L'Hospitalet de Llobregat - Barcelona

El ministro del paro se sacude 'el marrón' y vuelve a su querido L'Hospitalet de Llobregat
Inma Pardo
8:18 - 15/10/2010
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Parece que se acerca la hora de Celestino Corbacho. Hoy asistirá, con toda probabilidad, a su último Consejo de Ministros como ministro de Trabajo. Su relevo se hará efectivo en unos días.

Ayer, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se reunió con el Rey y no le informó de que iba a acometer un cambio ministerial. Lo hará en breve.

Corbacho no sólo será recordado por ser el ministro del paro, por haber sido capaz de doblar el número de parados desde los 2 millones a los 4,6 en menos de dos años; sino también por ser el ministro de Zapatero que "tiró la toalla", tal y como definió el Partido Popular. Con ello, se incorporará al club de los dimitidores, encabezado por David Vegara.
Regresar a Hospitalet

Y es que, aunque Corbacho ya sabía, en 2008, para qué venía, él mismo reconoció la pasada semana "el marrón" que le había tocado. Así que, los misiles intimidatorios que empezó a lanzar hace algunos meses como: "Con quince minutos tendría bastante para hacer la maleta y regresar a Hospitalet", se hicieron realidad en el mes de agosto.

En plenas vacaciones, el ministro anunció públicamente que abandonaría la sede de Nuevos Ministerios para formar parte de las listas electorales del PSC como número tres, por detrás de José Montilla y la consellera de Justicia, Montserrat Tura, futura sustituta de Antoni Castells en la conselleria de Economía.

Sus raíces están allí. No tanto en Barcelona, ya que es originario de Valverde de Leganés, Badajoz, sino en el seno del partido catalán. Desde 1976 pertenece al PSC. En él, es considerado hombre de confianza de José Montilla.

Ante la inminente salida de Castells, Montilla precisaba pesos pesados para hacer frente a CiU en las urnas y el mejor, sin lugar a dudas, era nuestro ministro de Trabajo. Tras 14 años en la alcaldía de l´Hospitalet de Llobregat y un periodo en la Diputación catalana, había logrado la popularidad suficiente en la tierra del tripartito para que los 4 millones de parados, la reforma laboral, la congelación de las pensiones y varios vaivenes en inmigración no hayan hecho mella en su imagen.
La peor época para el Ministerio

Todavía repite orgulloso los comentarios que los ciudadanos le ofrecen cuando le ven pasear por l´Hospitalet: "Chico, qué mala suerte has tenido". Y, a pesar de las muchas críticas que ha tenido que soportar, su inmodestia se camufla en haberle tocado "la peor época" de las últimas décadas en el "peor Ministerio para dicha época".

Como buen alcalde, se ha mantenido cercano a los ciudadanos, expresando que "detrás de estas cifras (de paro) hay vidas humanas" y "a mí la vida me ha curtido, y aunque tengo la piel endurecida, no al extremo de ser insensible".

Pero ser comprensivo dista bastante de resolutivo. Y sus fallos, por no hablar de las contradicciones con sus superiores, suman algunas decenas. Por supuesto, los datos y las previsiones de paro encabezan la lista de desaciertos.

Al principio, hizo alarde de su seguridad y se mostró convencido de que "no llegaremos a los cuatro millones de parados de ninguna de las maneras". Entonces era enero de 2009. Un año después, Corbacho, más quemado que un colín, según perciben los más próximos, cambió el tono y bromeó con que, después de haber aprendido la lección, no sería él quien predijera que no romperíamos la barrera de los cinco millones de desempleados.
El caballo de Troya y el diálogo

Otra cuestión que también se convirtió sin duda en su mayor caballo de Troya fue el diálogo social. Aunque no se le podría culpar de que los empresarios y los sindicatos no alcanzaran un acuerdo, sí que es su responsabilidad que las negociaciones levitaran en un limbo de incertidumbre durante más de año y medio. Periodo en el que el ministro se enfrascó en culpar de la inactividad de su Ministerio a unos y a otros. Todo ello para que, finalmente, el decreto de la reforma dejara a medias aspectos tan cruciales como la dualidad del mercado.

Por último, la guinda de un pastel que Corbacho no estaba dispuesto a comerse era la reforma de las pensiones, abanderada por el retraso de la edad de jubilación. Ya tuvo bastante con soportar las críticas de la congelación de las pensiones que le llegó de refilón.

Con este arsenal, y muchos otros acontecimientos polémicos como la huelga general del 29 de septiembre, Corbacho abandona el Ministerio con bastantes ganas. De hecho, el pasado miércoles, perezoso de comentar sus últimas previsiones de paro de la OCDE pasó, sin más, la pelota a su sucesor.
Los posibles sucesores

Su suplente, por supuesto, sigue siendo el secreto mejor guardado del presidente del Gobierno. No obstante, los candidatos preferentes serían el secretario de Estado de Seguridad Social, Octavio Granado, buen conocedor de los intríngulis de la inminente reforma de las pensiones y un fiel zapaterista; y el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, que sería recompensado con una gran vicepresidencia de lo social, induciendo así el recorte de una cartera.

Sin embargo, Chaves todavía es titular de ostentar la mayor tasa de paro como ministro de Trabajo en el Gobierno de Felipe González y haber sufrido una monumental huelga general en 1988.

Este momento es perfecto para mover ficha y así lo ha hecho el PSC, pendiente de no perder su presencia en Madrid. Su estrategia contempla dos vías: bien Mar Serna, actual consellera de Treball, o bien Marina Geli, titutar de Sanidad y Seguridad Social, que ocuparía el puesto de Trinidad Jiménez, transformando a la Trini en la cara popular del desempleo.

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