Puerto Serrano - Cadiz

Las mujeres de Puerto Serrano han descubierto un nuevo hobby, el critiqueo en las cafetererias, y no es que sea yo un machista y no vea bien de que una mujer vaya a tomar uno o veinte cafés igual que un hombre, sino lo que no tolero es que van la grandisima mayoria a charlar de fulatita o menganito, alli en las cafeterias todas saben la vida de la gente mejor que las propias personas de las que critican, y lo mejor de todo es que todas esas que charlan tanto de los demas tienen en su casa seguro ejemplos peores en sus herman@s, hij@s, sobrin@s y sobre todo tienen porque callar, asi que desde este foro les digo a todas que se miren el ombligo y miren a su alrededor que hay tienen tela donde criticar y que critiquen de su gente.

Un saludo

No sé si existirá algún estudio sociológico o psicológico sobre este comportamiento de los seres humanos, pero yo siempre he tenido la convicción de que criticamos fundamentalmente por dos razones: para subirnos nuestra propia autoestima y porque nuestras vidas están vacías.
No creo que criticar a otros sea un trabajo exclusivo de mujeres, ni mucho menos, ni tampoco una actividad propia de cafeterías. Los hombres también rajamos de los demás en cuanto se nos presenta la oportunidad, y si no me creen dense una vuelta por los bares del pueblo.
Generalmente, el nivel de critiqueo (curiosa palabra propia del pueblo) suele ser inversamente proporcional al número de ocupaciones y satisfacción con la propia vida de quien habla mal de la gente. Esto quiere decir que, si lleváramos una dura jornada diaria de trabajo y tuviésemos mil obligaciones, no tendríamos tiempo de fijarnos en lo que hacen o dejan de hacer los demás. Claro que trabajar tampoco implica llevar una vida plena, pues además de que también hay habladurías entre los propios compañeros de trabajo, los momentos de ocio, si están vacíos, corren el riesgo de ser destinados a ocupaciones poco provechosas (y a veces muy dañinas) como es el caso del critiqueo.
Cuando no tenemos nada en lo que emplear nuestro tiempo tendemos a sentirnos vacíos y decepcionados con nuestras vidas. Hay quien es consciente de este sentimiento, sabe definirlo y delimitarlo y trata de conocerse a sí mismo para buscar algo que lo satisfaga y que le haga llenar ese hueco. Otros, sin embargo, no tienen esa suerte y sólo aciertan a frustrase, canalizando dicha frustración a través de la crítica a los comportamientos y acciones de los demás, que censuran para compensar su baja autoestima y sentirse más satisfechos y autosuficientes creyéndose en la ilusión de que ellos están libres de los horribles pecados que ven en los demás. Esto aporta, creo yo, mucha seguridad.
En los pueblos pequeños como Puerto Serrano, hombres y mujeres en paro o faltos de opciones de ocio verdaderamente atrayentes son las víctimas ideales de esta tentación.