Olvera - Cadiz

En una antigua enciclopedia china, o algo parecido a una enciclopedia, se encuentra esta curiosa clasificación de los animales:
"Los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas f) fabulosos g) perros sueltos h) incluidos en esta clasificación i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcetera m) que acaban de romper un jarrón n) que de lejos parecen moscas"
Esto sobrepasa nuestros límites de entendimiento, la imposibilidad de pensar esto. Las maneras de estar y ver el mundo entre el autor de esta taxonomía y nosotros es infranqueable. Un diálogo si fuera posible a través del tiempo y la distancia sería un encuentro vano. Pero por mi triste experiencia he chocado (y siempre perdido) con gente de mi tierra y mi tiempo y la comunicación también me ha sido imposible.
En realidad siento cierto miedo a que el poder está conformando la mente humana conformando unas estructuras según sus intereses.

UNA ESTUPENDA CLASE PRÁCTICA DE FILOSOFÍA.

En los comienzos de la Dictadura Militar en Argentina la policía invadió la Universidad de Buenos Aires, mostrándose particularmente dura en las facultades de Derecho y Economía, como era lógico; pero aprovechando el viaje quisieron dar un repaso en otras para que se fueran enterando de que empezaban un Tiempo Nuevo, entre ellas la de Filosofía. Así, entraron en un aula donde un profesor explicaba El Discurso del Método de Descartes, cuando dice que “uno debe dudar de todo, de lo que ve, de la Inquisición, de la existencia de dios, etc., pero de lo que uno no puede dudar es de que está pensando que duda y, por tanto, yo soy pensante y, por consiguiente, yo soy”. En ese momento la policía les hizo ponerse en fila y pasar por un pasillo en que otros policías les aporreaban. Al finalizar tan doloroso paseíllo, uno de los magullados dijo “Profesor, hemos entendido a Descartes perfectamente, ninguno dudamos de que existen cosas externas a nosotros, como las porras de los policías”

La campaña de Susana se ha basado en tres pilares: 1.- Su padre era fontanero (a ver cuantos saben quien es el padre de Maillo), 2.- Está embarazada (cuántas veces ha citado a su futuro hijo), 3.- Es simpática, se rié más y mejor que cualquier otro candidato. Estos factores en Andalucía han sido fundamentales, hija de uno como nosotros, para muchas mujeres, la solidaridad de muchas con una futura mamá y que es graciosa, y no como esos otros con aspecto de gente seria, honrada y trabajadora. Claro que también están sus profundos conocimientos en materia socio-econímica, como se manifiesta en este comentario: "Podemos representa lo que representa", donde no se nota desde luego la influencia de La sociedad disciplinaria de Foucault. Claro que también se podría aplicar al PP o al Papa Francisco. Cuando lo oí recordé una pancarta de un partido ante unas elecciones en la República: "Nosotros somos ¡Nosotros!".

La gran estafa (I)

Un aniversario curioso

Livermore, California. 83.000 habitantes, es conocida en ciertos ambientes minoritarios por un hecho particular. No da al mar, carece de una geografía espectacular y no es cuna de alguien genéricamente conocido. En el año 2001 se celebró un centenario de algo que, con toda seguridad, no se había celebrado nunca en ningún otro lugar. Asistieron unas ochocientas personas y la tarta tenía un dibujo extraño, una bombilla.
En 1972 a un bombero le llamó la atención la extraña forma de una bombilla, nunca había visto una así; preguntó a los más veteranos y le dijeron que siempre la habían visto allí. Se lo dijo a un periodista que se puso a investigar. Los bomberos jubilados le confirmaron que ya estaba allí cuando entraron en el cuerpo. Repasando papeles comprobó que la bombilla estaba en el Parque de Bomberos desde 1901. Era la bombilla más antigua del mundo y, que yo sepa, sigue encendiéndose cada día.
Esta aparente anécdota tiene un significado importantísimo para comprender cómo funciona nuestro sistema socioeconómico. A principios del s. XX las empresas fabricantes de bombillas le llamaron la atención a la que fabricaba aquel modelo y le advirtieron de su terrible significado: Cuando cada uno tuviera las bombillas que necesitaba tendrían que cerrar, lo cual no beneficiaba a nadie, tampoco a los sindicatos, así que había que fabricar bombillas programadas para que se fundieran al cabo de una serie de horas de funcionamiento (entre 1.000 y 1.500) y así las fábricas funcionarían indefinidamente.
Dicho y hecho, todas las bombillas fueron destruidas y la formula quemada. Y así se impuso la Verdad del sistema capitalista.

