Santiago del Campo - Cáceres

RETAZOS DE LA VIDA.
Es mediados de noviembre. He dejado atrás la Extremadura de mis alegrías y pesares. El otoño no es la estación más idónea para estar sin calefacción. Hace frio para un jubilado que ya no es capaz de aportar leña y calentar la casa. Es una estación que puede inspirar a los poetas, a mi me deprime con sus largas noches. He llegado a Alcorcón que no es el pueblo de mis sueños. Pero ahí vivo. Es “El Palomar” así lo he dado en llamar. Es un noveno: para bajar a la calle hay que pensarlo dos veces. Antes esquivaba al personal en el ascensor echando mano de la escalera. Eso ya se me puso más difícil.
Me queda el recurso de mi terraza, que mira al norte. Desde ahí con los prismáticos o a simple vista se divisa el Sistema Central o sierra de Guadarrama con La Bola del Mundo como pista de esquí, ahora sin nieve. Los madrileños en cuanto aparece ésta suben en tromba hasta el puerto de dicho nombre para enseñar a sus hijos el blanco elemento.
Alcorcón a principio de los 6o, era un pueblo sin historia ni presencia. Ya entrados los 70 los
pisos empezaron a surgir por el campo como las setas en un otoño generoso en lluvias. Hasta esas fechas, la calle mayor era un camino sin asfaltar por donde las gallinas disfrutaban su libertad. Edificado sobre un otero o alcor (de ahí su nombre) a uno720 metros sobre el nivel del mar. Solo le separa de Madrid el aeródromo de Cuatro Vientos. A 12 kilómetros de la la señal gravada en Sol.
Como pueblo sin historia que es. Carece de monumentos y lo catalogan como pueblo dormitorio. No ha dejado de crecer como sus comparsas del suroeste. Móstoles Fuenlabrada Getafe Leganés.
Hablando con un vecino de mi pueblo. Que le tocó la guerra en la retaguardia, en la intendencia, p Me describía como era el pueblo en esa época. Una iglesia de ladrillo con unas casitas bajas alrededor. Y para de contar. Así que dejaban la carga y retrocedían estos militarizados.
Supongo que el frente estaría por la casa de Campo. Hoy es un pueblo esparramado, por la llanura.
Por donde vivo ahora. En los 7o todavía sembraban tomates y otras verduras en lo que fue una
finca que perteneció a un torero. Una tierra fértil que la fiebre constructora fue engullendo sin
remisión. Hoy la ciudad de los 'alfareros' cuenta con un total de 175,ooo. Habitantes. Tanto como
el doble de una ciudad como Cáceres.
En los 60, Madrid era aún una ciudad un tanto cutre, -casi de entreguerra-. Un plato de alubias con pan, costaba 9 pesetas. No en cualquier parte, en la c/ Barvieri. El sueldo mínimo pactado por el ´'franquismo en 1966 eran 103 pesetas.
Asi que había que echar imaginación a la vida. Ya rotas las costuras, del régimen en los 70 el
auge de la construcción -huelgas incluidas-. Terminaría el inmovilismo miedoso del régimen. La capital de España emprendería la aventura que la llevaría a situarse donde hoy está y muchos envidian.
Hasta llegar aquí, pasaron los años; atrás quedó la juventud, la ilusión por las cosas. Los amigos contemporáneos, sin casi hacer ruido se van yendo. Mientras uno - como otros tantos jubilados- se limitas a esperar, a que el tiempo -junto a la melancolía pase- apoyados los codos en la barandilla mientras contemplas un horizonte gris, o tal vez marrón. Emilio Rey Noviembre 2021