Puerto Serrano - Cadiz

Con la salud no se juega, ni es cosa de risa. La situación que atraviesa la sanidad pública que ha llevado al plante de las farmacias es trágica y lamentable. Sin embargo, siempre hay una oportunidad para la sonrisa, para lanzar una mirada entre nostálgica y perpleja al pasado y descubrir cómo vivían nuestros abuelos cuestiones relacionadas con la salud en clave humorística.

Es lo que hace el polifacético escritor de Gandía, José Miguel Borja en su último trabajo, 'Medicinas prodigiosas', un libro ilustrado que reúne una selección de anuncios de fármacos prodigiosos, publicados entre 1849 y 1928 en 17 periódicos y revistas españolas, que el autor cosechó en los años setenta en la madrileña Cuesta de Moyano.

Anuncios en color sepia de cataplasmas, bragueros ortopédicos, duchas vaginales, cinturones eléctricos que devuelven al usuario la memoria perdida y el vigor sexual, pastillas contra la timidez, y un sinfín más de productos inverosímiles, la mayoría de ellos entre la superstición, el camelo y el más descarado fraude.
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"Los anuncios de estas primeras medicinas, auténticos curalotodos, son todo un poema", escribe Borja, que mamó el amor a los fármacos en el laboratorio de su padre, odontólogo y humanista. Los anuncios por él recogidos reflejan "un mundo de miedos y aprensiones hacia las más terribles enfermedades", comenta, "y prometían unas curaciones tan excepcionales, que bien podían calificarse de milagrosas al asegurar que curaban la diabetes, el cáncer, el reúma o la tuberculosis. No es de extrañar que, con tan insólitas medicinas, la edad media de vida en 1900 apenas alcanzara los 60 años".

Con un prólogo de Amando de Miguel, este libro ilustrado, ideal para regalar a los parientes y amigos hipocondriacos, se divide en siete capítulos que agrupa cada uno un tipo de medicamentos, según su función: Curalotodos, anti dolorosos, aparato digestivo, vías respiratorias, vías urinarias, aspecto físico y aparatos para la salud. La reproducción de cada anuncio se acompaña de una glosa del autor, que en el proverbial tono humorístico que impregna su obra, aporta datos históricos y médicos interesantes para ilustrar al lector.

Así, el 'Bálsamo de la Cruz Roja', anuncio más antiguo del libro, que proclama las bondades de un ungüento capaz de curar las afecciones de piel y las heridas de guerra, mejor que el famosos Bálsamo de Fierabrás de El Quijote.

Tónicos para el cerebro de los estudiantes y opositores, píldoras restauradoras de la Salud Formiguera, vinos con carne y hemoglobina, las virtudes de la magnesia, purgas de todo tipo, Laxen Busto. 'laxante agradabilísimo que no produce diarrea', y remedios contra las almorranas o hemorroides.

La preocupación por la belleza y es aspecto físico no es exclusiva de nuestro tiempo. Lo demuestra la cantidad de productos decimonónicos dedicados a hacer engordar o adelgazar al consumidor de todas las edades, al cuidado de los pies, o a rejuvenecer a los ancianos a base de ¡Carne líquida de Montevideo! El aumento de los pechos femeninos, hasta '15 centímetros en 30 días' es otro de los anuncios clásicos que evidencia la capacidad del ser humano tanto para mentir como para dejarse engañar.

FUENTE:

https://ww.elmundo.es/elmundo/2011/12/20/valencia/1324372170.html