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Trebujena - Cadiz

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España > Cadiz > Trebujena
29-04-13 08:12 #11262275
Por:Juan Caro Aguilar

Aquel viento divino
Estoy escribiendo un relato situado en el antiguo Egipto sobre una revolución que fue peculiar. Si alguien está interesado, puedo hacer algunas entregas. Juan Caro
Puntos:
01-05-13 17:26 #11267160 -> 11262275
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Pues nada, acabo el hilo con el comienzo del relato:
Aterrorizado, el ibis pudo unificar todas sus energías en un fuerte aleteo y salir volando con fuerza, haciendo inútil la carrera del hambriento cocodrilo. Los campesinos que recogían la cosecha de finales de primavera, al ver el vuelo veloz, bajo y recto advirtieron lo que había pasado y uno ya viejo, pues había cumplido los treinta años, que se puso la mano como visera comentó “Se dirige a la aldea, pronto morirá alguien”, profecía que antes o después se cumpliría. Todos sabían que sería así, pues la lucha perpetua entre el Orden y el Caos regía el mundo: Orus, el benefactor dios del Orden, había logrado salvar aquel pájaro sagrado pero a cambio el malvado Set, dios del Caos y de la destrucción exigiría una compensación, y no se iba a conformar con una vulgar rata. Techat, que a sus veinte años tenía tres hijos y uno muerto musitó una plegaria cogiendo y mirando su amuleto, y así preservar a su familia. “Y alguno se convertirá en una sombra que vivirá un tiempo en nuestros hígados”.
La Muerte. El Fin. Era Lo Asumido, como decían los sacerdotes, el Orden de las cosas, del mundo. Y en aquel campo de cebollas un aire de tristeza se extendía. “¡Pepi!, ¡cántanos algo!”, y el tarambana de Pepi no se hizo rogar. El sonido de su voz chillona iba despejando aquel aire de tristeza; la simplona letra trataba de aquellos especiales días del año anteriores a la inundación, “que eran malos, porque eran muy largos y se trabajaba más, que eran buenos, porque al ser la cosecha se cogía una pieza y se comía si el capataz no nos veía, que eran malos, porque llegaba la inundación y se acabó el trabajo, que eran buenos porque era víspera del descanso, etc”. Y así la música, aunque fuese mala, desempeñó ese poder de alejar pensamientos de tristeza, de llevarnos al presente y al aquí y ahora. Techat se incorporó un instante, respiró hondo y miró a Pepi agradecida que, sólo con que lo escucharan, se le veía sonriente y feliz. Y aquella mujer se agachó y con energía se reincorporó a su trabajo. Tenía tres grandes razones para trabajar con toda su energía. En cuanto a su marido, mejor no hablar.
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03-05-13 23:14 #11272773 -> 11267160
Por:A. Justo

RE: Aquel viento divino
Hola, Juan.

