Luces de Invierno Escribo un trozo de mi novela e invito a que escribais diferencias entre el siervo y el granadino que se ahorcó el otro día por no poder pagar la hipoteca. Es fácil ver la bondad quien la tiene, y la importancia del miedo: De un capitulo de Luces de Invierno: "Piojos" Una mañana de verano. Debía ser Domingo, porque había venido el cura jorobado a la aldea y pronto tocaría la campana anunciando la misa. Un hombre asustado aparece corriendo al principio de la calle, sus pies descalzos levantan un polvo que cubre parcialmente lo que no podemos como ropas, son unos andrajos, Exhausto, llega a la Iglesia, sólo unas tablas cubiertas por otras, al tiempo que suenan ladridos de perros, y aparece una patrulla del señor cercano persiguiendo al fugitivo. "¡Alto! No podéis entrar en sagrado con armas" "¿A esto llamas una Iglesia, remedo de cura?" "Una Iglesia es cualquier sitio en el que rogamos el favor de Dios, y ese hombre está ahora bajo su protección". "¡A "piojos" lo llamas hombre!, Y ahora dinos que un burro es un caballo". "Pero qué crimen ha podido cometer esta pobre criatura para que lo acoséis como una fiera" "¿Te parece poco?, lo sorprendimos poniendo trampas de conejo en el bosque del Conde". El asustado "piojos" fue saliendo de la protección de la modesta iglesia para oír mejor. Con la eficacia de su largo aprendizaje, el arquero armó su arco con inusitada rapidez y disparó acertándole en el hombro. Un grito salió de los pacíficos vecinos que ya cubrían las cercanías del templo. "¡Por Dios!" gritó el cura. "¡Vámonos!, creo que de esta nos quedamos sin piojos", dijo el oficial mientras se reía de su ingenio. Jean Claude gritó "¡Buscad a la Graciela!", la madura mujer que recomponía los huesos dislocados y trataba las heridas como nadie en la aldea. El sacerdote se inclinó sobre el herido sosteniéndolo amorosamente en sus brazos, "Pronto te quitaremos la flecha, la herida no parece grave. Saldrás de esta" "¡Ojala me muera hoy!" "No digas eso, hijo mío, la vida es el gran regalo que nos hace Dios, y tú estás empezando" "¡Regalo!, creo que tengo veinte años y no he sido feliz ni un sólo día de mi vida, hambre y látigo, frío y látigo, miedo y látigo. Soy un siervo, menos que nada. ¡Ay qué dolor, Santa Virgen!, acógeme ya en tu seno" "Pero la primera obligación que tenemos es vivir" "¡Vivir! padre, ¿sabes porqué me llaman "piojos"? No se quien es mi padre, soy el fruto de una violación cuando la desgraciada de mi madre fue a buscar caracoles para engañar el hambre y tropezó con una patrulla con esta; murió en el parto, vivía sola en una choza asquerosa y cuando acudieron los vecinos vieron en mi cara piojos que acudían a comerme." "¡Ahí viene Graciela!", cuando la curandera se inclinó, observó los ojos del siervo y sentenció "Este ya está muerto" "Pero la herida no parecía grave". “ La herida de la flecha era superficial, pero las heridas del alma eran profundas, y qué sabrá usted padre, que come todos los días y nadie le humilla de las heridas del alma de un siervo". |