Romance de la calle de la Amargura (Cáceres). Callejón de la amargura, a que le debes tal nombre, que tristeza, muerte u odio, tras este titulo esconde. Así pregunté a la historia, quise saber las razones por las que así se te llama y así el pueblo te conoce y la historia me lo dijo, quiso contármelo a voces, para que yo lo repita y que cualquiera se asombre. De que entereza y bondad, llegan a parir los dolores, que no por bien recibidos, van a ser menos atroces. Fue que en tal callejón, hubo mancebía noble, la regentó meretriz, bien dotada de lo dones, que para tales oficios su dificultad impone y lo demás de las ciencias, los encantos y sazones, que adornaban a la Lola, pues que tal era su nombre. Era mujer de palabra y no valían razones cuando la había empeñado, para que mujer ni hombre la pudieron doblegar, sin más argumentaciones. Una noche como todas en aquel burdel brillaban, lujuria y gulas fundidas, más de pronto la alegría vino a resultar truncada, por un aviso que llega de que reyerta entablada, entre mozos en la calle, se ha saldado con tan mala fortuna, que ha sido muerto un joven de cuchillada y parece que la ronda de alguaciles ya se anda tras los pasos del autor, que viene de casa en casa, buscando donde esconderse, o encontrar cobijo y guarda. Así que Lola conoce, que hasta su puerta se alcanza, ese joven fugitivo, y que con angustias llama, manda abrir con discreción y franquear la entrada y allí mismo de esconderle, Lola ofrece su palabra. Y así que la ronda llega, Lola niega ante los guardias, que tenga conocimiento de que haya entrado en su casa, persona como el buscado y para que no se vaya, la justicia descontenta de su largueza hace gala y la excusa invitación para pasar a la sala, donde sin preocupaciones el personal se solaza. Los de la ronda declinan y no por falta de ganas, el gentil ofrecimiento, ya que el deber lo reclama y tras escuchar de Lola, que el fugitivo en la casa no se encuentra refugiado, la justicia ya se marcha. Al poco llegan más hombres, que malas nuevas le traen, cosas resultas del lance, su hijo que ha sido muerto, y en brazos de un guardia yace. Y aquel que hubiese parido y que criase a sus pechos, aquel siempre bien amado, aquel que tantos desvelos le trajo desde la cuna, aquel quién que con esmero le diese una educación, para que con el tiempo, de hijo de meretriz, se trocase en caballero, de su boca sólo un grito: ¡muerto!¡mi hijo, muerto!. Pero lo peor de todo, lo que ponía más negro el color de su dolor, era que el joven artero acuchillase su hijo, en aquel maldito duelo, lo tenía de acogida bajo su propio techo y de su palabra esclava, tal debía mantenerlo, por su mente ni pasó y pronto ni en mucho tiempo, la relación o la entrega, pero el doble sentimiento de lealtad a su palabra y de dolor tan intenso, en silenciosa amargura, así la fueron sumiendo, el bulbo de siempre sabio, para dar conocimiento sobre el establecimiento, dio en llamar al callejón, a raíz de estos sucesos, de la amargura de Lola, y en dicho quedóse “callejón de la amargura”, es el nombre del recuerdo, de una mujer que sufrió, ella sola y en silencio y que tenida por mala y por pecado sus hechos, su palabra y coraje, su corazón se hizo bueno. |