Ya sabes que te leo con gusto.
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04-05-13 21:24 #11273883 -> 11272773
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Gracias Justo. Ahí va la segunda entrega:
"Ya el Sol se podía ver, próximo a su muerte diaria por el Oeste. El capataz con dos palmadas dio la jornada por terminada. Como todos son analfabetos, el capataz coge su trozo de arcilla y una piedra afilada que utiliza de punzón y escribe sacando la lengua con gran esfuerzo los distintos signos que representan a cada obrero. A cada uno le regala una cebolla, pero al llegar el turno de Techat le da cuatro; cuando ha terminado dice “Eh, Oscuro, vuelve”, y cuando se acerca Deju, taciturno y triste, le da otras dos más. Al capataz le había influido aquellas palabras del joven sacerdote sobre la tremenda fuerza del amor, “La única cosa que mientras más se da, más se tiene”, y el positivo efecto en el alma de tener detalles con el otro, sólo por ser egipcio.
Dejando sus sacos junto al arriero, que tenía sus burros listos para soportar la carga, iniciaron el camino a la aldea.
¿Le pagarían dos deben al final? Ese era el pensamiento predominante entre los jornaleros. Las casas de adobe, sin puerta (¿para qué? Y ¿de donde el dinero?) les esperaban. Deju entró en la suya. De una sola habitación, una estera de esparto y una raída manta de lana, que fue la dote de su mujer, hacía de lecho y en un rincón, tres piedras para proteger el fuego era la cocina; algunas sencillas piezas de barro cocido constituía todo el mobiliario. Su mujer, a la que le faltaba parte de una pierna desde aquel lamentable día, lo esperaba silenciosa, con la pobre cena preparada, un trozo de pan de cebada y poco más. Deju añade una cebolla y deja las otras en el rincón que hace de despensa."
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05-05-13 12:08 #11274528 -> 11273883
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Ten presente Justo que esto es un relato sabre la crisis económica, sólo que lo sitúo hace miles de años. Podrás observar si hay muchas diferencias o no con la actual.
Entrega III.-
Su mujer, incapacitada para el trabajo, pasaba esos días en los trigales recién cortados recogiendo olvidadas espigas con la ilusión de sorprender a su hombre con un panecillo de pan de trigo, un lujo en el poblado. Se taparon con la manta, todavía hacía frío por las noches aquel año y cuando hiciera calor la utilizarían como colchón. El rostro de Deju se contrajo con un rictus de dolor, dolor en la espalda que le torturaba desde el verano pasado cuando entró a trabajar en la construcción de un templo acarreando piedras y tuvo la mala suerte de tocarle un capataz desalmado que, a pesar de ser trabajadores libres empleaba el látigo con liberalidad. La protesta era el despido y los sacerdotes tenían prisa. Aguantó hasta que un día lanzó un desgarrado grito y sintió que algo se rompía en su columna vertebral; el capataz se acercó, se hizo cargo de la situación y diciéndole que pidiera tres deben al pagador se largara. Tres deben; había para comer bastantes días si se aprovechaban, pero a qué precio, se temía que pasara a dolor crónico, como en tantos otros casos.
Tenía la opción a la Casa de la Vida en la ciudad, que lo trataran buenos médicos y perder los tres deben, lo que rechazó y fue a ver a La Higuera, la curandera que arreglaba los huesos. Cuando le examinó la espalda le ajustó las vértebras con un dolor que nunca olvidaría y le dijo que con un largo descanso y masajes podría sanar. Pero el descanso era imposible, y desde entonces se supo condenado de por vida, porque aquel dolor, menos o más intenso según los momentos del día, el primer efecto que tuvo fue arrebatarle la risa y ganarse el apodo de Oscuro.
Pero al dolor físico se unía un dolor del alma y eso es lo que los otros ignoraban. Algo que no se podía perdonar porque no podía olvidar aquel aciago día.

