El Puerto de Santa María - Cadiz

A Rubalcaba se la amontonan los casos de corrupción

Cada vez hay más cargos socialistas imputados y medios judiciales pronostican más cuando la Fiscalía saque decenas de investigaciones del congelador.

Si los sindicalistas de CC OO y UGT no improvisan algo fuera del guión de aquí a diez días, al paro general del día 29 no se apuntarán más que los liberados ociosos, que, como todo el mundo sabe, sólo trabajan cuando hacen huelga. A juzgar por la demostración sindical del 11-M, en la que se habló más de las víctimas del terrorismo que de la reforma laboral, no hay cuerpo en la manobra para hacer huelgas. El ánimo está bajo mínimos y la decepción con la izquierda inútil y ruinosa que nos ha gobernado desde 2004 se mezcla con la resignación ante los recortes de Rajoy.

La mayoría de los trabajadores es plenamente consciente de que si no hubiera elecciones en Andalucía el día 25 no se había convocado tan pronto una huelga general. Resulta absurdo exigir al Gobierno que se siente a negociar, como hacen a diario Rubalcaba, Méndez y Toxo, teniendo en cuenta que el proyecto de ley de la reforma aún no ha empezado el trámite parlamentario. Es en el Congreso, no en la calle, donde se dirimen las diferencias, se negocia, se debate y se aprueban las leyes. ¿A qué viene la huelga antes de que el proceso legislativo haya terminado? Es evidente: porque hay elecciones andaluzas y el PSOE necesita la movilización de los sindicatos para arrastrar a los defraudados votantes socialistas a las urnas.

Para colmo, los portavoces socialistas derrapan en las curvas a la hora de la réplica: Rubalcaba es el profesor pelmazo y Soraya Rodríguez actúa como la alumna aplicada a la que no le toman en serio ni el maestro ni los compañeros, empezando por Elena Valenciano, la más correosa y "killer" de todas. El último desbarre grave lo ha protagonizado Marcelino Iglesias que en su afán de ser el Pío García Escudero del PSOE ha perdido el oremus y ha convocado a los senadores a hacer huelga el día 29. Por si el Senado tenía pocos problemas de credibilidad y prestigio llega ahora Iglesias a embarrarlo en la pugna sindical. Patético.

En este arranque de Legislatura, la cúpula dirigente del PSOE tiene, entre otros de mayor cuantía, dos graves problemas que lastran su prestigio como oposición: la falta de credibilidad y la acumulación de casos de corrupción. Para superar la primera necesitará muchos meses y ninguna memoria para que los ciudadanos olviden los ocho años de Zapatero. Frente a eso, poco puede hacer Rubalcaba, salvo borrar pistas de que él también estuvo en el Gobierno y además de vicepresidente.

En cuanto a la corrupción, el escándalo empieza a adquirir tales proporciones que seguramente le pasen factura en Andalucía. A fecha de hoy, hay implicados un centenar de dirigentes, desde ex ministros, altos cargos autonómicos, alcaldes y concejales hasta secretarios de Estado y dirigentes históricos. La relación de casos es inacabable: fraude de los ERE, Invercaria, caso Campeón, caso Arcos, Ibiza centro, caso Elche, caso Plasencia, caso Unión de Canarias, caso Pretoria, tramas urbanísticas en una veintena de municipios...

No termina ahí el pliego de acusaciones. Según medios judiciales, en los próximos meses asistiremos a una avalancha de imputaciones de cargos del PSOE una vez que los fiscales bajo la dirección de Eduardo Torres-Dulce suelten el freno impuesto por su predecesor Conde-Pumpido y afloren decenas de investigaciones metidas en el congelador. Lo de Gürtel a su lado parecerá una travesura de chiquillos. Y eso, no habrá huelga general que lo tape.

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