Tierra mimosa. Buscando La Raya. Que por mayo, era por mayo… A mi corazón, callado y lleno de silencios, le puse alas… y, como el niño que espera qué le traerán los Magos, me fui a ver tu cara más mimosa: La Raya. Salorino mira a la sierra de San Pedro, y en la calle de San Pedro me brincaba el corazón buscando la casa en donde nací. Saliendo de ella, subí la cuesta que lleva a la iglesia de san Ildefonso. La iglesia enorme; el retablo de juguete... y en la cámara de fotos metí la pila bautismal. Apenas viví allí los tres primeros años de mi vida y no guardaba ningún recuerdo. Sólo me habían contado de una Virgen que se apareció, de un perro rabioso, de mi madrina que tenía una confitería y de mi novia, Charito, de la que nadie me dio razón. Frente a la iglesia, una mujer muy amable me abrió su casa y me guió. Era sobrina de mi madrina. - Ay, Dios santo, si Esperanza levantara la cabeza y viera a su ahijado en su casa, ay madre del amor hermoso, que puedo darte yo, Dios mío? Y buscaba y rebuscaba, y me ofrecía un bote de melocotón en almíbar…Algo tienes que llevarte porque Esperanza no me lo va a perdonar. Hablaba de Esperanza como si estuviera a punto de regresar del mercado… Esperanza había muerto hacía más de veinte años. Y aquella mujer, que me había abierto su casa, me había mostrado la iglesia, y hasta fue a buscar a algunas mujeres que fueron alumnas de mi madre, que tanto la apreciaban y que tan bien hablaron de mis padres, no era consciente de que me había dado lo más hermoso, su cariño, el aprecio de mi madrina y la satisfacción que sentí al saber que, después de tanto tiempo, aún mis padres eran tan queridos. Y aprecié aún más a aquel pueblo, del que dice Pascual Madoz que es notable por la belleza y buenas formas de las mujeres. Os leo, veo vuestras fotos y os animo a escribir. Un abrazo. |