Techat al entrar en su casa se encontró el panorama esperado; su hija mayor, de cuatro años, había cuidado de sus dos hermanos pequeños que con grititos se abalanzaron a ella. Sabía que el hambre más que otra razón era lo que les empujaba. Sentándose en el suelo empezó a darles el pecho, la única leche que podía ofrecerles. Luego empezó a preparar la escasa cena, pero al menos aquella noche había algo que cenar. Les dio primero agua para engañar el estómago, y luego atrayendo a la mayor a su regazo la alimentó con pan y cebolla y empezó a cantarle una nana. Al acostarse su hija le preguntó “Mamá, ¿tú me quieres?” Le contestó que sí y le volvió a preguntar “Mamá, ¿te puedo dar un abrazo y un besito?”. Cuando Techat sintió aquellos bracitos en su cuello y la suave mejilla en su cara experimentó cómo una clase de energía vivificadora brotaba de sus entrañas y supo que ya tenía una razón para vivir y trabajar. Cuando iba a entrar en el sueño un borracho entró en su humilde casa. Era su marido.
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07-05-13 13:08 #11277877 -> 11274528
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Entrega IV
Medes aquella noche se fue temprano al dormitorio donde le esperaba su mujer. Al verle la expresión supo lo que le esperaba. “¡He mandado a mi esclava a vigilar el campo de cebollas y lo que me ha contado!”, “¡Ese capataz te roba y va buscando mi ruina!” Hoy está brava la fiera, musitó Medes. “¿Eh? ¿Qué has dicho? Callas porque tengo razón, despide a los jornaleros cuando todavía hay luz, en el descanso del medio día además del pan y verduras les da ¡dátiles! Y buscando nuestra ruina para beber, cerveza. ¡Cerveza!, como si para coger cebollas no bastara agua del Nilo y racionada, para que no se pasaran el tiempo bebiendo y meando. Y los despide dándoles cebollas, como si fueran suyas, y a una mujer le dio un montón a saber qué vicios tendrá con ella”
“Delicada gacela”, comenzó Medes, “si quieres aprender, en los negocios lo importante es el resultado. Cuando llegan mis mercancías al mercado se venden al momento, y esta noche se me acercó un comerciante y me ofreció un precio mayor si le reservaba las cebollas. Nuestro capataz mima a los jornaleros si quieres llamarlo así, pero a cambio ellos cuidan mucho de no herir las cebollas, desecha las pequeñas o las dañadas pero esta selección se compensa sobradamente con el sobreprecio”. “¡Qué vergüenza! Si se enteraran mis amigas que mi marido habla con comerciantes. ¿Es que acaso hay un dios del comercio en Egipto? Y no será porque no tenemos dioses. ¡Esclavos! Ya te dije que compraras esclavos y evitar esa riada de dinero que tendrás que regalar a esos vagos al final de la campaña”. “Cálmate, a los esclavos hay que alimentarlos incluso los días que no hay tareas y, desde luego, no tienen el menor interés en hacer bien su trabajo” “¡Pues se alquilan durante la crecida!” “Imaginando a los que los alquilarías a los cuatro días estarían tullidos o moribundos” “¿Pero tú sabes a qué precio se ha puesto el incienso de Punt? ¿O es que quieres que compre incienso del montón, como yo sé que hacen algunas? ¿Y el perfume de flor de loto? Qué dios inspiraría a mi padre al entregarme a un hombre como tú, cuando yo era la más hermosa de la ciudad”. Medes prefirió no replicar y envidió a su capataz, al que había visitado en su casa, y recordaba a su mujer, tan hermosa, recatada y silenciosa, feliz en su papel de cuidar a su hombre y sus hijos. Decidió visitarlo la noche siguiente, llevaría vino para compartirlo y con el pretexto de hablar de la marcha de la campaña, cumpliría su verdadero deseo, respirar y sentir la armonía que los duendes habían derrochado en aquel hogar.
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08-05-13 09:00 #11287644 -> 11277877
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Entrega V

II

Después de servir el vino a los dos hombres la mujer salió discretamente de la casa haciendo una reverencia a su amo. “Muntades, querido amigo, ¿Puedo llamarte así?” “Si lo ordenáis señor, cumpliré su voluntad” “¡Pero yo no puedo ordenar a alguien que sea mi amigo!” “Si me disculpáis señor, eso iría contra el Orden. El Octavo (la semana egipcia tenía ocho días) nos reunimos varios capataces y artesanos jugamos al senet, bebemos y nos reímos como niños o como tontos, ¿Se imagina qué pasaría si el señor estuviera presente? El señor tiene a los de su clase” “Vaya pandilla de idotas y presumidos, sólo saben hablar de lo que tienen. A otra cosa, Muntades, ¿Tú piensas?”. Agachando la cabeza, avergonzado, el capataz respondió “A veces, señor” e irguiéndose, “¡Pero nunca de día! Por las noches, después de gozar de mi mujer, me entra como una paz y entonces un duende me toca, siempre empieza con un ¿Y si…? Y me pongo a hablar con mi ka (los egipcios creían que teníamos otro “yo” sólo verbal; al menos uno, un Faraón llegó a distinguir catorce ka): ¿Y si les diera pan de centeno y cebada, les diera cerveza y dátiles, cogerían más cebollas y sin señales?¿Y si las selecciono y aparto las muy grandes y muy pequeñas que las vendo aparte, consigo mejor precio?”. La mujer se acercó a retirar los vasos, Medes la miró y le dijo a su capataz “Cómo te envidio por tu mujer” “Por favor señor, no me pidáis eso””¡Oh! no es lo que crees, la belleza la puedo comprar, pero hay cosas de una mujer que no se pueden comprar”. Y con un suspiro montó en su burro y partió a su dormitorio, que si requería de amores a su mujer le diría, en el mejor de los casos, que tuviera cuidado con su peinado.
Puntos:
10-05-13 09:54 #11291845 -> 11287644
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
ENTREGA VI

