Zorita - Caceres

LAS LAGUNAS DE LA SANGRE

Desde tiempo inmemorial, los zoriteños tenían como principal lugar de expansión campestre, hacer montañismo por la sierra de La Peña, paraje situado al Norte de la población, que se halla edificada casi al pie de la alineación montañosa que formando una especie de guirnalda geológica con los Montes de Toledo o cordillera Oretana, está constituida sucesivamente por las sierras de Altamira. De las Paredes y de Guadalupe, culminando con el cerro de Pedro Gómez donde alcanza los 1004 metros de altitud sobre el nivel del mar.

La Geología del macizo de Pedro Gómez y más especialmente aún, la de la sierra de La Peña, se halla constituida por pizarras ya arcillosas, que pasan a verdaderos filadios;, ya más arenosas; terrenos que habiendo sufrido grandes presiones cuando se formaron estas montañas, (actualmente minúsculos restos de gigantescas cordilleras que el trabajo del agua ha disgregado, grano por grano de sus rocas), se hallan enormemente plegadas y con sus capas frecuentemente, casi a la vertical.

En el valle de La Peña y en su fondo, siguiendo más o menos su eje, existe una especie de muralla constituida por cuarcitas fragmentadas por las presiones que, en ciertos trozos, parece dividir el valle en dos partes. A primera vista, parece un dique, pero su concordancia con las capas del cámbrico, muestran que se trata sencillamente, de una capa de cuarcita levantada prácticamente a la vertical, siguiendo el levantamiento de las otras capas. Talmente queda descrita, de una forma más o menos científica la muralla rocosa anteriormente aludida que es conocida desde siempre con el pomposo título de “Peña del Castillo”

Dicha peña, que da nombre a la sierra, de unos veinte metros de altura, resultaba fácil de escalar ascendiendo por una sucesión de espacios aterrazados o abancalados a distintos niveles, en su parte orientada al Norte, sobre los cuales se hallaban plantados algunos árboles tales como almendros e higueras y sobre todo vides, cultivo este ultimo establecido en ambas laderas de la sierra asociado con el olivar. Las viñas fueron devastadas por la epidemia de Filoxera que arrasó este cultivo en España allá por los años treinta del último siglo; y los olivares han sufrido asimismo grandes pérdidas del arbolado, debido al abandono de sus propietarios por antieconómicos y difíciles de laborear, así como por los sucesivos incendios forestales producidos en las últimas décadas, fortuitos o intencionados.

Desde su altura, puede contemplarse un panorama muy atractivo: En primer lugar, la población en su integridad y en su entorno, muy amplio, los dilatados encinares de la parte Oeste con la presa de Sierra Brava, de reciente construcción y también las llanuras y pueblos más o menos cercanos en un radio superior a los cuarenta Kilómetros.

Se sabe que allá por los siglos XI y XII de nuestra Era, en los reinados de Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León, existía en dicha Peña un castillo musulmán denominado de “Zuferola” o “Ciferuela” que fue objeto de sucesivos ataques en tiempos de la Reconquista entre moros y cristianos, siendo donado en 1195 a la Congregación de Hermanos de Trujillo y al maestre del último de los citados monarcas, fundador de la Universidad de Salamanca y vencedor en la batalla de Las Navas de Tolosa, que inició asimismo las conquistas al Sur del Tajo. Esta donación, debió consistir únicamente en los cascotes que quedaran del asedio y poco más.

Dicho castillo debió ser destruido hasta en sus cimientos, pues no existen actualmente vestigios del mismo que no sean otra cosa que una enorme cantidad de piedras sueltas y algunos restos de argamasa diseminados en derredor a la citada Peña y ya prácticamente enterrados u ocultos por la intrincada vegetación arbórea y arbustiva en estado selvático.

Existía en sus inmediaciones, una pequeña fuentecilla o manantial, denominada “Fuente de la Mora”, bautizada por los cristianos en recuerdo de alguna célebre representante anónima de las féminas árabes. Aunque algunos la hemos conocido aún con su pequeño manantial, hoy se halla prácticamente desaparecida por la invasión de zarzamoras y otra vegetación arbustiva, en estado irreconocible a partir de la segunda mitad del siglo XX, aunque aún se conserva algo más abajo otra fuente denominada “Tejete” con un pequeño pilón para recoger sus aguas, que brotan bajo un recinto o espacio abovedado con ladrillo cerámico, coronado con un bonito pináculo de granito, y no muy lejos de ésta también existe un gracioso puentecillo de un solo arco de medio punto con dovelas de granito, construido sobre las dos orillas del modesto arroyo que baja por el fondo del valle. Este último parece ser más bien de la época romana.

Con el nombre de Cigueruela, muy semejante al que tuvo el referido castillo existen unas fincas adehesadas ubicadas al Este de Zorita, cuya denominación quizá guarde alguna relación con la toponimia del mismo.

La leyenda, transmitida de boca en boca y que se ha ido perdiendo a través del tiempo, dice que la batalla o batallas que tuvieron lugar en la conquista del fuerte, fueron tan encarnizadas y sangrientas, que el líquido vital corrió ladera abajo de la sierra hasta llegar a unas pequeñas depresiones existentes en el hoy denominado cordel de Madrigalejo, una vía pecuaria que asciende hasta internarse en los términos de Conquista de la Sierra, Garciaz, muy próximo a las ruinas de la basílica visigótica de Portera y otros términos sucesivos por los que discurre dicha vía, antiguamente destinada a la trashumancia de ganado entre las regiones Extremeña y Castellana.

Estas depresiones, más bien parecen someras excavaciones practicadas por los alfareros de la localidad para extraer la arcilla roja que abunda en el subsuelo próximo al casco urbano por su parte Norte y se hallan enclavadas la lado de la denominada viña de “El tío Abel”, conocidas desde tiempos remotos por el lúgubre nombre de “Lagunas de la Sangre”.

Cabe pensar que, el color rojo de la arcilla disuelta en sus aguas, fuera identificada por nuestros antepasados como sangre de los moros abatidos en la contienda y también de los cristianos que debieron sucumbir en la encarnizada disputa por la posesión del tan repetido Castillo de Zuferola o Ciferuela.
Ya se sabe, las leyendas, leyendas son. Mas parece mucha sangre

M.C.F. Agosto 2007