Abertura - Cáceres

UN TIEMPO QUE SE FUE
En la tarde otoñal; se suceden los claroscuros cuando las nubes empujadas por el cierzo propician la anemia solar del atardecer. Durante un tiempo, el paisaje se torna gris y prevalece el silencio del melancólico ocaso. Algo en consonancia a los
“Campos de soledad, tristes collados “ que diría el poeta R. Caro, refiriéndose a las ruinas de Itálica. La celebre ciudad romana que fue, junto al Betis, un prodigio del pasado romano. Santiago mi pueblo no tiene ese privilegio. Dios sabe cuando fue fundado porque apareció en medio del campo -dicen- en un momento concreto que se ignora. De ahí el nombre. Ironías a parte aprecias donde has nacido y esos primeros años quedan grabados en tus retinas y, estés donde estés, sientes la nostalgia de los primeros juegos y, el deseo de volver donde naciste. Aunque tu casa familiar (cerrada por décadas) te ocasione un amargo recuerdo.
Volviendo a los recuerdos... La intensa actividad de la recolección, de la cosecha, la trilla de los cereales era algo en lo que nos iba la vida. Para aguanta el invierno. Hoy la soledad lo envuelve todo. No se oye ni el trino enamorado de una solitaria alondra por las alturas.¿han emigrado también las aves? A mi izquierda la campiña, el cuarto de las “Mayas” con encinas centenarias y tierra fértil, que años ha, nos surtía de pan para esos largos inviernos, con bellotas incluidas.
En los años 40 cada vecino tenia 'aún' derecho por ley a una 'parte' el equivalente a una fanega para sembrar. Derechos perdidos por obra y gracia de los regidores del concejo. Los caciques propietarios, han hecho todo el daño que han podido a Extremadura, con su avidez sin escrúpulos de hacerse ellos más ricos. ´
Todos arrimábamos el hombro para recoger la cosecha imitando a las hormigas. En ese tiempo mi calle podía presumir de vigor, de juventud de vida. Tío García -vecino mio- tenía familia numerosa, solía ser la media, esos años 40.. Para recoger la cosecha se olvidaba del 'vergajo al costado' y se reciclaba de labrador.
. He dejado atrás la aislada casa donde vivió una familia y sus hijos, una señora
peculiar y dicharachera que pasaba por mi calle con sus chascarrillos y su precaria vida. Era la casa más cutre y distante del pueblo.
. Me asomo .por el corral concejo, que hacía de cárcel de animales, para sacarlos había que pagar por el daño causado. No había lugar más concurrido que un atardecer en la charca de la Era, un día de trilla abrevando los animales de tiro.
El pueblo palpitaba, vociferábamos los crío en cuanto el crepúsculo tendía su negro manto sobre el pueblo, con la ausencia de luna. Todos parecíamos iguales, grises. Sin echar en falta la luz eléctrica que llegaría ya bien entrado 1952. Yo era un adolescente
montaraz pues había vivido en un cortijo, en una precaria soledad. En vez de estar en la escuela. De doce a 16 años. En casa no había para comer. Así que a cambio de ésta.
Me situó en el otero. El pueblo en la hondonada parece dormitar o tal vez soñar con un presente sin agobios. Si el año era seco y la cosecha mala. Amenaza de carestía. Recuerdo las calles sucias, paredes de pizarra sin lucir y un arroyo con aguas sucias, donde aguantaban con estoicismo alguna que otra rana.
Desde la cota del depósito de agua -pequeña atalaya- hoy observo los tejados remozado asentado en la vaguada del arroyo. Y allá al fondo en una pequeña cota; la iglesia. Esta se yergue altiva con su espadaña rectangular como el ente más emblemático del lugar y se hace visible desde cualquier lugar de la campiña..
Las calles permanecen pulcras (quizá demasiado), como si una ráfaga de viento hubiese acabado con todos los seres vivo. Lo más descorazonador, ver las puertas cerradas. La ausencia de vida. Esto a los que volvemos de fuera nos produce cierta
tristeza. Me pongo a pensar como la decadencia de mi pueblo va a la par con mi cronología.- La biología manda. Como diría un autor -que no viene a cuento- “Todo lo que nace, muere miserere” Igual acabará mi vida e historia, como un pasado anónimo y desconocido para las nuevas generaciones.
. Dejo la loma se hace tarde, estiro los músculos, Más que nada por si las piernas están como para mantener mi verticalidad. Un último vistazo al horizonte hacía el oeste. Por donde el sol trata de ocultarse. Este aparece amplio sugerente lejano y familiar, desde que yo existo. Confió en poder volver. Emilio Rey octubre 2021