La Alegria. La señorita Penelole aquel día había propuesto un nuevo reto a sus alumnos: la alegría, y lo había hecho en plan desafío de récord. Les había nombrado "recaudadores" de alegría, para ver qué se les ocurría con tal de provocar la alegría de los que les rodeaban. Y aunque todos hicieron cosas realmente encantadoras, aquella vez el Señorito Daniel Sampere dejó a todos con la boca abierta. Algunos días después del encargo de la señorita Penelope, Daniel Sampere apareció cargando un gran saco. - Aquí traigo toda la alegría que he recaudado en estos días -dijo sonriente. Todos estaban expectantes, pero Daniel no quiso mostrar el contenido del saco. En vez de eso, sacó una pequeña caja, tomó una cámara de fotos instantánea, y le entregó la caja a la maestra. - Ábrala, señorita Penelope. La profesora abrió la caja despacio y miró en su interior, y una gran sonrisa se dibujó en su rostro; en ese momento, Daniel le hizo una fotografía. Luego le entregó la foto y un papel. La maestra leyó el papel en silencio, y cuando terminó, señaló con gesto de sorpresa el gran saco. - Así que eso es... - ¡Sí! -interrumpió Daniel, deshaciendo el nudo que cerraba el saco- ¡un gran montón de sonrisas! Y del saco cayeron cientos de fotos, todas ellas de variadas y bellas sonrisas. El resto de la clase lo dedicaron a explicar cómo a Daniel se le había ocurrido iniciar una cadena para alegrar un poquito a las personas: en la caja sólo había una foto con una gran sonrisa, y todos, al abrirla, sentían la alegría que transmitía y respondían a su vez con una sonrisa, casi sin querer. Daniel les sacaba una foto con su propia sonrisa, y les entregaba un papelito donde les pedía que hicieran lo mismo con otras personas, y le enviaran una copia de las fotografías a la dirección de su casa. Y durante aquellos días y meses, el buzón de Daniel no dejó de llenarse de las fotos de las sonrisas de tanta gente agradecida, ayudando a todos a comprender que el simple hecho de sonreir ya es un regalo para todo el mundo. |