Aquel día de mediados de Julio, último de la campaña, los comentarios eran los mismos que en todo Egipto, ¿Había noticias del nilómetro? Muy al sur, se medía el primer síntoma de subida de nivel del agua y se hacía una previsión de cómo iba a ser la crecida ese año, y era bastante exacto. Las crecidas eran de tres categorías, Gran crecida, Mediana o Pequeña. Las deseables eran las medianas; las pequeñas eran las peores porque significaba el hambre, tanto por falta de trabajo como por encarecimiento de alimento, y las grandes significaban destrucción.
Aquel día de despedida Muntades tenía una sorpresa para sus trabajadores, había puesto un poco de carne de vaca en el rancho, pero lo que no se esperaba ni siquiera el capataz fue la llegada de un arpista enviado por Medes, que se puso a recitar mientras comían, “Si tú eres sabio, conserva tu casa. Ama a tu esposa sin reservas. Aliméntala de modo conveniente. Vístela bien. Acaríciala, cumple sus deseos. No la trates con dureza, pues obtendrás más de ella por la consideración que por la fuerza. Si la rechazas, tu hogar se desbaratará. Ábrele tus brazos; llámala, dale pruebas de tu amor. Si el marido hace feliz a su mujer ella será para él como un campo fértil, ella hará la prosperidad de la casa” (tomado de las Máximas de Ptahhotep).
Aquella mañana Muntades fue citado por el amo para el pago de los jornaleros. Acercándole una bolsa le dijo Medes, “dale cuatro deben a cada uno”. “Pero señor, eso es el doble de lo que esperan, ¡Y cómo se va a poner el ama!”. “Los pobres no saben todavía lo que les espera, ¿Hay una viuda con tres niños?””Por desgracia señor no lo es”, “Pregúntale si sabe tejer, posiblemente monte un taller, porque el año que viene el campo no va a dar mucho”.
Medes se retiró a su despacho, ante la noticia que secretamente recibió el día anterior tenía dos opciones, rezar, hacer sacrificios a los dioses y aceptar sus designios, o pensar.
Pensar, se le encogía el estómago, se le aceleraba el pulso, se le tensaba la cara y le daba miedo. Por el contrario, si delegaba en los dioses como hacían sus vecinos, le invadía una gran serenidad. O no. Cuánto añoraba tener un amigo.
NOTA: Justo, ¿va bien el relato? ¿Hay alguien más que me lea?.
Puntos:
11-05-13 18:44 #11294055 -> 11287644
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Ent. VII

