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13-12-08 00:24 #1533833
Por:Calpurnia

ANTICUENTO DE NAVIDAD
Cuando Alabardero propuso que escribiéramos un cuento de Navidad, me gustó la idea. He intentado escribir uno, pero lo que me ha salido es esto que, por razones obvias, lleva el título que lleva.
Si alguien es capaz de llegar hasta abajo, enhorabuena, la paciencia es una virtud.

ANTICUENTO DE NAVIDAD

El accidente fue más grave de lo que al principio pensaban. No por las heridas, sino por las secuelas, terribles e inesperadas para todos. Meses en el hospital, más meses de neurólogos, psicólogos… y un logopeda (poco tiempo, ya que, en ese aspecto, evolucionó muy bien desde el principio).
Todo esto, además del “aprendizaje” de su vida, de la cual no sabía absolutamente nada. Nada de sí misma, nada de su familia, nada de su entorno, nada de los acontecimientos importantes relacionados con ella… Nada.
Pasados los peores momentos, empezaba a encontrarse mejor y más ubicada en una realidad que decían que era la suya. Ya sabía cuando era su cumpleaños y cuantos cumpliría (veintidós), cuáles eran las fechas importantes para la familia, quiénes los que de alguna manera tenían relación con ella… y mientras, trataba de aprender las costumbres que todos creían que debía tener. Aun no entendía muchas cosas, pero suponía que era cuestión de tiempo…
En los últimos meses, por ejemplo, se hablaba mucho en casa de la Navidad. Es una fiesta para conmemorar el nacimiento de nuestro Señor, le explicaba su madre, que era ferviente devota.
Describía, para su regocijo, una fiesta especial, que a todo el mundo parecía hacer feliz. Más que una fiesta, era una sucesión de días de fiesta, que suponían, incluso, un periodo vacacional, que empezaba el día de Nochebuena y terminaba el día de Reyes. Lo más destacado y que las hacia tan entrañables, era su carácter familiar. Le pareció una preciosa costumbre, la de tratar de reunirse las familias para la cena de Nochebuena. De hecho, le dijo su madre, era mucho más que una costumbre. Era inimaginable cenar sin que estuviera toda la familia sentada a la mesa.
Hasta tal punto es importante, que a medida que aumentan las ausencias, en la mesa gana terreno la tristeza.
La fecha se acercaba con el consiguiente trajín: La compra de todo lo necesario para la cena de Nochebuena, los regalos para el día de los Reyes, los adornos para el árbol... ¡y para la fachada, que el año pasado era la más sosa de la calle! ¡Ahora que, este año no me cogen descuidada!
Y todos hablaban del espíritu navideño. En estas fechas hay que ser tolerante, hay que perdonar y procurar no enfadarse, y hay que saber aprovechar estos días para limar asperezas… Esto iba a ser lo mejor, porque se ponía muy nerviosa cuando notaba tensión a su alrededor.
Y otra cosa muy importante, ¡en Navidad tenemos que ser solidarios y tener en cuenta a los que más necesitan, nosotros que lo tenemos todo, gracias a Dios!
Esperaba con ilusión el día de Nochebuena y las demás fiestas, pero la actividad resultaba agotadora.
Uno de aquellos días fue con su padre al campo a por una rama de pino. Tuvieron que cortar varias hasta que una de ellas resultó todo lo bonita (todo lo artificial) que deseaba su madre. Cuando la colocaron en casa y la engalanaron con bolitas brillantes, y cintas brillantes, y luces brillantes, y estrellas brillantes, quedó… muuy brillante.
Sus padres estaban contentísimos porque les había quedado ¡veinte veces más bonito que el de Fulanita, la de enfrente. Nos ha costado un dinero, pero ¡un día es un día y, además, ahí están los adornos para el año que viene!
Recordó el maltrecho pino y odió aquel absurdo árbol de Navidad. Bajo las cintas y la purpurina agonizaba la rama, que al terminar las fiestas iría a parar a un contenedor de basura.
