OTRO REGALO POÉTICO PARA EL FORO Buenas tardes, mis estimados paisanos extremeños villanovenses. Como ya es viernes y tengo un "tiempo muerto" laboralmente hablando, quiero aprovecharlo para dar un poco de "vida lírica" a este foro y así hacerles un nuevo "regalo poético" a todos mis amigos poetas de vuestro foro (Simonerre, Cafetero, El Jornalero, etc.). Es lo que se llama un "panegírico" un canto de alabanza que compuse en honor de nuestra patria chica, EXTREMADURA; es un poco extenso, pero creo nuestra tierra se lo merece. Con este poema, gané el primer premio en el certamen "José de Espronceda" de Barcelona por segundo año consecutivo; el año anterior, también lo gané con una "ODA A LA CIGÜEÑA EXTREMEÑA". Espero y deseo que os guste. Saludos cordiales y amistosos de este extremeño de la ausencia Wenceslao Mohedas Ramos Jaraicejo (Cáceres)/ Barcelona PANEGÍRICO A EXTREMADURA (1) Yo nací en esta tierra de encinares más “extrema” que otras y más “dura”, donde tornan las aves migratorias: las cigüeñas, las tórtolas, las grullas... Donde jaras, tomillos y romeros y cantuesos y encinas bien copudas y retamas y rudos alcornoques se reparten fraternos las llanuras. Dos provincias hermanas tan hermosas, tan gemelas conforman su estructura al costado de España, su madrastra, que las trata de forma tan injusta... Dos fluviales arterias caudalosas, la del Tajo y del Guadiana la cruzan y una líquida red de intermediarios a sus cauces acuáticos tributan. Apresadas en presas sus corrientes en pantanos, en lagos y en lagunas servirán como hidráulicas reservas para hacer del secano tierras húmedas. Superficies sedientas de barbecho fraternizan con tierras de frescura, donde el surco es la vena irrigadora de esa sangre incolora tan fecunda. Tremulantes trigales y viñedos generosos en sangre de sus uvas y olivares grisáceos y cerezos, que florecen en copos de blancura. Qué cuadradas planicies de frutales con la grávida carga de su fruta de zumosos dulzores deleitosos en la carne jugosa de su pulpa. Qué melosos melones, qué sandías en rojizos derroches de dulzura, ruborosos tomates y pimientos y espárragos de fálica tersura. Qué parcelas de fieles girasoles que soportan del sol la dictadura y de erectos maizales que frutecen amarillas mazorcas melenudas. Un profundo horizonte de dehesas a lo lejos se pierde... en las alturas de las sierras fragosas y escarpadas donde el ave rapaz tiene su cuna. Los halcones, las águilas, los buitres..., con sus graves graznidos se saludan y vigilan con ojos avizores a sus presas, que pueblan la espesura. Los plomizos conejos saltarines y las tórtolas tristes que se arrullan y los patos patosos del pantano y las raudas palomas errabundas. Los veloces venados fugitivos, jabalíes de corvas dentaduras y las pardas perdices volanderas y las liebres medrosas y orejudas. Son las dianas vivientes y movibles siempre en punto de mira ... de una oscura y primaria pasión, la de la caza, que condena su vida a la tortura. Laboriosas abejas en enjambre elaboran con néctar la dulzura de la miel ambarina y rubia cera y del polen las bolas diminutas. Nebulosos rebaños cabizabajos forman nubes en cielo de verdura y manadas de vacas y de cabras y de cerdos piaras vagabundas. Qué copiosos manjares de productos con sabrosos sabores se conjugan en jamones, en lomos, en chorizos... con sus formas groseras, rubicundas... Y la líquida leche de sus ubres en los sólidos quesos se transmuta, emulando en sus tonos a la nieve y en sus formas redondas a la Luna. Qué profundos y puros nuestros cielos con su azul tan intenso, sin la espuma de las nubes ingrávidas y amorfas que mancille su límpida hermosura. Y esos días de estío que se estiran, dilatados a gran temperatura sobre campos de pastos y rastrojos y cigarras vibrantes de locura. Se detiene la vida en tiempo muerto cuando el sol suda fuego y nos abruma al sopor ardoroso de la siesta y se busca el frescor en la penumbra. Son las tardes ardientes y morosas; se retiran con paso de tortuga con su sol de arreboles purpurinos que termina fogoso su andadura. Un concierto de ranas y de grillos ameniza las noches con su música a lo largo del tórrido verano bajo el foco potente de la Luna. Yo nací donde el paso de los siglos ha marcado sus huellas más rotundas en la ruda dureza de las piedras convertidas en arte, en floritura. En castillos, palacios, catedrales, acueductos, teatros... se conjuntan para darles nobleza a sus ciudades y un gran rango de artística estatura. Badajoz, Trujillo, Cáceres, Mérida, Guadalupe, Plasencia... y otras muchas son ciudades que pueblan mis recuerdos y las llevo en el alma a todas juntas. Son vestigios gloriosos de su historia, elocuentes testigos que se burlan de las sombras voraces del olvido porque fueron escritos con mayúsculas. Con la sangre -por tinta- de extremeños, en su fiebre rabiosa de aventuras, se han escrito las páginas más bellas de heroísmo, de entrega y de bravura. Con los brazos más recios de esta raza, se han forjado las gestas más augustas, ensanchando la fama y las fronteras más allá de aquel fin, el “non plus ultra”. Una raza cargada de razones, con su cuerpo de acero y cera pura en sus tiernas entrañas mancilladas con el negro betún de la amargura. Son mis gentes sencillas, laboriosas, resignadas, austeras, corajudas, conformistas, honestas, desunidas, cada cual por su lado va a las suyas. Por perezas mentales, por olvidos, culturales carencias y penurias, dan la espalda a tareas colectivas y se escudan en cómodas renuncias. Qué orgulloso yo estoy de mis raíces, arraigadas, robustas y profundas, tal las recias raíces de su encina cuya savia en mis venas me circula. Qué sencilla arrogancia de extremeño de mi piel por los poros me rezuma por amor hiperbólico a mi tierra, mi epicentro de vida y de ternura. En las noches oscuras de la ausencia, cuando el alma, ya sola, se desnuda de los vanos trajines cotidianos y me clavan sus garras las angustias, su recuerdo es la Luna luminosa que en mis noches tan lúgubres me alumbra y es sedante anestesia que suaviza mi angustioso dolor y me vacuna. ¡Yo nací en esta tierra de encinares y me siento orgulloso de mi cuna y, con cuerpo y con alma a su servicio, lucharé con la espada de mi pluma!... Wenceslao Mohedas Ramos Jaraicejo (Cáceres) (1)Un panegírico es un canto laudatorio, de loa o alabanza. Este poema consiguió el Primer Premio en el certamen nacional “José de Espronceda” de Barcelona, en 1994.
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