Salvaleón - Badajoz

Me decía mi colega Lorent, ¿Qué, nos vamos? Vámonos, así que cuando despuntaba el día enfilamos la carretera camino del Almendral sin almendros, once horas después divisábamos la Sierra Monsalud, santo y seña de este viaje.

Al atardecer y un poco agotado por el intenso y pesado viaje, nos invitaron a asistir a la presentación de un libro en la Torre, este libro se trata de lo que algunos llaman “remover el pasado” y otros, de hacer justicia en el tiempo a sus muertos, libro que habla de la verdad de los sufridores, libro, que contrarresta esa verdad manipulada con que la cuentan los vencedores, verdad que nunca fue debatida por unos y otros, por una evidencia aplastante, la imposición de unos y el miedo de otros.

La sala existente en la casa del pueblo estaba repleta de gente, escuchaban en silencio el relato de las anécdotas que obtuvieron en su investigación los autores del libro, Manuel y María Jesús, un libro que todo aquél que siente y quiere saber los acontecimientos “que jamás fueron contados como verdaderamente ocurrieron” deberían de tener en su vitrina independientemente de que sean de la Torre o no.

Al día siguiente y para que no se entumecieran nuestros cuerpos y con ellos nuestras mentes, nos invitaron a almorzar unas “migas”, empezábamos a saborear los productos y costumbres culinarias de nuestra tierra, a reglón seguido íbamos a participar en un homenaje a la Republica, acontecimiento que se plantearon realizar en su día dos amigos, Francis de Almendral y Rafa de la Albuera.

A este acto asistieron un nutrido grupo de personas, por supuesto todas republicanas, muchos de ellos provenientes de la política y las letras, además de paisanos con las mismas vocaciones repartidos por la geografía española, Valencia, Madrid, Barcelona y por supuesto Badajoz y pueblos limítrofes.

Se asistió en el Cementerio de Almendral y ante el monolito dedicado a los muertos que cayeron en la Guerra Civil, a un homenaje que consistió en algunas elocuciones a dichos muertos por parte de la gente más representativa a dicho acto, acontecimiento acompañado con el canto al himno de la república y diversas poesías en el mismo sentido que hizo brotar las lagrimas de algunos de los allí existentes.

A continuación nos marchamos todos al cementerio de la Torre, donde al igual que en el de Almendral, el homenaje caló en la sensibilidad de muchos y en la impotencia contenida por tanto tiempo en otros, tengo que destacar la desgarradora por emotiva poesía que más que leer cantó Triviño, un artista de la interpretación.

Una vez cumplido los preceptos que nos llevaron a estos cementerios, nos fuimos camino de la Fábrica de la Torre dónde iba a tener el homenaje, la sala estaba sin las sillas necesarias para el personal allí congregado, lo que equivale a un lleno total, nos deleitó con sus sabiduría en estas lides la catedrática de la complutense de Madrid, Mirta, además de aspecto y cara de buena gente, su simpatía y saber estar nos cautivo a los allí presente, ni que decir tiene que se habló con algunos de los personajes más significativos sobre aquellas anécdotas que les ocurrieron en vivo y en directo ahora va a hacer 70 años, Manolo el hijo del “Gordo” se acordaba, que en compañía de un nutrido grupo de chavales fueron a recibir por la huerta de Romero a Margarita Nerke, pero quizá la estrella por su connotación más directa con el personaje, fue Margarita la “Mojastra” dicha “niña” nació cuando esta señora estuvo dando unas conferencia en la casa del pueblo, sus padres con la consiguiente admiración por el pedigrí político de esta señora, le pusieron de nombre Margarita, después paso lo que pasó y esperemos que no vuelva a pasar, una vecina de Almendral le comentó a la madre si quería que le cambiase el nombre por el de Pilar, a lo que su madre se negó en redondo, Margarita estaba pero que muy requetebién.

