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Campo Lugar - Caceres

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España > Caceres > Campo Lugar
20-12-08 23:45 #1559996
Por:perolo

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21-12-08 01:27 #1560203 -> 1559996
Por:elmanchego

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21-12-08 02:45 #1560240 -> 1559996
Por:perolo

RE:
Es este relato, una traslación de una anecdota transmitida de forma oral a este humilde "juntaletras" por un natural de Campo Lugar, que paso a compartir con ustedes con el ánimo de hacerles pasar un rato agradable, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, pues lo he desfigurado tanto que ni yo mismo consigo encontrar parecido, En cualquier caso es lo que pretendia... no ofender a nadie, espero haberlo conseguido...

“Juan diezpatas”, miró con satisfacción el camastro que acababa de prepararse y se dijo que así estaba bien, se dispuso a pasar la noche en su huerto y acarició su garrota, esta le hacía compañía allá donde iba y le daba seguridad. En más de una ocasión le había salvado de alguna situación comprometida, pues la sola visión del “maderamen”, válido para hacerse una barca…, hacia recapacitar al más intrépido retador.

El huerto de “Juan diezpatas” estaba situado al lado de la huerta de “la olla” y entre la calle de las Viñas que un poco más adelante se convierte en el camino de Alcollarín y “el juncal” o de “las huertas”, que se unían en un punto que se llamaba “las cuatro calles” y lógicamente en un arranque de originalidad era lo que allí había: cuatro calles. Allí cerca, en las cuatro calles había puesto “Juan diezpatas” sus dos mantas, una, encima de un poco de paja y ramajes que velaran por el descanso de sus trabajados riñones y otra que le protegiera del relente veraniego que llegaba sin avisar .

“Juan diezpatas” cuidaba mucho su huerto y estaba orgulloso de las peras que conseguía arrancar a los frutales con mucho cuidado y atención. En no pocas ocasiones le habían hablado maravillas de las peras que con tanto cuidado protegía, y ¿Qué decir de los higos?, arrope puro… su sola visión hacia que la gente sintiera la necesidad de sopesarlos en las manos, para a continuación quitarles un poco la piel y sumergirse en los azucares más sabrosos... Algunos ni eso… con la piel, les parecían el majar más sabroso que la tierra pudiera dar, más no, “Juan diezpatas”, “Juan diezpatas” no había dado de balde, jamás una pera ni un higo. Se vanagloriaba de ser astuto y ladino en el cuidado de su huerta y por ello nadie había osado jamás llevarse de su tierra fruto alguno que antes no hubiera pasado con una compensación adecuada.

“Juan diezpatas” esbozó una sonrisa zorruna y no pudo evitar recordar a los muchachones que días atrás le preguntaban por sus peras y engrandecían la fama de los higos que aun debían esperar un tiempo, pero que ya se adivinaban de buen tamaño…

-- ¡“Juan diezpatas”!, hay que ver que peras tiene usted en el huerto… cualquier día le hacemos una visita por la noche “pá” probarlas…que”usté” no se enfada, ¿verdad, “usté”?—Le decía un muchacho con cara de pillo, mientras, no quitaba ojo a la garrota que “Juan diezpatas” apretaba en su mano, como queriendo confirmar que seguía allí, quietecita...

-- ¡Ay, ¡Bandido!, no creo yo que ninguno tenga los arrestos que hay que tener, para quitarme alguna pera…, que en estando yo bueno, no hay “higos” para entrar a quitarme lo que mío es, ….mientras tenga a mi lado esta estaca los que vayan con mala intención allá, han de temer…, que yo tengo la conciencia tranquila; y lo mío es mío, y en eso de quitarle a uno lo suyo, ¡no hay amigos que valgan.! —Decía esto “Juan diezpatas” mientras blandía firme, la formidable garrota que terminaba en una maza que daba escalofríos el solo hecho de pensar que se pudiera “peinar” alguna cabezota con semejante peine.