La gran estafa (II)

En 1927 se publicó el que quizás sea el libro más importante de filosofía del siglo XX, “Ser y tiempo”, del alemán Heidegger. Es un libro difícil de leer, el autor no tiene en cuenta que no todo el mundo tiene sus conocimientos y su inteligencia. Tomemos una frase:
“Ninguna época ha sabido tantas y tan diversas cosas del hombre como la nuestra. Pero en verdad, nunca se ha sabido menos qué es el hombre.”
¿Qué puedo decir ante esto? Pues callarme, será así. Habla de que somos seres existenciales arrojados al mundo. A un mundo de realidades, de cosas, como una mesa o una vaca. Pero lo que caracteriza al hombre (y a la mujer, claro) no es que seamos una realidad, sino una posibilidad, mientras la mesa es una cosa y una vaca se va a limitar a comer hierba y dar leche, las posibilidades del hombre son muchas, de las cuales la mayoría ni nos las planteamos. Pero hay un posible que habita todos los posibles, la posibilidad de morir. Da pena ver la fotografía de la mujer muerta en el terremoto de Nepal, llena de vida y de ilusión, de pensar en los adolescentes asesinados por aquel piloto miserable.
Entre los posibles, el autor distingue dos tipos de personas:
Los que llevan una existencia inauténtica, viven para negar que van a morir. No piensan nunca en ello, les da angustia. En la película El Gabinete del Dr. Caligari, que ha creado una especie de monstruo que entre otras cosas adivina el futuro, uno riéndose le pregunta cuándo se va a morir y el monstruo le responde “mañana por la mañana”. La expresión del individuo cambia totalmente, ya no le vale decirse “voy a morir, pero aún no”, y ya uno deja de creer que no existe la muerte, porque está aquí, en el presente.
Por otra parte, están los que llevan una existencia auténtica, los que saben que el ser humano es un ser para la muerte, el único, porque los animales no saben que van a morir, ellos un día “cesan” de vivir. Y aún así, sabiendo que van a morir, tienen el valor de vivir y aprecian más sus posibilidades, el día a día porque saben que no son eternos e intentan responder a esa tremenda pregunta ¿Quién o qué soy yo? Pero pocos hablan ya del misterio del ser como nadie habla ya de qué lengua utilizaban los ángeles. Como mucho, se responde “soy un ser que compra cosas”.

La gran estafa (IV)

Pero cuando Heidegger se refiere al hombre, ¿de qué concepto de hombre está hablando? Desde luego, no al hombre hecho a imagen y semejanza de Dios porque rompe muy pronto con el cristianismo, y eso que su padre era sacristán y él había sido monaguillo. Tampoco se refiere al Hombre con mayúscula de la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa o de los filósofos del XVIII, como el gran ser dotado de Razón. Él va más abajo, y se inventa una palabra, el Dasein. El alemán es un idioma de estructura compleja, con declinaciones, que permite expresar en una frase (todo lo larga que precises) pensamientos muy complejos. El Dasein está compuesto por sein, que significa “ser” y da, “ahí”, el “ser ahí”, el ser-en-el-mundo, vamos, habla de usted en concreto. ¿Y hacia qué está arrojado ese Dasain Está arrojado a su posibilidad.
Uno de los autores de cuyas letras bebe Heidegger es Kierkegaard que habla del hombre como “ese ser que se angustia y es más profundamente hombre mientras mayor es su angustia”. Como para irse de feria. Y esa angustia la produce la nada, que es lo que conlleva la muerte, que es la imposibilidad de todas las posibilidades.
Pero el hombre, al menos la mayoría, quiere negar la muerte y para ello se entrega a la existencia inauténtica, se entrega al mundo del “se dice”, “se dice que hay que ver tal programa de TV, se dice que hay que leer el último premio Planeta (para estar al día), que hay que comprar tal cosa, que hay que visitar tal ciudad (“pero cómo- te pueden decir-¿nunca has estado en París?” y a continuación te cuentan el viaje, aunque no se lo pidas), y encuentra la felicidad del rebaño, se refugia en lo anónimo, se viste, se pela, vive teniendo en cuenta no llamar la atención. La muerte es algo que le pasa a los otros, se ha convertido en un espectáculo, de ahí la expresión “cortejo fúnebre”, con sus coronas, sus mujeres llorando enfundadas en sus vestidos de luto. Es parte del espectáculo callejero.
¿Pero quien construye este mundo? El Poder, a través de los múltiples mecanismos de que dispone. Citando ahora a un discípulo, Foucault, “Por el poder del señorío de los otros, los sujetos son sujetados”.
Y así, yo, como tantos otros, soy ese tipo que se deja conducir, con la capacidad crítica aniquilada, cuya vida está determinada desde afuera.

