Santiago del Campo - Cáceres

RECORDANDO LO QUE NO CONOCISTE.
“ A nuestro 'parecer' cualquier tiempo pasado fue mejor”¿ Entonces es algo ilusorio lo que viene a decir el poeta Jorge Manrique en los versos a la muerte de su padre?. Tendemos a volver a recordar la infancia, dar larga a la imaginación. Cosas puntuales de un día feliz o amargo, que de todo hay,
si volvemos la vista atrás, el 90 por ciento de los que un día compartieron un momento feliz o aciago de nuestra vida. Ya no están, son solo un recuerdo puntual del pasado. Esto lo sentimos y lo sufrimos cuando en esas reuniones en la intimidad echamos en falta a un familiar que ya no esta
entre nosotros. Algo que ocurre cuando vas acumulando años, tantos que vas perdiendo a algún ser
querido por el camino, que tuvo mala suerte o terminó su ciclo vital.
Conté en alguna ocasión las vivencias que el abuelo Luciano narraba. Antes de dormirnos, esos veranos, guardando el melonar en la huerta de los hornos tejeros. Tumbados sobre un mullido camastro de paja. Bajo la cúpula celeste, al raso en una noche sin luna bajo el aparente parpadeo
estelar. Algo mágico; cuando aun eran escasos los conocimiento que había sobre el cielo infinito. Echando imaginación para ver las 'cabrillas' que aparecían por el este y escasamente podíamos identificar, la estrella polar, como guía de los navegantes del pasado. Oir a los mayores que habían hecho la campaña de Cuba en la tertulia con el abuelo. Bajo la sombra de un árbol en su huerta. mientras tiraban de petaca y librito, mecha y eslabón. Pasándola entre ellos, cuando el tabaco no era tan mal visto. Era algo que nunca volvería a olvidar.
Eran tiempo de grandes carencias. Si te apetecía un bocadillo, no era posible, a esperar la hora de la cena, que invariablemente eran unas sopas de pan con una pizca de pimentón refrito. Para toda una familia de cuatro miembros. Todos cuchara en ristre, en la misma cazuela. En primavera; en sus cálidos días, había tiempo para todo. A misa los domingos – como una obligación- esa misma tarde carretera adelante, de paseo hasta el Cerro Cebollar.
Las mozas cantaban para olvidar las penas. Por un amor que pudo haber sido y se truncó.
Dos hijas de tío Pantoja; veinteañeras ya. Cantaban algo que no volvimos a oír por aquí “Caballito volador corre la pampa ligero, Una noche oscurita llegó hasta mi, una noche oscurita le conocí. Yo me puse celosa y el zalamero, y dejó en mi boquitata fuego pampero. Las chicas pronto marchaban a trabajar a Cáceres. Era como un exorcismo. Algo irremediable. Todas habían pasado por la panadería de la Sra Romualda. Hasta que contraían matrimonio.
De paseo esa tarde, habíamos comprado una naranja a tía Tórtola, que vendía chuches, y durante el
recorrido dábamos buena cuenta de ella. Los que tenían novia formal, -se entiende,- iban por libres.
En los veranos el trabajo era absorbente, a espigar tras los segadores, mañana y tarde. Y para pasar el domingo; estaban los salones de tío Toribio o tío Peque. Eran el centro del pueblo.
Ni un cine estable había. El Baile tío Calisto como trompeta. Solo sabía tocar “En Sevilla hay una casa en la casa una ventana en la ventana una niña que las rosas envidiaban.” De la Piquer.
Vine al mundo en el momento más oportuno. El año 36. Mis recuerdos del final de la guerra son de una forma velada por la lejanía. Una carta que se recibe del frente, de un tío. Soldados del pueblo aun vestido de caqui, con unos leguis. Y cosas así. Luego en el 41 los que iban a la llamada 'División Azul, por un posible lavado de cabeza, rápido y diáfano.
Al los habitantes de la aldea; aunque mal comunicados. Nos llegaban los cantares de moda. Alguno
mejor no reproducir. Otro aprendidos por la muchachada, los cantábamos donde la ocasión lo permitía. Por ejemplo el Tiro liro.' O Tiroli' o alguna mejicana. “No me presumas ni me vengas con tus cosas, ni te molestes en pensar en mi querer. Que tú ya no soplas como mujer”
El pueblo seguía vivo, bullente. a pesar de los pesares. Las personas morían jóvenes algunos solo con mesen. Para paliar el problema, las familias eran aun numerosas.
Gente cabalgando, cargada con leña, con forraje para los animales. Uno de estos era tío Villar´.
Un personaje expresivo. Pero podía ser tio Romo, un cachondo mental junto a tio Cojo.que se ponían el mundo por montera” Cabalgando un borrico, no una yegua como el primero. Otro personaje que perdí de vista, El Cuco. No, este no se apuntó a La División Azul. Un mundo a parte almacenado en mis bullentes neuronas ¿ Hasta cuando? Santiago del Campo. Enero 2022 Emilio Rey