Una tensión sintió Techat; cogió su amuleto, una pequeña piedra donde se dibujaban dos ojos de un dios menor de mirada fija y la enfrentó con los suyos; el corazón empezó a subir sus latidos mientras parecía hipnotizada y, cuando supo lo que tenía que hacer, se dirigió al capataz y luego, pasada la pequeña fiesta, al almacén y que no quería el dinero sino que se lo anotasen y que lo iría retirando en mercancías. Se llevó garbanzos para hacerles un puré, lentejas y un melón.
Al llegar a la casa le esperaba el marido razonablemente sobrio. “¿Has cobrado ya? ¿Traes el dinero?”” He cobrado pero no tengo dinero, Voy a hacer puré de garbanzos, ¿Quieres un poco?” Agarrándola con fuerza por la muñeca, garbanzos y lentejas se esparcieron por la estancia, “¡El dinero, put.!, ¿Sabes el tiempo que espero este día? ¿Sabes lo que debo en La Casa de la Cerveza? O lo sueltas o de la paliza no te va a conocer ni la put. que te parió” Los dos pequeños rompieron a llorar, la mayor con el corazón palpitante, incapaz de digerir el horror, se agarró a una pierna de su madre intentando ofrecerle una inútil protección: Un grito apagado soltó Techat cuando le apretó con fuerza la muñeca “¿Duele?, pues eso no es nada”, y con la otra mano le asestó un fuerte golpe en la nariz.”¡El dinero!, ¡El dinero!”, gritaba Mamut mientras abofeteaba a su esposa, y al no obtener respuesta le propinó un fuerte puñetazo rompiéndole los labios y derribándola. Abalanzándose sobre Techat, le agarró con fuerza el cuello con la mano izquierda clavándole sus sucias uñas; una sonrisa afloró cuando con su derecha golpeó el oído, era un golpe que le gustaba especialmente. Sintió un pequeño dolor en su desnuda pantorrilla, su hija la mordía con todas sus fuerzas. Se incorporó y cogiendo a la pequeña por una pierna la arrojó con fuerza contra la pared, quedándose conmocionada y sin sentido. Levantándose, entre una turbamulta de dolores, impregnados por un fuerte rumor por su dañado oído, al ver a lo que más quería en aquel estado, notó como un espíritu se apoderaba de ella y dolores y rugido pasaban a un segundo plano. Armada de su amuleto se abalanzó sobre su marido y le golpeó en la cabeza con más fuerzas de las que le quedaban, Mamut volvió la cara sorprendido por aquel acto en contra de su percepción del mundo. Al segundo golpe emitió un fuerte grito de espanto y dolor porque la piedra le hundió un ojo y gritando y maldiciendo salió fuera, donde se agolpaban los vecinos. “Déjame ver Mamut”, le dijo el Oscuro, “puede ser grave, vamos a La Casa de la Vida, yo lo pagaré”.
Salieron del poblado a la ciudad, lanzando Mamut toda clase de improperios y amenazas contra su mujer y cuando llegaron a un tramo solitario y de vegetación alta, “¿Sabes vecino? Hace como una semana un pájaro ibis voló bajo y asustado hacia el poblado, seguramente se libró por poco de un cocodrilo” ¡Estoy yo para cuentos!” “Es tiempo de que Horus pague su deuda”, y cogiendo una larga y delgada piedra afilada que utilizaba como cuchillo se lo hundió con fuerza en el costado. Con su único ojo sano, miró con sorpresa y espanto, mientras su espíritu contemplaba con asombro cómo su idea del mundo se derrumbaba, primero una mujer, luego un alma de esclavo. Oscuro, con la serenidad que da la creencia de actuar con justicia, sacó el cuchillo y volvió a hincarlo en el corazón de Mamut. Luego, cogiendo el cadáver lo arrastró a una charca cercana y dirigiéndose al oeste dijo “Ya tienes tu presa, Seth”.
Puntos:
12-05-13 07:07 #11294694 -> 11287644
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Entr. VIII

III

En Menfis se anunció una magna ceremonia al dios Apis, dios del Nilo, para que ampliara la crecida. Estaba anunciado para dos semanas después de la misteriosa desaparición de Mamut, al que nadie echaba de menos excepto los vendedores de cerveza a los que debía dinero. Los rekhyt con su familia ocupaban la parte delantera del templo seguidos de los merit (salvando todas las distancias, los primeros corresponderían a los burgueses de la baja Edad Media, y los segundos a los campesinos) al final se situaban los braceros. Un sacerdote corpulento con voz de bajo recitaba unas letanías y se procedió al sacrificio de un buey, el preferido por los dioses.
Pero la pobre subida no experimentó mejoría, y se extendió la idea de buscar culpables. Para la esposa de Menes no había dudas, eran los profanadores de tumbas y los que no respetaban las sagradas tradiciones.