La gran estafa (V)

Hay muchas cosas que el Poder nos hace pasar por normales cuando en realidad no lo son, y a veces son absurdas, que no soportan una reflexión. Pongo unos ejemplos:
Estoy de visita en casa de unos conocidos de otra ciudad. La mujer me enseña el vestido de novia de su hija casada recientemente. Es un vestido lujoso, utilizado un solo día. Lo que me viene a la mente es comentar “¡Qué desperdicio!”, pero claro, digo “qué bonito”. Lo que había ocurrido es que seguramente un matrimonio de clase media-alta hizo eso y ya sus conocidos tenían que hacer lo mismo para “no ser menos”, mientras hasta el siglo XIX un traje de novia podía servir de mortaja décadas después.
Hace bastantes años vivía en un barrio típicamente obrero (en el bloque no había ascensor). Una vecina angustiada me confesó la causa de sus preocupaciones, era una deuda en el banco de 300.000 pesetas para celebrar la primera comunión de uno de sus hijos, cuando llegaba con dificultad a final de mes. Para hacer una comparación, mi piso me había costado diez veces más. He participado alguna vez en esas jornadas de despilfarro de familiares donde la lógica es simplemente apartada. Se había introducido en sus mentes el “se dice” lo que hay que hacer, aunque suponga una ruina.
Todas las mañanas se tiran a la basura miles de maquinillas de afeitar desechables. Entre mis trabajos, está una empresa de encuestas, recuerdo una pagada por una empresa que se dedicada al tema de afeitado y tenía que preguntar los hábitos de los hombres sobre ese tema. En un pequeño pueblo de Almería había gente que utilizaba la navaja, y que se sorprendían cuando les preguntaba si la prisa era un factor importante en esa tarea. Para aquellos campesinos la prisa no era importante para nada. Seguramente hoy ya nadie utilice la navaja, que servía para toda la vida.
Y así podíamos seguir, con el que va a América a pasar unos días de playa, como si aquí no las hubiera. Otra cosa es quien va a Nueva York porque quiera conocer una ciudad única.
Pero es que la mayoría de las empresas practican la obsolescencia programada, como en el caso de las bombillas que expuse el otro día, fabricando cosas que se estropearán cuando pase un tiempo. ¿Por qué reaccionamos así con tanta docilidad? Otro día.

la apariencia es muchas veces
mas importante que la esencia amigo JUan Caro

Estimado Champang, lo que dices tiene una gran trascendencia, porque entonces tenemos que preguntarnos si somos libres o simplemente actuamos según la opinión de los demás. Comienzo aquí una serie de varios capítulos sobre la libertad del ser humano. Al final te agradecería una opinión.

La gran estafa (VI)

El fantasma de la libertad (a)
“Maestro (pregunta un niño en un dictado) libertad se podrá escribir con b o con v”: Escaso recorrido tiene la libertad, es un concepto abierto, como felicidad, con un fuerte componente subjetivo y difícil de definir. Para demostrarlo pongo un ejemplo: estoy en un bar del pueblo cuando era estudiante y estaba Franco y alguien me pregunta que qué queríamos los universitarios con tanta protesta, “más libertades”, respondí. “Yo soy libre”, dijo uno de ellos con una sonrisa. Y era verdad, posiblemente no había leído un libro en su vida, con lo que hubiera libros prohibidos le traía sin cuidado; el que no hubiera libertad de reunión, de expresión o de manifestación no las echaba en falta, porque para él las había, y libertad de presentarse partidos a elecciones, pues tampoco era necesario porque las leyes ya estaban, estaba prohibido robar, que era lo esencial.
Pero mi escrito sobre Nepomuceno Carlos de Cárdenas refleja la complejidad del tema, cuando propone a los esclavos de su finca que voten si quieren ser libres o esclavos y todos votan a favor de la esclavitud. Esto nos indica que la libertad no es un bien absoluto.
Pero están los componentes del carácter. En la novela Jude el Oscuro, que transcurre en Inglaterra en el siglo XIX en un pueblo, el maestro le dice a un joven que se vaya a la ciudad donde podrá estudiar en una buena escuela ya que tiene talento Pues bien, a pesar de que tiene las ideas claras sobre lo que tiene que hacer en la vida, la intromisión de otros hará que no lo consiga. En el viaje, que hace a pie, conocerá una pelandusca que lo liará hasta que se casa con él, así, cuando llega a la ciudad lo primero que tiene que hacer es buscar trabajo para mantener la familia, etc. Jude era libre, pero las deficiencias del carácter, tan comunes, hará que no pueda desarrollar su libertad.
Diferente punto de vista defienden los filósofos José Antonio Marina y Jean Paul Sartre. El primero demuestra nuestra libertad argumentado que uno puede levantar, si quiere, el brazo e igualmente puede salir a la calle y hacer un montón de cosas distintas que le permiten las leyes, hasta coger un tren y abandonar el país. Respecto a Sartre, mañana.

