Trebujena - Cadiz

La izquierda, después de fracasar una y otra vez en sus propuestas de socialismo real —comunismo clásico en todas sus formas— las ha sustituido por una revolución socio-moral-cultural, que entraña una ingeniería social encargada de aplicar un programa que se propone alterar —desvalorizándolos— el respeto a la vida en todas sus fases, el matrimonio y la familia, la religión y a la autoridad en todas sus formas; así como el desdén por la valoración del esfuerzo, la excelencia, etc.

Para conseguir esta nueva revolución social, la actual izquierda postsocialista se apoya en el relativismo, que es una doctrina filosófica que presupone que la verdad es inalcanzable o incluso que no existe; que no hay nada objetivamente verdadero. No es relativismo aceptar que existen muchas opiniones acerca de las mismas cosas, eso está claro y nadie lo niega. El relativismo aparece cuando, además, decimos que todas esas distintas opiniones son todas verdaderas, si las personas que las defienden las creen verdaderas.

Como decimos, el relativismo mantiene que no existe la verdad, sino muchas "verdades", que incluso pueden ser incompatibles entre ellas. Tampoco existiría el bien objetivo, por lo que se puede y se debe prescindir de la Ética como actividad intelectual que busca un camino para alcanzarlo. No existe una moral universal de ninguna naturaleza. Tampoco existe una cultura más perfecta que otra: no se puede decir que una cultura es mejor o más evolucionada que otra, cada una tiene su propio criterio en el cual comienza y termina su validez.

La guinda que culmina lo dicho es que todo lo anterior está aderezado de un amor a la humanidad del tipo de Rousseau, que se definió como amigo de la Humanidad, después de abandonar a sus cinco hijos en el hospicio.

Por eso, preguntaba al principio ¿están seguras las fuerzas progresistas de saber hacia donde, poco más o menos, cae el progreso?; ¿será ese progreso sostenible?