Villanueva de la Sierra - Caceres

Un viento seco, gélido y cortante como hoja de guadaña recien afilada recorre a estas horas de la noche, silencioso y siniestro, las inhóspitas y solitarias calles de la adormilada aldea.

El anciano y solitario reloj de la plaza, encaramado cual vigía inamovible, atento y avizor, sobre su esbelta atalaya de hierro, desgrana perezoso, lentamente una tras otra diez sonoras y pausadas campanadas.

Lejanos y apagados, provenientes quizás desde el cercano Sagual o la Fuente del Arroyo, llegan los aullidos lastimeros y apagados de algún perro viejo desvelado.

Con el paso de los días, el sombrío y lúgubre invierno va pasando y la Sierra de Dios Padre, cubierta hasta ahora con su amenazante y perpetua toga de invierno, envuelta siempre en nubes, empieza a clarear y permite el paso de los débiles y tímidos rayos de sol, que plácidos y mansos se posan sobre los vetustos y húmedos tejados de la villa.

En la incipiente claridad de un cercano amanecer, un espeso y negro humo sube por las estrechas chimeneas de las humildes casas de tapias encaladas, y presto huye hacia lo alto, impregnando con su fuerte y conocido olor los aires del lugar.


***


Recuerdo con nostalgia y emoción, aquellos soleados y luminosos días,a finales de la aceitunera, preludio y anuncio inexorable de la pronta llegada de la primavera, antesala de los calores agobiantes del inminente verano.

Antes de llegar el alba, desde el espeso y oscuro entramado de la majestuosa y cercana magnolia de Durán, llegan los primeros ecos y susurros del amanecer, el temprano y alegre canto de los mirlos y el aleteo nervioso e inquieto de los muchos pardales que allí paran y aprovechan el lugar para pasar la noche.

Desde la profunda oscuridad de la cuadra sale el canto estridente y agudo de algún gallo, el rebuzno bronco de algún burro o el relincho impetuoso y señorial de algún caballo.

Tan temprano, una cuadrilla voluntariosa de mozos, azada al hombro y pitillo de cuarterón anclado en la comisura de los labios, camina presta y somnolienta calle abajo, camino del Escape, dispuestos a dar la “mañaná” para con su esfuerzo y sudor poder ganar unas perras, en el duro y cansado oficio de cavar las viñas, para que al llegar las fiestas patronales de la Santa, Santa Julita Y Quirico,( valga la redundancia), disponer de unas pesetas, con las que comprar a la madre o a la novia, en tan señalado día, un abanico floreado, una pulsera de oro bajo o un pañuelo bordado o de bolillo.

Y ¡ Cómo no! con lo que sobre, tomar unos chatos de vino o unas pistolas, ir al baile, al cine y comprar algún “burranco” o cabra vieja a un buen precio y darse una comilona y jartá con la “corrobla”, regada con el abundante, espeso y rojo vino de pitarra de la tierra.

***

En una de las casas, sita en las traseras de la huerta de Durán, cercana a la farmacia, una muchacha de catorce años, Miguela, ojos grandes de azabache, pelo negro ensortijado, cara ancha, espabilada y peripuesta,la menor de cinco hermanos, se afana a estas horas tempranas en intentar encender la “lumbre muerta“ preparada la noche anterior sobre la lancha del hogar, rascando con fuerza un mixto, contra el rugoso y áspero lateral de la pequeña caja, que debido quizás a la humedad ambiente, no consigue encender.

Al final, después de tres intentos prende, la dispuesta jóven , acerca la cerilla con sumo cuidado y expectante hasta el seco manojo de carquesa dispuesto de antemano, que al menor contacto arde de inmediato.

En cuclillas, al soplar para avivar las llamas, inhala el humo que desprende la lumbre y que la vieja chimenea no consigue evacuar, pues seguramente el tiro esté atascado por el hollín acumulado en años precedentes, produciéndole asfixia y un ligero picor en la garganta, acompañada de una molesta, pertinaz e intempestiva tos.

Una vacilante y débil llama, entre azulada y rojiza, tímida y expectante empieza a crepitar en el hogar, toma fuerza y llena con su luz y resplandor en un instante, la obscuridad y el espacio de tan angosta y reducida cocina.

En un instante las mortecinas y débiles llamas cogen fuerza llenando de un agradable calor el lugar, mientras la muchacha se afana con denuedo en arrimar al fuego y poner calentar, el viejo y panzudo pote de hierro lleno de agua.

Al poco rato, el ajetreo y bullir es ésta casa es el normal, mientras que en las calles empiezan a escucharse los murmullos de la gente y el ganado en su constante ir y venir de acá para allá, afanándose en la tareas, trabajos y quehaceres cotidianos.

Un luminoso,claro y nuevo día acaba de nacer.

( Para los paisanos que aún tienen la suerte de vivir y poder recordar esos años.)

Un cordial saludo.

Es como me lo contaba mi madre, que bonitos aquellos tiempos cojiendo aceitunas con D.Elias Duran para mi sigue siendo Don.Un saludo.

Maravilloso relato Sr Izquierdo,de aquellos tiempos en que pa encender una cerilla (llámelo mixto) resultaba hasta dificil en muchas ocasiones.La humedad como muy bien dice,y la pérdida del granulado raspante bién por su mucho uso u otra causa cualquiera,impedian que aquél fosforo sujeto entre los dedos provocaran su ignición.

El soplo fuerte y continuo,sobre aquél manojillo de carquesas o a veces alguna hoja de periódico,bastaban para que con el mismo,llevarlo a lo que iba a ser la lumbre que perduraria cdurasnte todo el dia.

Cierto es que por motivos de una chimenea obstruida y más bien por la falta de sequedad de la madera que ardia,se solia producir una gran cantidad de humo que habia que soportar con el lagrimeo de los propios
ojos.Se arrimaban los pucheros,llenos de garbanzos o alubias como cosa más frecuente,y se tenia la precaución de ir rellenando de agua a medidad que esta se consumia por la propia evaporación.

El viejo reloj del Pueblo,que nos hacia saber la hora de noche y de dia,ha pasado hoy a un segundo plano puesto ya nadie carece del mismo.No por ello quedará en el olvido de quienes lo conocimos y a sus señales emprendiamos todos los dias la jornada.En la mente perdurará para siempre,aquellas campanadas de madrugada que en el silencio de la noche penetraron en nuestros oidos.Recuerdos inolvidables de unos años que han pasado,y que sin duda ninguna jamás ya conoceremos.


jacintoP.SALUDOS

MAESTRO IZQUIERDO, TODO SENTIMIENTOS... GRACIAS POR UN RATO DE FELIZ, Y NOSTALGICA AÑORANZA, DE LA TIERRA NUESTRA.

ATENTAMENTE, SU AMIGO DE USTED, EL CAFETERO.

Me gusta la descripcion de esos instantes,Izquierdo.
Muy buena evocacion de un tiempo perdido en amaneceres lejanos.

Saludos


Veton

,.Como siempre IZQUIERDO, eres genial evocando tiempos pasados, me encantan tus relatos; gracias por las fotos de la comida.
Un abrazo muy fuerte y también para Carmen.
Simonerre.

Con tus genuinos relatos,reavivas la memoria de los que vivimos por aquel entonces en nuestro querido pueblo.
Es un lujo encender este trasto y poder leer tus escritos,gracias IDQUIERDO.

Un beso para Carmen.