lo de la aparecia mas importante que
la esencia lo digo con pena Sr Juan Caro

La gran estafa (VII)

El fantasma de la libertad (b)
En “Las manos sucias” Sartre nos cuenta lo siguiente: Un hombre, llamémosle Hugo, decide pertenecer a un determinado Grupo donde hay que hacer un solemne juramento de obedecer las reglas internas. Es libre cuando lo hace. Más tarde en una reunión le dan a Hugo la orden de que tiene que matar a un hombre, y sale a la calle para hacerlo, pero a medida que camina va tomando conciencia que es él, y sólo él, el responsable de ese asesinato, ya no está la presión física de sus compañeros y Hugo toma conciencia de su libertad. No cuento el final porque de alguna manera el final es este, que Hugo se da cuenta que es el único responsable de sus actos y que no debe autoengañarse.
Analicemos ahora “Las moscas”: Orestes, hijo del rey Agamenón, el vencedor de la guerra de Troya, regresa a su tierra y se entera por su hermana Electra que su madre y un primo de su padre se confabularon para matar a su padre y ahora son los nuevos reyes. Orestes mata a los dos. Matar a la madre es el pecado más grande.
La escena crucial de la obra es el encaramiento entre Orestes y el dios Júpiter en el último acto. Júpiter ha reducido a Electra a lágrimas y remordimiento, y le ofrece a Orestes el trono de Argos si también él se arrepiente. Orestes lo rechaza, Júpiter lo acusa de ser “el más cobarde de los asesinos”, y Orestes responde: “El más cobarde de los asesinos es el que siente remordimiento”. Con voz grandilocuente, Júpiter le recuerda a Orestes que el universo todo se mueve de acuerdo a la ley de los Dioses, y le ruega para que obedezca. Orestes responde: “Tú eres el Rey de los Dioses, Júpiter, el Rey de las Piedras y de las Estrellas, el Rey de los Mares. Pero no eres el Rey de los Hombres”. Orestes reconoce que Júpiter lo ha creado como un hombre libre, y que como tal, el hombre dejó de pertenecer a los Dioses. “Yo soy mi libertad”, dice Orestes.
A conciencia de que debe encontrar su propio camino en la vida, como todo hombre, Orestes dice: “Tú eres un Dios y yo soy libre. Estamos igualmente solos, y nuestra angustia es la misma”. Júpiter le recuerda del sufrimiento que vendrá con tal descubrimiento, pero Orestes responde orgullosamente: “Los hombres son libres, y la vida humana comienza al otro lado de la desesperación”.
Y termino con esta frase de Sartre: “La libertad humana es una maldición; pero esa maldición es la única fuente de la nobleza del hombre”. Ruego a mis lectores emitan un juicio.

La gran estafa (VIII)

El fantasma de la libertad (c)


