Ahigal - Caceres

Hace unos años cogí mi burra de hierro (léase bicicleta) y me dirigí a Palomero buscando la pérdida de grasas y buscando, por no dar en balde el sufrido paseo, a un buen amigo de bota y chorizo. Hacía años que no veía al colega, aunque no lo había olvidado, como tampoco había olvidado el nombre de la calle de su residencia.

Al entrar en el pueblo me topé con un par de mujeres, cuyos años se contaban en muchas décadas, de esas mujeres que usan antiparras colocadas en la punta de la nariz y que llaman al nieto para que les enhebre la aguja:

-Señoras, ¿pueden decirme por dónde cae la calle del General Franco?

Jamás había esperado la contestación que recibí de una de las ancianas, teniendo en cuenta que estaba en Palomero:

-Perdone, señor, pero es que a Palomero ya ha llegado la democracia.

¿Qué quería decir la buena mujer? Pues ni más ni menos que en ese pueblo había borrado de un plumazo las calles de militares, jerifaltes y políticos del viejo régimen.

¡Manda huevos! Eso fue lo que me dije para mis adentros. Y luego, volviendo para Ahigal en mis dos ruedas de radio no dejaba de pensar, porque los tontos también pensamos en alguna que otra ocasión, si llegará un día en que en que en nuestro dejemos de ser los últimos en casi todo.

“Yo asé la manteca”