Zorita - Caceres

LA OVEJA CIEGA


Cuando paseaba por los aledaños de mi pueblo, circulando por una de las numerosas calles entre fincas muradas, que se utilizan como caminos rurales para el acceso a las heredades ubicadas en sus márgenes, y también como vías de comunicación con las grandes fincas adehesadas del término, e inclusive de otros municipios colindantes, contemplaba los rastrojos de las escasas siembras de cereales ya recolectados, algún pequeño huerto escaso de riego, y múltiples parcelas de secos pastizales, residuos de los prados que durante el otoño del año anterior y la primavera del presente habían servido de alimento a numerosas cabezas de ganado lanar o vacuno, hasta que el intenso calor veraniego había agostado las hierbas silvestres, a pesar de lo cual, numerosos y pequeños grupos de ovejas aún continuaban paciendo en pastoreo libre sin levantar la cabeza en su afán de llenar sus estómagos.

Entre ellas, trigueros, gorriones, palomas domésticas y también alguna tórtola de paso, rebuscaban las semillas semienterradas en el suelo para conseguir estas últimas fortalecer su organismo con vistas a la travesía del estrecho de Gibraltar y los extensos arenales del Sahara para invernar en las tierras situadas más al Sur del referido desierto.

Por la calle de referencia, se aproximaba en dirección contraria a la que yo llevaba, un pequeño hato o rebaño lanar de unas 30 cabezas, posiblemente para ser trasladado a otra parcela próxima menos agotada que aquella de la que procedían.

El pastor marchaba tras ellas y un perrillo pequeño se encargaba de azuzarlas de vez en cuando, por lo que marchaban a buen paso. Una de estas ovejas, se había quedado rezagada, por lo que el cuidador ayudado por el can, trataban de estimularla para que caminase junto a las demás. Ésta, obligada a marchar más deprisa, se desvió hacia la izquierda y cayó en una zanja no muy profunda que, a modo de cuneta bordeaba el camino para evitar que las aguas pluviales dañasen el firme.

El animal, trataba de subir de nuevo a la calzada, cosa que no conseguía. De pronto, uno de los pequeños corderos que integraban el rebaño, volvió sobre sus pasos y metiéndose en la zanja, introdujo su cabeza bajo el vientre de la oveja ayudándola con sus escasas fuerzas a salir del apuro, cosa que logró tras no pocos esfuerzos de ambos.

Yo, que presenciaba la escena, detuve mi paseo y después de saludar al pastor, al que conocía sobradamente, le comenté lo que acababa de ver. Este me informó de que aquella oveja era ciega y el cordero su hijo, que la seguía siempre a corta distancia, aunque en este caso se había mezclado con sus congéneres olvidando por un momento a su progenitora.

Quedé tan impresionado que, después de despedirme del conductor del ganado, continué con mi paseo durante más de una hora sin lograr olvidarme de los hechos que termino de relatar. Había sido una prueba de cariño filial del pequeño cordero hacia su madre trayendo a mi recuerdo el de algunos humanos que, en circunstancias análogas, cuando sus padres ya ancianos o desvalidos no tienen la posibilidad de continuar ayudándoles física y hasta moralmente, no titubean en dejarlos abandonados a su suerte al marchar de vacaciones o internarles en centros de acogida donde tristes y en situación cai desesperada terminan sus días de vida.

Fue para mí una lección de humanidad y cariño por parte de un animal de los llamados irracionales que, a veces, demuestran tener mejores sentimientos que aquellos a los que la Naturaleza dotó de racionalidad. Sin saber por qué.

Mcf.

No se si como dices sera cuento o realidad, pero tal y como lo cuentas me parece realmente precioso.
un saludo.

Una vez más......ENHORABUENA CIFERMAN

SALUDOS.

Bonito, sensible y, lamentablemente, cierto, al menos en lo que respecta al final deshumanizado. Apúntese otra Cíferman.