados con estacas, puestos allí durante el día para comer (alguna raíz). Nuestro crucero se detuvo allí para conocer los escurriceros. Era una canal hecha con el zapato, en la inclinación del terreno. Un muchacho meaba arriba y el orín discurría por el canal, Se le podía añadir, (perdón) mierda de los mismos guarros que allí había y entonces, puestos sobre la canal, se deslizaban a velocidad increíble hasta el arroyo. Era un juego muy socorrido y barato pero nuestras madres lo odiaban (como es lógico) porque nunca llegaban los pantalones en buen estado. Allí, en ese punto desembocaba la bajante del molino, por la que llegaba “alperchin” al arroyo (y que también lo utilizábamos para los escurriceros). Era el sobrante de moler la aceituna; de color negro, que manchaba nuestro arroyo, por el que seguimos bajando.
Antes del puente, de la carretera del hoyo, bajo el cual discurre el arroyo, a la derecha está el peazo de Ignacio Pareja, que se empeñaba, año tras año, en plantar garbanzos. ¡Cuantas pegas de garbanzos verdes y cuantas cagaleras! (otra vez perdón).
Desde la “cerca de las olivas” y hasta el puente, a la izquierda las eras. La mas nombrada la “era blanca”, porque tenía un “acirate” de piedras en las que había muchas blancas. Esta era, la veíamos desde nuestro barco de fantasía, llena de muchachos jugando. Y pasando el puente, la era “alta” (el porqué del nombre es obvio) y el cementerio.
Nuestro arroyo sigue paralelo al camino que baja de la fábrica y que era el campo de juego de los bolos (extraordinario juego ya olvidado) y por detrás del matadero, que guardaban la Fermina y Manuel se adentra entre peazos que nos separan de la calle nueva (otro water importante).
Seguimos nuestro crucero, entre las siembras hasta el camino de los pilancones y del pozo San Pantaleón. Allí la reguera traía el agua del castillo por la calle la Yglesia y hacía más caudaloso nuestro arroyo, que continuaba, por detrás del pozo “San Panta” y se alejaba del pueblo hasta los pilancones. Allí nos detuvimos de nuevo.
Los pilancones era otro pilón de agua, ahora cuadrado, para beber las bestias. Por la parte de atrás, el arroyo proporcionaba agua al lavadero. Una construcción que permitía dos filas de pilas de lavar de cemento, una frente a otra y por el medio el agua. Allí vimos lavar a nuestras madres y a todas las mujeres de Mestanza, pero es otra historia.
El crucero llegó hasta aquí. Aquí nos despedimos de toda la tripulación y prometimos volver otro día por el pueblo, pero por otra vertiente. El crucero fue divertido y nos permitió otra visión del pueblo, lejana en el tiempo pero autentica.
En nuestra despedida, deseamos salud a todos l@s mestanceñ@s, los que tienen en el DNI Mestanza, como lugar de nacimiento, los hijos y nietos de éstos, los que vinieron y les gustó, los que nos quieren y los que no nos quieren tanto, los que viven allí y los que viven fuera, los que me leéis y los que no me leen, a los que les gusta y a los que no, a tod@s a todo@s, SALUD Y QUE DIOS OS BENDIGA Y QUE A MI NO ME OLVIDE.

Espero que haya una próxima entrega de estos relatos. Son geniales.

Has pensado en escribir un libro con estas vivencias del pueblo? Estaría muy bien.

Un libro es demasiado pretencioso.Escribiré alguna entrega más.