Cañamero - Caceres

Los animales domesticados (bestias, ovejas, cabras…) han tenido un protagonismo especial en el desarrollo de nuestro pueblo. Para observar su importancia capital había que salir del núcleo urbano y verlos en acción en montes y dehesas: los grandes rebaños de ovejas y cabras desplazándose al horario solar por valles y laderas, las piaras de cerdos entre sotobosque y encinares, las simpáticas agrupaciones de gallinas, el relinchar de los caballos, y todo ello, al tintineo melancólico y lejano de los campanillos. Al pueblo regresaban algunos de estos animales por las noches y, salvo hechos anecdóticos como el de esas mulillas que entraron de día en San Miguel remolcando el primer coche (un Dauphine) que circuló por nuestras calles, la mayoría permanecían en el campo.
La domesticación de estos animales para el trabajo, o para extraer de ellos la piel o toda su riqueza proteínica, fue una tarea larga y trabajosa. Pero, esa apacible nobleza y fidelidad hacia su amo que fue consolidándose en algunos animales, también podía proporcionar a éste otras ventajas.
Un viejo pastor que tenía mi abuelo en su finca y cuyo final trágico (con los primeros vallados, una noche, corriendo detrás de una res se seccionó el cuello) puede equiparase al de esta historia, contaba a éste (a mi abuelo) como en una reyerta entre familias de pastores, el hijo único de una de las familias fue apuñalado y muerto en la majada por otro de los hijos de la familia rival.
En aquellos tiempos remotos la habitual desconfianza del campesino hacia la Justicia y las Leyes aún era más acentuada y el pobre muerto fue enterrado en la misma finca al abrigo de un chozo. Lógicamente, de este hecho la familia del homicida guardó absoluto silencio.
Al día siguiente del entierro, la perra mastina propiedad de los padres del muerto (llamémosles Pedro y Juana) dio a luz cinco preciosos cachorros, cuatro hembras y un macho.
Aunque el matrimonio era ya de edad, Pedro, mucho mayor que Juana y con poca salud se vio tan afectado por el suceso que en pocas semanas falleció y fue enterrado en el cementerio de Cañamero.
A partir de ese momento Juana se dispuso a llevar a cabo el único plan que podía vengar la muerte de su hijo. Y ya vieja y con pocas fuerzas, concentró su vida y toda la astucia y experiencia adquirida en ella en ejecutarlo.
Durante el día realizaba con su rebaño continuas aproximaciones a las lindes de su vecino homicida sin perder de ojo en la distancia las vestimentas (que no eran muy variadas) que éste portaba. Finalmente logró lo que buscaba: un pañuelo de los de cuello con el que su vecino se había secado varias veces el sudor mientras talaba a pecho descubierto un tronco de roble, fue arrastrado por un pequeño remolino de aire justo hasta un matorral dentro de la propiedad de Juana.
El cachorro de mastín, encerrado en una de las dependencias del corral, fue creciendo aislado del resto de animales. Juana le llevaba la comida no sin antes restregar el pañuelo sobre el hocico del perro al tiempo que pronunciaba las palabras: “¡Mata! ¡Devora!”, colocando posteriormente el pañuelo debajo del recipiente para que el animal estableciera una asociación entre el hecho de comer y el olor del pañuelo.
En algo más de un año el cachorro se había convertido en un animal fuerte y poderoso. El momento había llegado.

Una mañana invernal de niebla, un joven andando y dos bestias cargadas de leña enfilaban el camino en dirección a Cañamero.
La vieja Juana y su mastín, que llevaba varios días sin comer, aguardaban ocultos. De pronto, ambos irrumpieron en medio del camino y aproximándose al joven, Juana soltó el mastín y grito: “¡Mata! ¡Devora!”. Una escena de horror y de sangre vino a añadirse a aquella brumosa y húmeda mañana.
La vieja Juana había consumado su venganza.

Teke, ¿esta historia es verdadera, o más bien, es fruto de tu desbordante imaginación? Si fuese historia, cosa que dudo, ¿podrías darnos algunas fechas para situarnos?.
Dices: "Al pueblo regresaban algunos de estos animales por las noches y, salvo hechos anecdóticos como el de esas mulillas que entraron de día en San Miguel remolcando el primer coche (un Dauphine) que circuló por nuestras calles, la mayoría permanecían en el campo". No sé si sabes que en cada casa del viejo Cañamero había una cuadra para recoger a diario todo tipo de animales; y en el campo, ¿qué campo?, lo tenía quien lo tenía, una minoría muy minoritaria, y por tanto no puedes generalizar.
Lo del Dauphine, no por mucho repetirlo va a ser verdad, pues antes de la década de los 60 (los primeros Dauphine los trajeron los emigrantes en Francia) también había otros muchos coches de diferentes marcas por las calles de nuestro pueblo. Infórmate mejor y después nos cuentas lo que se te ocurra porque aquí tenemos buenas tragaderas. Saludos afectuosos.

También habla de "aquellos remotos tiempos" como si los situara en la prehistoria o , como muy pronto, en la alta edad media.Se nota a la legua que se lo ha inventado y, sin tener en cuenta que concuerden los hechos y las palabras.A ver si cuenta algo que sea cierto, que hay muchas historias verdaderas igual de trágicas que la que ha contado.

Soy teke, y me gusta mucho mas este tono tuyo, con la habital exigencia de rigor, que el que le leido en otra oxasión. Un saludo

Teque, no te enfades, el caso es que escribes muy requetebien y gusta leerte, pero porfa cuéntanos historias reales, no estas ruedas de molino tan indigestas. Bs. wapa.