Grazalema - Cadiz

De niño atesoré tres misterios que certificaban la frontera de la inocencia infantil. Mi recuerdo de aquellos felices años los relaciono inexorablemente con las fantasías que nos provocaban esa tríada de misterios que eran el ratón Pérez, los Reyes Magos y la cigüeña.

Sobre el primero, el ratón Pérez, mis hermanos y yo especulábamos sobre la utilidad de tanto diente para ese animalito y el lugar, que ya se antojaba como imposible, donde ese super-pet terminaría acumulando tantas piezas dentarias de tantos niños, del mundo mundial. Una incoherencia que no restaba un ápice a nuestra fe absoluta en la existencia de un ser tan pequeño como forzudo al poder transportar, a veces, regalos tan dispares como una bolsa cargada de chupa-chups, pipas Pogil (la del mono) y chicles Bazooka Joe o un balón de goma blanca de aquellos que regalaban las patatas Matarile. Pasados los años, como padre, recuerdo que sin haber hablado nunca con mis hijos de las preguntas eternas de este primer misterio de los sueños infantiles, ellos me hacen las mismas deducciones y me repiten estas mismas preguntas como si eso fuese un guión fijo que se corresponde a las dudas existenciales de la primera infancia. Recuerdo que ante la formulación de esas interrogantes (tan inesperadas como archiconocidas por mí) no he podido evitar la noche de vísperas de ese sueño esperanzador de mis hijos ante un pequeño diente caído, una reacción definitivamente incómoda, ante cuestiones tan comprometidas como sonrojantes para este padre sabelotodo. Escarmentado, incluso llegué a guardar una imagen del ratón Pérez, que salía en la publicidad de Caja San Fernando, para colocarla en las noches que mis desdentados hijos esperan, con la misma ilusión que lo hice a su edad, la llegada de aquel amiguito buscador de las melladas sonrisas infantiles.

Sobre los Reyes Magos, ¿qué decir?. Siempre pensé que son los reyes de los misterios infantiles. Antes y ahora, y esperemos que dure, los niños viven con tal ilusión su existencia que, a pesar de ver a estos personajes mitad fantasía, mitad realidad, con diferentes caras, barbas y ropajes según sean los que les visitan a finales de diciembre en el cole, o los que salen en las cabalgatas del día 5 (desde que mis hijos eran pequeñitos esa tarde solemos ir a ver la de El Puerto y después no nos perdemos la siempre espectacular e inmejorable cabalgata de Jerez) o los que salen también en la TV en esos días. Por más caras diferentes y sospechosas presencias de ese desfile de imitadores de Reyes Magos, para los pequeños la afirmación de su existencia es tan rotunda que no nos cabrá duda si hablamos del asunto con alguno de los preescolares (ahora se llaman de educación infantil) de cualquier colegio de España y del extranjero. En el particular recuerdo de mi infancia, aquella inocencia también estuvo garantizada por más juguetes que se vendieran en la tienda de Blas y por más juguetes que pasaran por las narices de mis hermanos y mía cuando contribuíamos a empaquetar los que los padres de nuestros vecinos y amigos les reservaban para ese día. El sueño de los Reyes Magos era tan sólido que nunca tuvimos duda de su existencia. Más aún, cuando ocurrió lo que le ocurrió a mi hermano inmediatamente inferior en edad a mí (somos 7 hermanos) un año que se encaprichó de un coche eléctrico de época que mi padre había colocado en el centro del escaparate de la tienda junto a los juegos reunidos Geyper y los Exin-castillos de diferentes tamaño, que no faltaban nunca. Aquel vehículo era caro y sofisticado y más parecía destinado a adornar algún mueble-bar de formica de alguna casa grazalemeña, que a hacer feliz a algún niño empujándolo por los escalones de piedra de alguna de nuestras viviendas o altozanos. Sin embargo, el cochecito desapareció del escaparate la tarde del día anterior porque al parecer alguien lo compró y la desolada sorpresa y reacción llorona y afligida de mi hermano provocó tal alboroto y pelotera constante durante día y medio que, de lo ocurrido, supieron con detalle todos los Guardias Civiles del pueblo, los barberos, clientes de la barbería y los que allí paraban a tomar un vino y hasta los que fueron esos días a comprar sellos o tabaco al estanco; sin que nadie tuviese remedio para su desconsuelo. Luego resultó que, aquella noche de Reyes, Baltasar le puso aquel coche a mi hermano y desde entonces todos confirmamos sin excepción que los Reyes existían porque hacían actos tan mágicos y milagrosos como aquel que hizo feliz, además de a mi hermano, a todo el vecindario de la Puentezuela y parte de los Corrales.