En culturas como la árabe se considera que nuestro destino está escrito, y es inútil luchar contra ello, tema que es magníficamente tratado en la película Lawrence de Arabia (que fue prohibida en Turquía, lo que da cuenta de lo miope y bruto del responsable de un país que solicita pertenecer a la UE). Si nuestro destino está predeterminado, es absurdo hablar de libertad. ¿Lo está?
“El destino de un hombre es su carácter”, afirma Sigmund Freud, que del tema entendía bastante. “Cuando digo no, me siento culpable”, es el título de un buen libro sobre psicología. Y cuando tiene ese título es que eso le pasa a mucha gente, y así una persona tímida se convierte en una víctima de alguien prepotente. Más aún, un neurótico prepotente (es el que piensa “Fulano es un buen amigo, me admira mucho”) cuando tropieza con un tímido que no dice “no” a cualquier demanda del otro y así cree evitar problemas, el prepotente se lanza a destruirlo sin poder evitarlo, es algo casi instintivo.
Pero veamos unos ejemplos sacados de la realidad y así advertimos lo variado del tema:
El tres de Marzo de 1875 se estrena en París la ópera Carmen, de Bizet. Fue un desastre. Ya en los ensayos la mayoría de los intérpretes no se lo tomaban muy en serio; un ministro pidió unas reservas para el estreno y el director de la ópera le sugirió que no lo acompañaran su esposa o hijos, ya que retrataba de una obra fuertemente inmoral. La crítica fue terrible, y el breve tiempo que continuó en cartel no llegaba a media entrada, con un público que iba a pasar un rato de cachondeo, gritando obscenidades a Carmen, papel representado por la mezzosoprano Celestine Galli-Marié, la única persona que cree que es una gran obra. Pasando de todo el mundo (que le recomiendan que no se obsesione, que se limite a cantar, su oficio), escribe al director de la Hofoper (la ópera de Viena) pidiéndole representar Carmen allí. Y este hombre acepta (un hombre valiente, sin duda, sabiendo del fracaso en París). El estreno el 23 de Octubre del mismo año es un gran éxito. Más que eso, Wagner, el gran compositor de óperas en alemán, escribe una carta a un periódico deshaciéndose en elogios, carta reproducida en los periódicos de París, y los “críticos” callan. Se reestrena en París esta vez con gran éxito, algunos piden que salga el autor para aclamarlo. Ignoran que Bizet murió a los tres meses del estreno debido a una fuerte depresión ocasionada por el fracaso de su obra más preciada.
La muerte del músico, hombre muy tímido, nos obliga a darle la razón a Nietzsche cuando se pregunta “¿Qué es bueno?” y se responde “ser valiente es bueno”.
Una reflexión a quien le apetezca ¿Cuántos tendríamos el valor de Celestine de ir en contra de todo el mundo porque sabe que tiene razón?

La gran estafa (IX)

El fantasma de la libertad (y d)

El futuro es peor, porque los indicios y pruebas de que la sentencia apuntada por Heidegger y confirmada por Foucault, “El hombre ha muerto”, cada vez cobra más visos de realidad. Una de las pruebas de esta afirmación es el nacimiento de una ciencia que nada más que su nombre causa terror, y debería causar alarma en las asociaciones de izquierda.
Me refiero al Neuromárqueting, el estudio y modificación del cerebro para propiciar las ventas. Ya Heidegger alertaba de los peligros de la publicidad en los años veinte, figuraos ahora.
El objeto del Neuromárqueting es conocer a los individuos mejor de lo que ellos se conocen. Pero ese conocimiento tiene una intencionalidad, influir en los mecanismos mentales de tal manera que lo conduzcamos a la compra, a la vez que una persona satisfecha de participar en el rebaño..
La técnica más utilizada es poner en el cerebro de una muestra de la población 64 sensores cerebrales que cada segundo emiten una apreciable cantidad de señales de cómo reacciona esa parte del cerebro a determinados estímulos, como anuncios (pero no sólo).
Esencialmente les interesan las reacciones cerebrales en tres parámetros:
-Atención
-Emoción
-Memoria
El que ahora haya anuncios en los que sin cortes que lo adviertan, los mismos actores de la serie o los intervinientes de un programa se pongan a anunciar algo, es para evitar que el cerebro diga “ahora es un anuncio, distinto al programa” y se le engañe porque le da la misma credibilidad o afecto al programa, y la tele es el nuevo instrumento de culto, como antes eran los cristos o los santos.
El Neuromárqueting se nutre de los avances importantes de la neurología, como “Yo soy un extraño bucle” de Hofstadter (libro que no recomiendo para llevárselo a la playa). Define al cerebro como una “máquina de pensar”, introduce conceptos nuevos como “pensodinámica o “mentálica estadística”.
Y si el hombre puede manejar cualquier máquina, ¿Por qué el cerebro iba a ser una excepción?
Termino y con toda intención con una frase de E. Fromm, el autor de “El miedo a la libertad”:

"El peligro del pasado era que los hombres fueran esclavos. Pero el peligro del futuro es que los hombres se conviertan en robots".

