Zorita - Caceres

L O T E R Í A

Como cada año, al llegar el mes de Diciembre, adquiero algunos décimos para el sorteo del día 22, que juego o intercambio con familiares y amigos, en pequeñas participaciones. Es una tradición más de las fiestas navideñas, que yo no abandono.

Nunca exijo un número determinado, ni un dígito final para optar el reintegro en el peor de los casos. Guardo las papeletas hasta el día 23, en que el periódico acompaña la lista completa de los premios, pues no me apasiona seguir por la radio, la cantinela monocorde de los niños de San Ildefonso, que cumplen su misión con total perfección; y, una vez más, compruebo que únicamente he conseguido algún reintegro y, precisamente, en participación de menor cuantía.

Con la papelera al lado, voy depositando, una a una, todas las papeletas hasta terminar su comprobación en la lista que yo llamo “del desengaño” o de “la desilusión”.

Ese mismo día, el periódico nos muestra, en lectura o en imágenes, el gran número de personas que han obtenido los premios mayores, que aparecen celebrándolo derramando a raudales el champán, el cava o la sidra. Son numerosos, pero si se publicaran las foto de los que no han sido agraciados, ésta si quesería interminable.

La gente juega con la ilusión de obtener el premio Gordo o alguno de los más importantes para liberar la hipoteca, saldar las deudas, permitirse algún capricho extra, o hacer realidad lo que lleva ansiando toda su vida, sin tener en cuenta que “jugar por necesidad, es perder por obligación”.

Se dice que trabajo y economía son la mejor lotería. Pero eso era antiguamente. Ahora, hay otros medios para hacerse rico o disfrutar, al menos, de un buen pasar. Y si no, que selo pregunten a muchos políticos, consejeros, asesores, altos ejecutivos y otros mangantes, amigos de lo ajeno, de los que a diario también nos informa la prensa y otros medios audiovisuales.

Pero así y todo se sigue jugando, como lo demuestra el hecho de que al día siguiente, se forman largas coas en las administraciones de Lotería para adquirir décimos del Niño, aunque ya el Estado afila sus garras para quedarse con el 20% de los premios mayores de 2.500 Euros. Es igual. La esperanza es lo último que se pierde.

Al que suscribe, este año, a pesar de lo repartido de los premios, según informaciones, no le ha tocado nada, el año pasado lo mismo, y al que viene, si Dios no lo remedia, igual. Pero hay que seguir la tradición.

Por ello, felicito, de todo corazón, a los que han sido agraciados, deseo suerte a estos y a los demás en el futuro y, sobre todo, salud en el año que comienza.

Con un fuerte abrazo.