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Calvo Sotelo, un patriota

REPRODUCIMOS ESTE ARTICULO, y esperamos veros esta tarde a todos.

Enrique de Diego. 7 de julio de 2010. Minutodigital.com
José Calvo-Sotelo era un patriota, un regeneracionista y un hombre de profundas convicciones religiosas. Este gallego de nacimiento, fue un brillante estudiante de Derecho tanto en Zaragoza (nota media de matrícula de honor) como en la Universidad Central.
A medio camino entre el conservadurismo y la democracia cristiana, Calvo-Sotelo dedicó una buena parte de sus esfuerzos políticos a la reforma de la administración local. Con la dictadura de Primo de Rivera vio la posibilidad de poner en práctica sus anhelos regeneracionistas, aunque –indicó- “mis convicciones políticas son democráticas. Creía y creo en la necesidad del Parlamento por eso, abominaba del régimen político imperante”. Su concepción política se basaba en el principio de subsidiariedad que plasmó en el ‘Estatuto municipal’, que “descansa en una concepción optimista del pueblo español”. Sumamente eficaz fue en su puesto de ministro de Hacienda. En muchos aspectos, Calvo-Sotelo era un tecnócrata.
A la caída de la dictadura, Calvo-Sotelo pone en marcha la Unión Monárquica Nacional. En junio de 1931 fue elegido diputado por Orense. “Yo no he votado a la República, pero la quiso la mayoría de mis compatriotas y la respeto. Anuncio que votaré a favor de la República de tipo presidencialista, en que el jefe del Estado sea elegido por sufragio universal directo”. Diputado exiliado, pudo volver en 1933, con la victoria de la CEDA, incorporándose a la minoría parlamentaria de ‘Renovación española’. Calvo-Sotelo era un hombre de orden, que abominaba de la anarquía. Era, desde luego, un español de coraje de esos que nunca ha dejado de producir nuestra Patria y en esa línea se manifestó gallardamente en las sesiones parlamentarias de junio de 1936 (cuando en su corta victoria, el Frente Popular consideró llegada la hora de la revolución), en las que, ante las amenazas de Casares Quiroga, sacó lo mejor de su patriotismo, asumiendo su responsabilidad para “bien de la Patria y gloria de España”. Fue cuando Dolores Ibarruri sentenció: “este hombre ha hablado por última vez”.
De hecho el Gobierno cambió la escolta de Calvo-Sotelo, poniéndole a dos policías afectos al Frente Popular, encargados más de informar de sus movimientos que de protegerle. Es el primer dato de un crimen de Estado. Tras el asesinato el 12 de julio de 1936, de José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto, miembros del partido socialista deciden acabar con la vida de José Calvo-Sotelo. Es, en parte, una represalia, pero es, sobre todo, un magnicidio. Del cuartel de Pontejos, salió la fatídica camioneta número 17, comandada por el capitán de la Guardia Civil, Fernando Condes, socialista, y en la que, junto a guardias de asalto, subieron seis miembros de la escolta de Indalecio Prieto, conocida como “la motorizada” y José del Rey, escolta de Margarita Nelken.
La forma en que Calvo-Sotelo trató de tranquilizar a su familia da idea de la calidad de su persona. Al poco de ponerse en marcha la furgoneta, el pistolero Luis Cuenca, un matón de militancia socialista, le descerrajó un tiro en la nuca. Diputados socialistas se dedicaron a encubrir y dar cobijo a los asesinos. Condes, una vergüenza nacional, siguió paseándose impunemente a pesar de ser reconocido en una fotografía por la viuda de Calvo-Sotelo.

No sólo es que el socialismo y las izquierdas marxistas fueron las primeras que recurrieron a la violencia en el golpe de Estado conocido como la revolución de Asturias en 1934, es que la dictadura del proletariado era el programa del partido socialista. Dice Salvador de Madariaga que “lo que hizo inevitable la guerra civil fue la guerra civil interna existente en el partido socialista” (entre Largo Caballero e Indalecio Prieto). La responsabilidad va mucho más allá: fue el marxismo, la mayor ideología de odio de la historia de la Humanidad, la que envenenó la vida nacional con su propuesta de exterminar a las clases medias, la burguesía. El PSOE era, para entendernos, comunista, lo que no prestaba era obediencia a Moscú, a la III Internacional, manteniéndose en la II. Algunas frases de Largo Caballero resultan concluyentes: “Antes de la República, nuestro deber era traer la república; pero, establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo, hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario con todas sus consecuencias”; “si algún día varían las cosas, que las derechas no pidan benevolencia a los trabajadores. No volveremos a guardar las vidas de nuestros enemigos como se hizo el 14 de abril. Si aquéllas no se dejan vencer en las urnas, tendremos que vencerlas por otros medios”; “la clase trabajadora tiene que hacer la revolución. Si no nos dejan, iremos a la guerra civil”. El socialismo sigue sembrando la discordia, con sus mentiras, y el hambre con su demencia ideológica tardomarxista y zapateril. Hora es de erradicar intelectual y democrática al socialismo, devolviendo la esperanza y el optimismo al sufriente pueblo español.

El ejemplo de coraje de José Calvo-Sotelo nos ayudará en esa tarea.

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