Puerto Serrano - Cadiz

Se ganaba la vida como podía y lo que un día fueron desesperanzas y penurias se fueron convirtiendo, poco a poco, en un futuro esperanzador para mí labrado, sol a sol, por él.
Así fue engordando la lata familiar y, aunque nunca llegó a estar llena de verdad, sí que sirvió para mucho más que subsistir.
Mi madre me contaba que de chiquitín me ponía en sus brazos en el poco tiempo que tenía para estar en casa mientras ella se dedicaba a las labores del hogar. También que soñaba despierto con el momento en que podía compartir cama con él, justo antes de dormir, después de un día casi sin final.
Así me fue enseñando a vivir, siempre a su manera, con lo poco que podía, con lo poco que tenía, con lo poco que alcanzaba pero nunca con un mal gesto o una mala palabra. Una vez me dijo que ya valía en el mundo con las malas intenciones, que el resto ¿para qué hablar del resto?
A mí me crecieron un día las alas y me fui del pueblo, él se quedó. Comenzaron a pasar los años, algunos al principio, muchos después, demasiados hoy.
Jamás he sido capaz de decirle esto que hoy escribo y, tanto tiempo después, tantos kilómetros de distancia recorridos siempre hacia fuera, siento que cada vez está más lejos y cada vez queda menos tiempo para devolverle lo que un día me dio.

Ay hío¡¡¡ Qué bien egcribe, ya te lo he dicho má vece. Leyendo, y releyendo, me he emocionao, vamo, con la lágrima zaltá¡¡¡. Egte zábado viá dí a vé a mi padre, que ya é mu viecito, y zi pueo, le víá leé la carta que tú l'hag'crito al tuyo. ¡V'ha'cé pa vermo, ¡tó llorando¡

Yo, zin zabé quién ere, te pueo decí que tu padre tié que'gtá mu orgullozo de tené un hío azín.

A propózito, tú no ere del pueblo, verdá? Yo conozco a cazi to'l mundo y un nombre azín no he egcuchao nunca. Y é hagta bonito, anque aquí cazi zeguro que te dicen ERMUNDO.

Cóme que te ponga gordo, hoío¡¡¡

CónDio