Pizarro - Caceres

25-11-08 18:00#1451751


RELATOS DE MI VIDA SOCIAL Y POLÍTICA PARA DISTRAER MI CONVALECENCIA DE UN INARTO SUFRIDO EL 14 DE NOVIEMBRE DE 1994
Nacido el 25 de agosto de 1930, en el seno de una familia numerosa, de padre minero, en el pueblo de Trapa, parroquia de la Venta, Sama de Langreo. Cursé mis estudios primarios en escuela nacional, pero pronto pasé.,por iniciativa de mi padre, a escuela particular con un maestro de ideoogía marxista-leninista, muy exigente y duro en la enseñanza. Con él se extinguió en mí para siempre la religión católica, que hasta entonces acudía todos los sábados al catecismo porque el cura nos daba caramelos.
En el año 1931, fecha de la proclamación de la Segunda República, nace en mí cierta inquietud social alobservar, en todo el entorno que me rodea, una juventud revolucionaria que celebra por todo lo alto tan significativa fecha, que daría paso a una España de progreso y libertad.
En 1932 por mejorar la delicada situación familiar, mis padres se trasladan al concejo de Mieres, a un pequeño pueblo denominado La Llonga, entre la falda de los montes de La Tejerona- perteneciente a Mieres- y El Campón- Sama de Langreo.
En dicho pueblo comencé a formarme como pionero en las filas juveniles del Partido Comunista desfilando, uniformado con la UGT en dos primeros de mayo, desde el pueblo hasta la villa de Mieres, bajo la instrucción de un veterano comunista.
Hasta 1934 mi vida discurre trabajando en la pequeña casería cuidado algún ganado y labrando algunas tierras contenidas en la misma-
A partir de la Revolución de Octubre, comienza con más apasionamiento mi actividad político-social. Una vez aplastada la revolución comienza la feroz represión, ejercida por aquella tistemente llanada Guardia de Asalto, que cuando se desplegaba por los pueblos de nada servía querer identificarte como persona pacífica. Todo era inútil, inicua persecución y palo limpio.
Por aquel entonces había abierto mi madre un pequeño chiringuito en el pueblín, en las misma casa donde habitábamos, ya qye todo era poco para seguir subsitiendo, ¡ mantener doce bocas con un solo sueldo, no era ua broma!. Debido a la represión desatada, los tirados al monte abundaban por aquellos parajes, tanto en los puebls altos de la zona de Mieres, como de Langreo; de todos ellos conicían, unos más y otros menos, a la familia, por lo que aterrizaban con cierta confianza en el chiringuito de mi madre para adquirir bebidas y comidas que, como establecimiento público, no se les podía negar.
Tengo que decir, a este respecto, que mi madre, consciente de lo que suponía tal colaboración no solo les atendía y abastecía en el bar sino, que, con mi ayuda, les suministrábamos en una cuadra perteneciente al caserío que llevábamos.
Algunas veces los más comprometidos en la lucha- entre los que destacaban por sus acciones en la contienda el Víbora y el Carpanta- presumo que algún zarpazo habrían cometido durante la contienda en algunas dependencias bancarias, porque el dinero que manejaban no era para menos: ellos pagaban todas las cenas y lo que se les suminstraba en la mencionada cuadra.
A comienzos de la guerra civil, debido a la muerte del dueño de la casería y teniendo como único heredero de la misma a un bien conocido fascista- y más tarde chequista- por toda la Hueria de San Juan, mis padres aceleraron el cambio a nuestro pueblo natal. por temor a represalias- como más tarde se confirmó- si el desenlace de la guerra en Asturias se tornase a favor del ejército fascista.
Consumada la derrota y pses a que ya habíamos abandonado el pueblo de la Llonga, el mencionado chequista se apresuró a denunciar a mi padre, siendo detenido a las once de la noche por dos soldados de la bandera de Lugo,dos moros de un tambor de regulares mandados por un oficial español. La tensión en el seno familiar fue terrible, máxime cuando mi madre no permite que se vaya solo y decide marcharse con él. Puestos en marcha, les conducen hasta el alto de San Emiliano, donde dividen los concejos de Sama y Mieres, por la carretera general; allí estaba acampada la plana mayor del ejército con sus tambores de regulares desplegados por todo en entorno ya que, por aquel entonces, la vida civil estaba sometida a las órdenes militares. Llegados al macbro destino los recluyen en una especa de cuadra, dedicada a interrogatorios y torturas, para todos aquellos que el mencionado chequista y sus secuadces denunciaban; en cuanto a la denuncia de mi padre, el malnacido había invitado a una cena a una cuadrilla de su misma calaña si a las 48 horas lo sacaban a lomos de un caballo, como era la norma, si en ese tiempo no había personas de carácter militar que respondieran por el detenido. Conviene señalar que para mi madre, aunque no la tocaron, el sufrimiento no fue menos, ya que en todo momento estuvo presente mientras torturaban a mi padre, que tardó 80 dias en curar sus heridas.


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