Y sobre la cigüeña en mi infancia siempre hubo mucho, mucho que hablar. Mi padre y mi abuelo y mi hermano mayor le hacían, con su nombre, honor al rito anual de su llegada a nuestra tierra. Y así el día 3 de febrero se celebraba el santo por excelencia para mi familia que todos los conocidos y amigos recordaban y acompañaban su felicitación con el dicho “por San Blas las cigüeñas verás”. ¡Cosa que no ocurría nunca!. Que yo recuerde, nunca vimos ninguna cigüeña por San Blas, pero tampoco antes ni después. Bueno, una vez unos niños dijeron que había una en la iglesia de San José, pero cuando acudimos corriendo a verla ya se había ido, aunque de esa anécdota saqué sobre todo que mi imaginación se disparara suponiendo como sería aquel enorme pájaro cuyo misterio encerraba la fortaleza y la fortuna de ser capaz de traer a los niños de París. Y esa imaginación, entonces forjada, se reactivó sucesivamente ya que en mi familia nos visitaba la cigüeña una y otra vez y casi anualmente. En pocos años nacieron 4 de mis hermanos y, conforme yo crecía, estaba cada vez más convencido de que la cigüeña entraba volando por la calle Nueva, se posaba en el balcón de mi casa, y dejaba otro niño en la cama de mis padres que estaba en la habitación de ese balcón. Un año, cuando nació la primera de mis dos hermanas, mi hermano, el del coche eléctrico, dijo haber visto a la cigüeña posada en ese balcón y su sobresalto e impresión fue tal que corrió escaleras abajo gritándolo y provocando el jolgorio de los viajantes y clientas que en ese momento llenaban la tienda de Blas. Luego, resultó ser cierto que en mi familia había una nueva hermanita, razón para que, sin ninguna duda, durante años aquella visión de mi hermano fuese la prueba irrefutable de que las cigüeñas existían, trayendo niños y niñas de París o de donde fuera.

Y ahora, habiendo pasado tanto tiempo de aquellas historias, siento que las tengo en mi memoria tan recientes, junto a todas las demás; e incluso muchas veces pienso, cuando se me olvida el lugar donde pongo el móvil o la cartera dentro de mi casa, que más quisiera recordar lo que hice hace horas con tanta frescura como lo hago con lo ocurrido hace décadas. Hechos y peripecias infantiles que se avivan recientemente cuando viajo a mi trabajo camino de Cádiz o Puerto Real. La maravilla de la vida y la naturaleza en este parque natural de la Bahía y del Pinar de la Algaida han hecho que ahora, desvelados los misterio ocultos de la infancia, pero con mucha añoranza, vea pasar casi diariamente por encima de mi coche bandadas de cigüeñas (igual que es espectacular las de flamencos o patos malvasía) ante mis ojos atónitos que se antojan infantiles y siempre sorprendidos. Presencias que disfruto ahora enormemente, entre otras razones, porque me transportan una y otra vez a aquellos días en los que estuvieron tan presentes mis sueños y fantasías como ahora lo hacen, con insistencia y ternura, los recuerdos de aquella feliz infancia grazalemeña.

Rocafuerte, enhorabuena. Es de lo mejor que he leido por aqui...
Sin duda me has hecho que fuese viendo todo claramente mientras leia lo que has escrito.
Es fabuloso amigo.

Gracias por compartirlo

Estimado amigo,
Tiene Usted, el don de evocar sentimientos…
Es fácil escribir sin decir nada, y sobre todo narrar acontecimientos sin capacidad de insinuar, pero en sus escritos se palpan colores, olores, sensaciones, ilusiones, sonidos de risas, penas, manifestaciones de placer… y mil cosas que se me ocurren de pronto…

Usted con su particular forma de escribir, cuidada, tallada, hace que sonriamos cuando leemos sus artículos…

Sobre todo visito el foro para poder visitar sus actuaciones y las de otro forero, Cubilete, que tiene la capacidad de trasmitir con una sencillez fuera de lo común.

Enhorabuena Señor Rocafuerte.

Totalmente de acuerdo con Jopichi.

Espero que sigas Rocafuerte contadonos cosas.

Saludos

has traido las cigüeñas tembién a mi memoria, de repente me asaltó la imagen de un día invernal camino de Algeciras, y la impresión que me provocó ver cientos de nidos de cigúeñas a lo largo de varios kmtros sobre postes de la luz perfectamente alineados, y por su puesto la pregunta a mi padre.. que le provocó una sonora carcajada..¿papá, todas estas cigúeñas traen los niños de París?? pues si que va a ver niños pequeños.

Al llegar hoy a mi pueblo me entero de que tenemos nueva cartera , y cual ha sido mi sorpresa cuando me han dicho el nombre de dicha persona , hace unos dias se abrio la bolsa de empleo del ayuntamiento en el cual se les pedia a todos , un mes de experiencia , incluso para peones que ya es decir , cuando sabemos que por desgracia hay mucho paro y muchas personas que no han trabajado nunca y por lo tanto no pueden trabajar en dicha bolsa hasta que tenga ese mes trabajado , los hay incluso con carrera , pues cual es mi sorpresa , que una empresa publica contrate a esta persona para el reparto postal sin tener ninguna experiencia , sin estar en bolsa etc etc y para un miserable mes de peon exijan tantos requisitos , pues no lo endiendo

yo si lo entiendo, aunque me lo guardo.

pregunta de ignorante:

El cartero. ¿es elegido por el ayuntamiento?.

Los que yo he conosido o estaban en una bolsa de correos o habian opositado a ello.

Saludos

se estai cargando un buen escrito
este no es el sitio abri otra conversacion

Un poco de orden.
Que tiene que ver el tocino con la velocidad...
totalmente de acuerdo con SANPRACACIO.

genio...........