Linares - Burgos

Me dicen que hace ya tiempo que apuró sus días un ilustre jeretano de Linares, que para el que escribe estas líneas fue un modelo de hombre serio, parco en palabras, mesurado en la exteriorización de sus emociones, ecuánime en su trato con los de su estirpe o con los vecinos. Ocasional amante del uso de pocos vocablos limitadamente conectados, que daban a su discurso la apariencia de la herméticas frases con que los sabios disfrazan frecuentemente con sabiduría sus frecuentes estupideces, su introversión saltaba en mil pedazos cuando visitaban las cantinas de los pueblos de los alrededores que con frecuencia visitaba por tener trato cierto con el género traidor que allí se vende, y que a la postre ha venido a estropear los humores de su hígado y cerebro (según manifiestan algunos generosos imitadores o envidiosos pululadores de tabernas los unos o sacristías los otros).
La funesta noticia me ha sumido en cierta melancolía y nostalgia, pues me ha hecho recordar el día en que, siendo el escribiente de seis o siete abriles, de regreso de San Bernabé y camino de su pueblo, con su padre pasaba por Linares y entre ellos platicaron largo rato mientras degustaron unos tragos de una bota, desigualmente repartidos. Sus sentencias y expresiones revolotearon días y semanas en su cabeza, provocando un seguro inmerecido respecto hacia su persona, a quien empezó a identificar como prototipo de lo que un adulto debía ser. A ello contribuyó, sin duda, su aspecto físico: robusto, alto y encovardo, con cara enjuta y mandíbula ancha, fuertes piernas y brazos, grandes pies y manos como un par de salinos, adornadas en su interior con callosidades abundantes producto de rudo trabajo que Baco, sin embargo, no le impedía realizar.
Preocupado más por la paz de las parroquias que visitaba que por la de su casa propia, ello acabó convirtiendo en extraña a su mujer y en demandante a su hijo, terminando ambos por desahuciarle emocionalmente y arrojarle de su casa después, seguro que con sobradas y probadas razones, que no obstante la mayor parte de los humanos relativizarían tratándose de un marido o padre.
Viejo, solo y poco aseado ha vivido sus últimos días en comunidad, bajo el maletín de cierto galeno, lo que no le ha impedido desobedecer sus profesionales consejos, empeorando los humores antes citados, que al final le han hurtado de poner orden en su vida.
A pesar de todo, seguirá en mi memoria la figura jeretana con la que mi padre departió aquella tarde de junio a la sombra de un olmo, acompañados por aquél niño y aquella bota de raído cuero que quedara más apurada que vinajera en hospicio.

RETINTO VS VLADIMIR.

¡Conno!