Como todos los veranos, todas las noches los habitantes del poblado subían a las azoteas para aliviar el calor con alguna brisa refrescante y, como no había separación, formaban corrillos para intercambiar interminables historias. Pepi, sin apenas contener la risa, contaba cómo a un marinero en La Casa de la Cerveza le invitaron a beber hasta que soltó la lengua y empezó a contar esas locuras propias de la gente de mar. Que habían estado en países que no adoraban al Sol, que había nilos (en su lengua, nilo y río son sinónimos, ya que sólo había uno) que no sólo en vez de Sur a Norte iban de Este a Oeste, sino ¡De Norte a Sur! Pero lo que más asombro y risa causó fue cuando contó que estuvo en un país donde del cielo caía algo que cambiaba el color de las montañas y adquirían el color blanco y que, al llegar el verano, aquello se convertía ¡En agua!¡Qué disparates contaban los marinos!
En aquellos corrillos eran muy apreciados los de feliz memoria que podían recitar las narraciones del Papirus Westear, donde lo mágico aparece como normal. En una narración la mujer del jefe lector del palacio lo engaña con un rekhyt. Un día, después de haber gozado de las delicias del amor se bañan en el estanque del jardín. El marido se venga de la siguiente manera, el amante es arrebatado por un cocodrilo de cera modelado por el marido y convertido mágicamente en un cocodrilo viviente; en cuanto a la esposa adúltera es quemada por orden del rey y sus cenizas lanzadas al viento. No he encontrado un relato con los papeles cambiados

Aquella tarde el viento del Norte humedecía el aire y en el poblado las mujeres iban por agua y hacían sus tareas. Había una preocupación latente y una ansiedad creciente, como una epidemia, se expandía en el poblado, pero no podían hacer otra cosa aparte de los rezos. El viento cesó y poco después se levantó un viento del Oeste, trayendo un calor áspero que hacía sudar y el sudor se secaba al nacer.
Techat se había subido con sus hijos. “Mamá, cuéntame otra vez la historia del mundo”, le dice su hijita, y mientras miran un cielo espectacularmente estrellado le va contando la hermosa historia de la cosmología egipcia “Osiris y Seth eran hermanos, el primero era muy bueno y trabajador y Seth, dios del caos, lo odiaba, y lo llevó a una trampa y lo mató con ayuda de sesenta y cuatro secuaces. Eso pasa cada día, Osiris es el Sol y mira cómo muere en el desierto, que es Seth. No contento con eso, lo descuartizó en muchos pedacitos, y esos son las estrellas. Pero su hermana Isis, que es la luna, con el poder tremendo del amor, recorre el cielo recogiendo las piezas y hace revivir a su hermano cada amanecer”. La niña se quedó mirando la luna, casi llena.
Puntos:
19-05-13 02:44 #11315352 -> 11287644
Por:No Registrado
RE: Aquel viento divino
Muy bueno el relato "en de momento" paisano, yo sólo quería preguntarte por las espigas de trigo, o de centeno. ¿ Habría probado esta caterva el cornezuelo en aquellos tiempos lejanos?, ya sabes, ese hongo tan apreciado.


Un abrazo.
Puntos:
21-05-13 22:54 #11322077 -> 11287644
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
Ni idea. Si encuentro algún indicio te la contaré. Lo que sí sé es que conversaban mucho, sobre todo en verano cuando la inundación y noches calurosas. Que eran poco violentos, no digamos si los comparamos con los vikingos. Que el hambre entre los pobres era cotidiano, lo que a un trebujenero que sepa su historia no debe sorprender, por ejemplo. Si quieres comentar algo más, serás bien venido. Gracias
Puntos:
25-05-13 18:50 #11336612 -> 11287644
Por:No Registrado
RE: Aquel viento divino
Bueno bueno, tenemos lo de siempre desde que el mundo es mundo: violencia, muerte y hambre. Quizas algún día el ser humano cambie. El otro día estuve leyendo algo sobre los misterios de Eleusis y por eso acabé preguntándote por el cornezuelo.
Un saludo.
Puntos:
27-05-13 08:02 #11338372 -> 11287644
Por:Juan Caro Aguilar

