Espera - Cadiz

Fuente: Diario El Mundo.

En Espera, algunos chavales matan el tiempo lanzando a una diana dardos con puntas tan afiladas como la crisis. Otros se dedican a organizar rifas de «pajaritos o espárragos» para echarse unos euros al bolsillo. Los que menos, a una edad poco dada a ello, vuelven a sentarse en un pupitre de una clase cualquiera. Nunca es tarde, se dicen.

Rubén Rodríguez, 23 años, y Alberto Castro, un año mayor, son de los chicos que ven en el juego de la diana una suerte de su propia existencia. Los dos están parados desde hace dos años. Los dos dejaron los estudios a los 16. Los dos se fueron a la obra y los dos viven ahora de y con sus padres.

«Si no fuera por ellos, estaríamos robando o ahorcados», afirma Alberto, que llega a hacer el gesto de una soga imaginaria tirando de su cuello. El chico, con un niño de dos años que mantener, no tiene ingresos. Su novia, que todavía vive en casa de sus padres, recibe 426 euros para mantener al hijo que vio nacer hace dos años. Para ellos, tener un techo que compartir es una utopía.

Cuando Alberto fue padre cobraba 1.400 euros trabajando en la construcción. Antes lo hizo poniendo vías del tren. Vivía con holgura. «Nunca pensé que me iba a hacer tanta falta el dinero», cuenta el chaval mientras prueba su puntería, a las cinco de la tarde de este martes, en la diana de la peña madridista de Espera, el pueblo de España con más parados.

Rubén es su compañero de partida. Vive en una casa golpeada por el paro: sus dos hermanos y sus padres no tienen empleo. Tampoco él, que ha trabajado como pulidor hasta hace dos años. A sus 23, reconoce que es una víctima más de la caída del sector de ladrillo, que a tantos jóvenes atrajo hasta 2007, cuando España comenzó a saber que la familia es un plato de puchero cliente en la mesa del comedor de mamá.

«Si me sale algo, me voy. Pero sé que sin estar formado es muy difícil tener salida. Espera no tiene futuro. Para un joven, quedarse aquí es la muerte», cuenta Rubén, que logra pagarse «el móvil y los cuatros cafés» que se toma haciendo algunas «chapucillas» que le salen.

En pocos días se irá a Huelva. Va a terminar una obra. Con las dos jornadas de trabajo que le prometen ganará 200 euros. Es la parte buena. La mala, que no estará asegurado y deberá dormir en el suelo del propio tajo tapado con las mantas que se lleve de casa. «Antes podía elegir la empresa con la que trabajaba –dice resignado-. Ahora la elección es simple: eso o nada».

58 por 100 de paro

Espera, una población en plena sierra de Cádiz con poco más de 4.000 habitantes y un 58% de paro, se enfrenta ahora, como muchas otras, al mismo problema que hace tres décadas Andalucía pudo solventar gracias al empleo agrario: la despoblación por falta de oportunidades.

En los años 80, el PER sirvió para anclar a la gente a su pueblo natal y evitar un éxodo a las ciudades. Pero en ese tiempo el trabajo en el campo era un seguro. Hoy es un signo de interrogación que muchos intentan responder comprando peonadas ilegalmente al empresario de turno por 22-23 euros para luego cobrar el paro agrario durante medio año.

Antonio Moreno, funcionario del Ayuntamiento, explica que «el boom del hormigón hizo mucho daño» al pueblo y ahora, además, «la gente ha dejado de confiar en el campo». La mayoría de los que tienen tierras, dice, sólo plantan cultivos para recibir las subvenciones que vienen de Europa. Luego, si no son rentables o no generan trabajo, «les da igual». «Ellos ya habrán conseguido lo que buscaban», afirma.

El pueblo, de casas bajas y blancas, en una continua pendiente, ve cómo los más jóvenes se debaten entre seguir allí o emigrar. Cristobal Campón, de 26 años, lo tiene claro. Asegura que en el campo, donde él ha trabajado más de una vez, «se ha acabado todo». Se irá de Espera en dos meses si antes no encuentra un trabajo.