La gran estafa (X)

El paro aparece como la primera preocupación de los españoles. Paro, fea palabra. Hablemos de ello.
Eso de que antiguamente y se trabajaba mucho y que la duración de la jornada ha ido disminuyendo a lo largo de la historia hay que matizarlo. En la Edad Media, que no había reloj y los señores feudales no habían descubierto lo del máximo beneficio que impondría más tarde la burguesía, un campesino trabajaba tres o cuatro horas y con algún descansito. Pero acerquémonos al presente. El mundo quedó sobrecogido por una crisis tan inesperada como profunda, la crisis de 1929. No había habido ningún desastre natural, pero Estados Unidos de prácticamente el pleno empleo pasó a veinte millones de parados en tres años, tiempo en que no había ninguna cobertura de desempleo. De Estados Unidos por un perverso mecanismo se extendió a todo el mundo. Un conocido economista ingles, Keynes propone unas medidas totalmente nuevas en economía, entre las que destacan que el estado intervenga en la economía y que el déficit público (que el Estado gaste más de lo que ingresa) puede ser necesario para superar la crisis.
Pero lo que nos interesa aquí es un artículo suyo de 1930 en el que afirmaba que era necesario REDUCIR LA JORNADA DE TRABAJO A TREINTA HORAS SEMANALES. En el Congreso americano había consenso y se daba por seguro su aplicación. Empezó una organizada campaña de presiones del Poder y no se aprobó. Hasta ahora. La República en España puso la jornada de ocho horas. Pero en esta crisis no se habla de reducción de la jornada laboral.
La opinión del Club de Roma es más radical. Propone el Crecimiento Cero de la economía, basado en el elemental principio de que un mundo finito no puede soportar un crecimiento infinito de explotación de recursos. El aumento de la productividad no supondría mayor producción, sino un horario de trabajo menor para producir lo mismo. De esto no se habla nada, y así vamos a la locura.

La gran estafa (XI)
Un precedente, la guerra de la Triple Alianza (1):
Es una guerra aparte de otras guerras. En los libros de texto de alguno de los participantes durante un tiempo no aparecía, se ocultaba. Fue una guerra donde había motivos económicos, y en cual no, se me puede argumentar; motivaciones políticas, pues bueno; pero también había diferencias esenciales en cuanto al modelo de cómo organizar la sociedad y, finalmente, llegó a haber un odio absoluto hacia el otro, sólo por ser del otro país, aunque tuvieran el mismo idioma, los mismos hábitos, la misma fe religiosa, casi la misma cultura.
Si contempláis el Sur de América del Sur, preciosas tierras donde las haya, veréis un pequeño país de nombre Paraguay; al Norte Brasil, al Sur y al Este Argentina y cerca Uruguay. En los primeros años de la década de los sesenta del siglo XIX Brasil, Argentina y Uruguay firman un tratado secreto, objetivo, acabar con el sistema económico de Paraguay. ¿Pero por qué? ¿Qué terrible pecado habían cometido los paraguayos?
Qué bonito, qué encantadora puede ser la Historia. Y qué triste, cuánta miseria puede esconderse en algunos hombres y qué terrible puede ser cuando esta gente tiene Poder.

La gran estafa (XII)
Un precedente, la guerra de la Triple Alianza (2):
1.865 fue un año importante en la historia de América. Terminó la Guerra Civil de los Estados Unidos, sobre la que se hizo Lo que el viento se llevó y montones de películas Lo que sabemos unos cuantos es que en ese año comenzó otra guerra. Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay. Sobre esta guerra, también llamada de la infamia, las películas, como La semilla y la sangre, ingenuas, son desconocidas por la mayoría.
EL FONDO DE LA CUESTIÓN: La industria textil más importante del mundo era la inglesa, que se nutría del algodón del Sur de Estados Unidos, pero la guerra ha arruinado los cultivos. ¿Dónde se puede cultivar algodón? Los expertos en el tema llaman a Paraguay la Missisipi del sur; también en algunas zonas de La India que el ejército se apresura a ocupar. Todos los países de la zona practican la absoluta libertad de comercio. Todos menos Paraguay, cuyo comercio exterior está a cargo del Estado, y no tiene ninguna intención de vender algodón al precio del producido con mano de obra esclava. Es un mal ejemplo para la zona por varios motivos o por uno sólo. Es un sistema socioeconómico distinto, y puede ser un mal ejemplo para mucha gente.
A veces un amigo me pregunta si tal modelo económico es mejor o peor que otro y respondo que depende para quien, que al igual que unas películas gustan más a unos que a otros, lo mismo pasa con los modelos.
En Argentina y en Brasil había gente riquísima, propietarias de fincas enormes, con palacios y montones de criados y niños desnutridos que mendigaban. En Paraguay no había ninguna de esas cosas.