Villalba de los Barros - Badajoz

n España, los escaños son repartidos por la Ley D’Hont. Esta ley distribuye proporcionalmente los escaños por provincias dependiendo del número de votos que se recojan por partido en dicho territorio.

¿Cuál es la problemática de esta forma de distribuir los escaños? Que solo unos pocos son los que salen beneficiados.

De forma sintetizada y burda, sacamos como conclusión que los beneficiados del Sistema D’Hont son los partidos políticos que consiguen una gran cantidad de votos por provincia y, por el contrario, los damnificados son aquellos partidos minoritarios que no consiguen llegar al límite establecido como mínimo para tenerlos en cuenta a la hora de repartir los escaños. Es decir, que si un partido no supera el 3% de los votos totales, dichos votos se desechan y el partido no puede obtener ningún escaño. Aparte de todo esto, en España, al ser los partidos mayoritarios los beneficiados por la Ley D’Hont se crea en la sociedad el llamado “voto útil”, este tipo de voto también afecta mucho a los partidos minoritarios, ya que los votantes al percibir que los partidos minoritarios no consiguen una representación “llamativa” con los escaños deciden votar a uno de los partidos mayoritarios. Por lo tanto: Más votos para los partidos mayoritarios, menos votos para los minoritarios.

En España uno de los principales afectados con esta situación es el partido de Izquierda Unida, que siendo el tercer partido con mayor número de votos apenas posee escaños (se sitúa en el sexto puesto concretamente). Esto se debe a que Izquierda Unida, a nivel nacional, es el tercer partido con mayor número de votos, sin embargo, a nivel provincial existen varias provincias en las que Izquierda Unida no tiene los suficientes votos como para hacerse notar (por ejemplo el Pais Vasco o Valencia).

En teoría, la Ley D’Hont surgió como una medida desesperada por asentar lo antes posible la democracia en España (nada más salir del franquismo). De eso hace ya cuarenta años, por lo que va siendo hora de renovar un poco el sistema. Pero surge un dilema, a los grandes partidos políticos no les conviene una reforma, ya que eso significaría la pérdida de algunos de sus escaños para que se los llevara otro partido. Por otro lado, a los partidos minoritarios sí que les sería provechosa una reforma ya que así conseguirían la presencia que en teoría les corresponde.

Según los grandes partidos, esta forma de favorecer a la mayoría es un método para mantener estable la política. Quizás tengan razón, pero en mi opinión es necesario ser consecuente: No es lógico hablar a favor de la democracia cuando el propio sistema excluye a las minorías. (Esto es aplicable a la Ley D’Hont, pero también al sistema de elecciones: Ejercemos el voto, si, pero votamos condicionados por una lista cerrada). Es probable que si aplicamos la Ley D’Hont a nivel nacional ocurra lo que vaticinan los grandes partidos, es decir, que se cree un caos político que lo único que haga sea empeorar las cosas. Pero, ¿por qué no aplicamos la Ley D’Hont en las provincias pero omitiendo que se necesite mínimo el 3% de los votos totales para acceder a la repartición de escaños? A lo mejor no es la solución más acertada, pero sí más democrática.