Unos jóvenes muestran números de la rifa con la que consiguen algo de dinero.| A.L.
Emigrar a Cataluña Dice que probará suerte en Cataluña, donde tiene familia. En paro y sin ingresos desde hace 6 meses, ayuda en el bar Rafael, que dirigen su abuela y su tío. Hay poca clientela, pero se saca para sus gastos y para no tener que pedirle nada a sus padres ni a ninguno de sus tres hermanos, todos desempleados.

La abuela del chico, la pequeña pero vital Carmen Mancheño, recuerda que hace «seis o siete años en el pueblo había más de 30 empresitas de la construcción». También cuenta que ahora los jóvenes «se pasan el día dando culazos de asiento en asiento». La anciana, pese a que le da pena, reconoce que los chavales de la edad de su nieto tienen «ya poco que hacer aquí».

Rifas y espárragos

La crisis ha agudizado el ingenio de algunos, convertidos en auténticos buscavidas. Más de un vecino de Espera organiza rifas cuyos premios son unos cuántos kilos de «pajaritos» o de espárragos que recogen del campo.

Manuel Romero es uno de ellos. Llega a la peña madridista de Espera con prisa e intentando vender una papeleta de la rifa semanal que organiza haciéndola coincidir con el sorteo de la ONCE. Se gana 100 euros si vende los cien números. El vencedor se lleva «unos esparraguitos buenos».

El chaval, que lleva dos años parados, en febrero se va a Huelva a trabajar en la campaña de la fresa, en la que ganará 36 euros diarios. «Las rifas sólo me dan para ir tirando mientras no hay otra cosa», explica el chaval.

Su amigo Lucas Durán es el camarero del bar de la peña. Mientras sirve un café a Paco Mancheño, 38 años y parado desde hace cuatro, explica que ha vuelto a las aulas. Tras quedarse en paro, Lucas se sacó el graduado y ahora estudia para ser soldador. Su vida es un espejo de la España de 2013. «Me salí del colegio para trabajar y ahora he vuelto para encontrar trabajo».

Una empresa, convertida en el pulmón de Espera

La empresa M&M (Mecanizados y Montajes Aeronáuticos) se ha convertido en el sostén de un pueblo azotado por el paro. Su cliente principal es Airbus. En 2012 facturó 8 millones de euros, tiene una factoría en El Puerto de Santa María y en sólo unas semanas abrirá otra en el polígono industrial de Espera.

Sede de la empresa M&M.
De los alrededor de 160 empleados que Juan Ferreras, su dueño, tiene en nómina, 60 de ellos son espereños. Julio Garrucho, vecino del pueblo, lleva dos años trabajando para M&M. Estos días acondiciona, junto a unos cuantos compañeros, la nueva nave.

El hombre, cuya empresa de hormigón quebró con el estallido de la burbuja inmobiliaria, se siente un afortunado. «Esto es lo único que da trabajo en el pueblo –afirma-. No hay nada más».

Juan Ferreras es un empresario atípico. Dice que en el origen de su proyecto empresarial, que comenzó en 2004, contemplaba «apostar por los jóvenes del pueblo y por gente de Espera con problemas». Ocho años después de aquello, su propósito es una realidad. «A mí y a mi gente más cercana nos gustan los retos imposibles», explica.

Ahora, cada vez que sale a la calle, sus vecinos le piden trabajo, pero él es incapaz de asumir todas las peticiones. «Ojalá pudiera», dice. Su siguiente proyecto, que ya está ultimado, es crear una fundación en Espera. Juan cuenta que busca cambiar la mentalidad de los chavales para que «se formen y tengan salidas laborales».

El Profea crea 19.000 jornales en Villamartín, Prado y Bornos y que pasa en espera ......

esta muy bien todo, porque hasta ahora no se han dado cuenta lo que en realidad estaba sucediendo, mientras se han derrochado tanto dinero, lo digo por todos eee , porque en realidad casi todos hemos derrochado y ahora nos quejamos, hay muchas personas que no tienen ayuda de nadie y lo estan estan pasando muy mal y sin embargo lo disimulan muy bien, pero hay otras que lo llevan muy bien y lo disimulan muy mal en esto no sabemos todavia quien esta mal o quien esta bien y ohora cambio el tema de LA AERONAUTICA pienso, hombre, que esta muy bien para quien se lleve bien y pueda adquirir ese trabajo, tiene que ser personas allegadas , y le que le hagan un poco la pelota o de la familia por lo que se ve la cosa esta muy clara..