Al día siguiente la despertó una música que entraba por la ventana. Era tarde, pero dormía mal por la noche, así que aprovechaba el sueño que la vencía de madrugada. La cancioncilla la entonaba un coro infantil. Salió al balcón y casi sin querer se percató de las letras que cantaban aquellos niños: “hacia Belén va una burra cargada de chocolate, rin rin, yo me remendaba yo me remendé, yo me eché un remiendo y yo me lo quité”. “Una pandereta suena, sal Mirandillo arandandillo, sal Mirandillo arandandán, cabo de guardia alerta está”. “Ya vienen los Reyes Magos caminito de Belén, olé olé Holanda, Holanda ya se ve”…
Su madre le explicó que eran villancicos, ¡las canciones que alegran la Navidad!, pero a medida que pasaban los días, menos le gustaban aquellas canciones que se oían por donde fuera.
Pasaban los días y su madre empezaba a mostrarse nerviosa. Estaba cansada, preocupada porque todo saliera bien, irascible, deseando que pasara el día de Nochebuena y se fuera cada mochuelo a su olivo (vendrían a cenar sus suegros y una cuñada soltera) y porque el gasto estaba resultando excesivo. Si seguían a este ritmo, iba a ser un Enero terrible. ¡Si por lo menos nos tocara algo en la lotería... si no, otra tanda de dinero tirado a la basura!
Ella estaba deseando que, por fin, se terminaran los preparativos y llegara la fiesta propiamente dicha. Sería agradable disfrutar de todo, después de tanto ajetreo.
La mañana del día de Nochebuena, se levantó con mucha ilusión. Se pusieron temprano a preparar la cena y la comida del día siguiente. Un día de estrés por los preparativos de última hora. Parecía que no iban a ser capaces de terminarlo todo a tiempo, pero cuando llegaron los familiares a cenar, ya estaba todo listo.
Su tía venia muy guapa, como siempre. La había visto ya tres o cuatro veces y le gustaba mucho como se arreglaba.
Los abuelos se mostraron muy cariñosos y eso le gustó mucho, porque lo que más feliz la hacía era sentirse querida.
Se sentaron a la mesa y su madre y ella se encargaron de ir sirviendo, ya que eran las anfitrionas. Esto le dijo, pero no debía de estar muy convencida, porque cada vez que iban a la cocina, entraba rezongando. Al parecer, le molestaba mucho que su cuñada no hiciera gesto de ayudar, “¡No se mueve, no! ¡No vaya a despeinarse!
Se fue dando cuenta de que su madre no le tenía mucho cariño a su tía. Se preguntó si habría pasado algo entre ellas, pero pensó que, si así fuera, se lo habría dicho y, además, no la habría invitado a cenar... aunque, tal vez, esto era “limar asperezas”. Supuso que la ansiedad que notaba en su padre, se debía a la frialdad que percibía entre su mujer y su hermana.
A lo largo de la cena y pese a los esfuerzos que hacían por demostrar lo bien que lo pasaban y lo a gusto que estaban, descubrió que la relación con los abuelos no era mucho mejor, así que se preguntó ¿para qué habrían preparado una cena en FAMILIA? Y no necesitó preguntarse, porque quedaba claro, por qué no habían venido también sus abuelos maternos.
La cena terminó cuando, después de unos brindis, los comensales dieron rienda suelta a la tensión acumulada y se hicieron reproches presentes y pasados La noche de Nochebuena se acostó con muy mal sabor y comprendió que el espíritu navideño no era intentar tener buenas relaciones con los demás, sino fingirlas. Esta noche, todos, hasta ella, habían representado ese papel.
Pasó el día de Navidad, más agradable que el día anterior, más tranquilo y más íntimamente familiar.
En Nochevieja, muy animada, se reunieron después de la cena con unos amigos para tomar las uvas, costumbre que le pareció un tanto pintoresca. Dejó de ser divertida en cuanto salieron a la calle, porque todo el mundo les deseaba “feliz año nuevo” con besos; besos desconocidos, besos vacíos, besos borrachos...