RE: Aquel viento divino
ENTREGA IX


“¿Qué va a ser de nosotros?”, dijo una vecina. “No, qué es de nosotros, que ni siquiera tenemos el consuelo de pasar a la otra vida, como los sacerdotes y nobles”, contestó el Oscuro.

Medes asistió a la reunión de notables. Un escriba de la administración dirigía la asamblea, el Gobernador tendría algo más placentero que hacer. Hablaba de las medidas para paliar los efectos de la reducida crecida, el engreído gordo seboso relataba con suficiencia las mentiras de rigor, es decir, no se iba a hacer nada. Todo su ser emanaba corrupción; al hacer una generosa expiración se le escapó un sonoro eructo y una expresiva mirada al corpulento esclavo negro que lo abanicaba delataba lo marconazo que era, ya que la admirativa mirada no se dirigía precisamente a la cara.
Medes miró a su vecino que dormitaba por el calor y el aburrimiento; algunos hacían lo mismo, otros meditaban y era fácil adivinar sobre qué, en cómo aprovechar la desgracia ajena en beneficio propio, especulando con el grano cuando la cosecha del año próximo mostrara su ridiculez.
Recordaba cuando joven ocurrió una crecida tan pequeña que los barqueros contaban que la asistencia a los entierros en el extremo Sur había crecido considerablemente ya que, empujados por el hambre, muchos iban a ver si merecía la pena desenterrar al muerto para comer algo sólido. El canibalismo, la muerte por hambre, la desesperación por los niños muertos sería lo normal en los poblados de trabajadores en unos meses. Y se dio cuenta que la sensibilidad de los presentes hacia el sufrimiento ajeno era similar al experimentado por una víbora cornuda.
Y entonces Medes sintió un picor en el alma que le insistía que estaba solo.

A la salida pasó por la calle de los artesanos. Poca alegría se advertía ya que la baja de la demanda se hacía notar en forma de una creciente reducción de la actividad. Un hábil ceramista hacía platos con alegres dibujos. Se detuvo a su altura.
El artesano, esa manera tan distinta de estar en el mundo. La unión de cabeza y cuerpo para hacer algo útil y bello a la vez, actividad desprovista de ambiciones mezquinas, de vivir del sudor de otros, de ganarse el pan con la remuneración extra de percibir el contento de la mujer que se lleva su plato en el regazo y que dará la sorpresa a su marido; de la ola de felicidad que recibe el pobre cuando aquel cuenco humilde le proporciona esa sensación de ser alguien y no algo. Recordó el plato que portaba los dátiles que la mujer de su capataz había lavado con tanto cuidado, a la vez humilde y hermoso, que parecía exhalar el amor con que había sido hecho, comprado y utilizado.
El amor, sentimiento tan ajeno y que le era imposible comprar con dinero. La tristeza que la abordaba al abandonar el Palacio del Placer, al rememorar la falsedad de las sonrisas y las caricias y el verdadero sentimiento, “a ver cuánto le saco a este idOta”.
El artesano, que al combinar cerebro y manos para una actividad útil y creativa lograba una armonización de todos los componentes de su ser, del pasado, porque su experiencia acumulada informaba a su trabajo, del futuro porque tenía que realizar su plan, que a su vez explicaba el presente, y todo unido por la fuerza de su imaginación, que le inspiraba cambios y nuevos dibujos continuamente, y así evitar la aburrida repetición y desarrollar ese milagro de una mente creadora y productiva.
-Alfarero, tienes una gran habilidad y has desarrollado este noble arte hasta rozar la perfección,
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