Los muchachones que sabían bien de la dureza de la garrota, no se amedrentaban y seguían burlándose de los frutos tan magníficos que daba la huerta. Y entre quiebros y requiebros no dejaban de pensar en la manera de hacerse con las peras de “Juan diezpatas”, más que por las peras… (Que también…) por burlar la confianza que el buen hombre tenía en su garrote…

“Juan diezpatas” se tumbó en su campera cama, después de echar un vistazo a sus mulas. Tentó su garrota y no pudo evitar una leve mueca de satisfacción al pensar en lo bien “protegido” que estaba su huerto… Miró al cielo de Campo Lugar y no por mil veces visto dejó de experimentar un estremecimiento al contemplar aquel cielo que de día no había quién mirara, pero que de noche era el espectáculo más radiante que ojos humanos pudieran ver, allá en el infinito miles de estrellas tintineaban en un baile sin fin, acompañadas de una luna enorme y cegadoramente blanca en una noche clara y extrañamente “fresquina”, después del día caluroso y hostil, se agradecía esa leve brisa reparadora de la “trabajola” de un dia largo en su preciado huerto…

“Juan diezpatas”, se dio la vuelta en su camera y arropándose con la manta se dispuso a darle otro empujón al sueño que le vencía. Primero oyó una especie de lamento pero como estaba en un placentero duermevela no prestó atención, sin proponérselo se mantuvo alerta y cuando llegó a sus oídos el sonido de algo que arrastraba, aferró su garrote y con un movimiento violento apartó la manta que lo protegía, miró a las mulas, y estas permanecían en su rincón tranquilas y quietecitas…Se disponía a volver a su descanso cuando oyó esta vez más claramente el arrastre de algo metálico, las mulas esta vez sí se mostraron inquietas…. Era “Juan diezpatas” un hombre poco religioso, pero cumplidor de los deberes que la Iglesia demandaba de sus feligreses, no por convencimiento propio…, más bien por una especie de superstición que le hacía respetar lo que sus “entendederas” no podían manejar con “fluidez” y pensó que sería algún ruido natural y que su celo en el cuidado de las peras le estaba jugando una mala pasada…La brisa leve le trajo esta vez una especie de lamento, pero desde la calle opuesta, se volvieron a repetir lamentos y ruidos metálicos cada vez más nítidamente, con los puños cerrados se frotó los ojos y en la oscuridad pudo ver unas figuras que se balanceaban de un lado a otro y con paso lento acompañaban a una especie de farol que abría el camino.
Un miedo ancestral invadió su alma y ni siquiera la garrota que aferraba entre sus manos pudo darle seguridad, el estaba preparado para enfrentarse a cualquier cosa…, por muy hombre que fuera… pero aquello, …aquello no parecía humano…se obligó a permanecer expectante y agudizó sus ojos en busca de la nitidez que le permitieran ver mejor aquellas formas que avanzaban por un lado, por la calle de “las viñas”, y las otras que venían con iluminada lentitud por el “juncal”, pero no pudo ver nada que le sacara de dudas.. En estas estaba cuando la corriente de aire le pareció más fuerte y le trajo una voz gutural y grave que a él le pareció inhumana.

-- ¿A dónde vas, muerte ingrata…?---Oyó que decía el grupo que venia del “juncal”.
-- ¡A comerme las peras de “Juan diezpatas”!—le respondía la muerte que parecía venir por “las Viñas”.
-- ¡Antes, cuando estábamos vivos…todos éramos amigos…! – paró apenas la voz un momento y a continuación dijo, pero esta vez más alto: --¡…Y ahora que somos muertos, todos andamos rondando estos huertos…!

“Juan diezpatas”, no pudo más, miró a sus mulas y poniéndose las alpargatas a toda prisa saltó la cerca de su huerta con un salto prodigioso para sus cansados huesos y aferrando su garrota huyó de aquellas “cuatro calles” desapareciendo a trompicones, levantando polvo cada vez que se caía en su afán de imprimir rapidez a su carrera….

Pasado un tiempo, una vez que no se veía ni rastro de “Juan diezpatas” los dos grupos de muchachones disfrazados con trapajos y unos con una sandia vaciada en su interior y con ojos y boca simulando a la aterradora muerte, con una vela iluminando levemente el camino; y los otros con cadenas arrastrando y golpeando piedras y cercas, se juntaron en las cuatro calles y empezaron la recolección de aquellas peras del país que ningún vivo tuvo agallas de quitar a “Juan diezpatas”.