El día de Año Nuevo fue muy parecido al día de Navidad y pasó sin sobresaltos.
¡Tenía muchas ganas de que llegara el día de Los Reyes! Había gastado sus escasos ahorros en un regalo para sus padres y le hacía mucha ilusión verles la cara cuando se lo entregara, porque estaba segura de que no lo esperaban.
Su madre había comprado regalos para todos, pero ella no sabia cual sería el suyo, porque ese era el secreto mejor guardado. Cuando despertó y lo vio encima de la cómoda, la sorpresa le disparó el corazón, le provocó un intenso rubor y casi se puso a llorar... ¡Era un ordenador!
Durante su convalecencia había usado uno que le prestaron en el hospital y descubrió que se podían hacer muchas cosas con él. Durante aquellos meses había encontrado mucha información sobre su trastorno y, además, se había relacionado con mucha gente a través del aparato.
Fue un día feliz. Los tíos y los abuelos también trajeron un obsequio para ella, aunque su madre no estaba muy contenta, porque, según dijo, en precio, no se correspondían los regalos que traían con los que se llevaban. Se han portado nada más que regular ¡Se gasta una lo que tiene y lo que no tiene, para que vengan luego con estas porquerías! ¡Su madre se planteaba los regalos de Reyes como una inversión!
Cuando le dijeron que les había gustado su regalo, no se atrevió a profundizar por miedo a notar alguna decepción. Consistía en una foto que les había hecho a los dos juntos unos meses atrás, a la que le puso un marco muy bonito.
Ya por la tarde, reparó en que, a lo largo de todas las Navidades, nadie había vuelto a mencionar a los mas necesitados. Lo habló con su madre, que le explicó que habían hecho lo que su bolsillo les permitía. ¿Y qué es? le preguntó expectante y llena de una ilusión que duró el tiempo que se tarda en escuchar una respuesta simple, por mucho que la adornen: Pues di un kilo de arroz y otro de lentejas en la “Campaña del Kilo” (campaña de recogida de alimentos para los necesitados, que se pone en marcha en muchos sitios, con motivo de la Navidad), le he comprado papeletas a los niños del instituto (para el viaje de fin de curso), también les he comprado papeletas a la Asociación de Mujeres (para la cena anual) ¡y, por supuesto, le he comprado lotería de Navidad a la Cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno! Y si hubiera podido más, más hubiera hecho, ¡que quisiera yo! pero es que este mes es el peor de todos, con tantos gastos. ¡Además, el que no tiene, que trabaje, que es muy cómodo el “vénganos en tu reino”!
El día de Nochebuena se despertó muy temprano porque tenían mucho que hacer. Había que preparar la cena y la comida del día siguiente. Les esperaba un día de estrés por los preparativos de última hora y tenía la sensación de que no iban a ser capaces de terminarlo todo a tiempo para la cena…
Durante todo el día trató de alejar la pesadilla que había tenido esa noche y que estaba ensombreciendo el primer día de su primera Navidad.

En su pesadilla, la solidaridad, la generosidad, consistía en regalar las sobras de nuestros excesos…
En su pesadilla, el espíritu navideño consistía en hacer de la hipocresía, devoción, de la ostentación, filosofía y del derroche, dogma de fe…
Puntos:
13-12-08 20:34 #1535559 -> 1533833
Por:KISS FM

RE: ANTICUENTO DE NAVIDAD
Cuéntame un cuento, y veras que contento.
Me voy a la cama, y tengo lindos sueños.


Felicidades Calpurnia.
Puntos:
13-12-08 23:17 #1536038 -> 1535559
Por:mpajarito

RE: ANTICUENTO DE NAVIDAD
Hasta el final, y creo que es la realidad mas que un cuento o anticuento como tu lo has titulado. Sonriente
Puntos:

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