Al dia siguiente se vio a “Juan diezpatas” paseando por las calles del pueblo, extrañamente nervioso y aferrando con una fuerza desacostumbrada la garrota, en una de las calles vio a tres muchachones que con peras en las manos le decían: ---¡Qué buenas están estas peras… no querrá usté compararlas con las suyas…que esas si que están buenas…!--- Y dando unas carcajadas que se clavaron en lo más profundo de “Juan diezpatas” se alejaron de allí sin quitarle ojo a la garrota… pero el hombre comprendiendo que había sido burlado en la arrogancia de pretender ser más listo que nadie… se cayó y respirando profundo se alejó de allí, mientras pensaba: --¡Maldita sea, si digo algo … voy a ser el jolgorio del pueblo…”asinque”, que les aproveche a estos ¡Bandidos! Y la próxima vez mal que les acompañe la mesma muerte soy escapaz de liarme a “zurríos” con tos ellos…, y ahora voy a por las mulas y ver que “manjecho” en mi huerto…y mientras se dirigía camino de las cuatro calles no pudo evitar recordar aquel lejano día en que “Bernardo Ligerino”, “Tomás Bomba” y el mismo, fueron a por ciruelas y volvieron con ellas pero también con alguna que otra “pedrá” del tío Cesáreo que no lo veía bien…, porque eran suyas.

A pesar de su silencio…”Juan diezpatas” no pudo evitar ser la “comidilla” del pueblo…ni él,… ni sus peras….
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21-12-08 17:29 #1561285 -> 1560240
Por:Valmor

RE: Un relato con mucha imaginación.
Buenas tardes Señores Perolo y elmanchego.

Antes del gran éxodo de los años 60 había en Campo Lugar muchísimo juventud, casi todas las familias tenían 4, 5 y hasta más hijos. En los veranos se pasaba mucho tiempo en las eras realizando las labores propias de esa época del año. Era el sitio idóneo para gestarse esas "andanzas" nocturnas por parte de la juventud. Historias parecidas a esta que con la maestría que te caracteriza nos has narrado, amigo Perolo, me las han contado mis abuelos y mis padres varias veces. Supongo que lo de "diezpatas" sería por ser ese el número que le hizo falta para correr despavorido de aquello que él pensó que era la representación de la muerte y que no era otra cosa que un grupo de mozos compinchados al efecto que ataviados con una rudimentaria calavera iluminada en su interior y unas simples cadenas arrastrando, dio sus frutos, nunca mejor dicho, pues les propició las tan ansiadas peras de "Juan Diezpatas".

Hay que estar en la piel de ese buen hombre cuando esos "desvergonzados" y atrevidos muchachotes le ofrecieron que probase y comparase esas peras con las suyas. El hombre sabiendose herido en su orgullo, tubo que disimular para no ser pacto de la burla de sus convecinos, cosa que no logró por que, estas cosas corren como verdaderos regueros de pólvora.

Nunca había oído esta historia en el pueblo pero tal y como nos la cuentas, parece verosímil aunque esto debió pasar, si pasó, hace muchos años o todo es producto de la imaginación de algún campuseño "cachondo" que también los hay. Tengamos en cuenta que no hace muchos años aun se hacían estudiantinas y que las letrillas que cantaban, versaban casi siembre sobre pequeñas historietas o sucesos acaecidos sobre algún vecino del pueblo.

Saludos.
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22-12-08 11:54 #1563138 -> 1560240
Por:elmanchego

RE:

Hay que "jodese" lo que eran capaces de hacer los mozos por comerse una peras y por darle en las narices a un lugareño, esto que cuentas, Perolo, era muy típico de los chavales de los pueblos de hace unos años, que estaban (ó estábamos) todo el verano dando vueltas por los pueblos como perro sin amo.

No se yo que decirte, pero seguro que tenian más miedo los chavales en ese momento que el "Juán diezpatas", pues con esos hombres de campo...pocas bromas, y es mejor irse a la fruteria de la esquina que exponerse a un garrotazo bién dado.

Saludos machegos.

PD.Vaya lio estamos montando en este hilo.
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