Una vez concluido el acto protocolario, nos despachamos con una comida a base de productos de la tierra, los entremeses que nos pusieron fue a base de embutidos procedentes, como no podía ser de otra manera, de los “patas negras” de nuestra tierra, de primero, un cocido de garbanzos que hacía años luz que al menos yo no probaba, y de segundo, un plato de caldereta, de esta manera se completaba los síntomas culinarios patrios, productos que los allí presentes hoy vecinos de otras tierras, no surcaban por el interior de nuestros estómagos.

Si hasta entonces todo había transcurrido sobre rueda, la sobremesa, uy, la sobremesa, la amenizó el polifacético Triviño que nos agasajó con un recital de todo tipo de cante y canciones, sorprendentemente a la guitarra, y digo bien, sorprendentemente, porque la toca como los ángeles, Paco de Lucia si lo oyera cogería celos de su arte, pero hete ahí que nos salió un cantante por fandangos que “Porrina” pondría en los altares del cante “jondo” Rafa el de la Albuera. Una pasada de estos dos fenómenos...!!jope!! que callado se lo tenían para los neófitos en la materia.

La noche mejor que no la cuente o si me lo permiten no me hagan entrar en detalles, una vez más y van...el Barça se comió a mi Madrid, algo que me duele en lo más profundo de mi encarnizado “fosforismo”, pero hombre, encontrándome donde Cristo perdió el gorro de mis tertulias balompédicas, no me podía esperar que me salieran con cohetes y un coche paseando por todo el pueblo el himno del Barça, eso no se hace...o al menos se avisa, ya tengo aquí últimamente ración doble con estos hechos casi todo el año... pero en mi pueblo.

Y llegó el día D y la hora H, ese día que al fin iba a quitarme la espina clavada que tenía desde que tuve uso de razón... hasta el día 11-04-2010, subir a la Sierra, esa Sierra que cuando la miraba parecía decirme, tururú, Sierra que me provocaba con su silueta y a veces en susurros le oía decir, “tío, conmigo no puedes”.

Llegamos a poco de comenzar el día al cortijo de Monsalud, allí nos recibió una de esas personas de campo, brutota, pero todo corazón, esas personas que a primera vista te cautivan por su generosa sinceridad y desprendida amabilidad, un tipo con un bigote que le cubría media cara y con el qué enseguida congenié, quedando para tomarnos unas copas tan pronto como lo vea por Salvaleón, su pueblo.

El Sherpa nos indicó el camino a seguir, nos sin antes decirnos que la cosa no era fácil sobre todo para algunos de los “escaladores” allí presentes, por motivos obvios, entre los cuales estoy yo, con más moral que los del Alcoyano, Micaela, Julio, Carmelo, Francis, Lorent y éste que narra, enfilamos la cuesta, la Sierra vista desde abajo y al pie de ladera, en mi acusada ignorancia no representaba dificultad alguna, los entendidos decían, ya vendrá el verano, nunca mejor dicho, sudé como un cosaco en el Sahara, cuando empezó la maleza con su tupido “velo”, algo que no tardó en suceder, me dí cuenta de mi equivocación, la maleza no te dejaba ni un metro de margen para poder caminar con comodidad, a eso había que añadirle que no tenias ni repajolera idea donde te encontrabas, con esta dificultad que se hacía cada vez más patente por el cansancio acumulado, yo no tenía derecho a quejarme, allí estaba Julio con su corazón recién estrenado y sus piernas de Sherpa, con un artilugio entre pecho y espalda que le marcaba el límite de sus pulsaciones, es verdad que varias veces tuvimos que parar porque su corazón repicaba con demasiada intensidad y al límite de lo permitido, pero su moral y fuerza de voluntad era tan fuerte que fue uno más de los que por fin...llegamos a la cumbre, si la proeza de Julio era patente allí estaba su mujer con sus 60 años a cuesta y una descomposición estomacal de tres pares de ovarios subiendo como una jabata.

Al llegar a la cima y dado que hoy día hasta en la luna puedes encontrarte con alguien, vimos que había civilización allí donde se mezcla la tierra y el cielo, pues por la cara opuesta había subido otra expedición proveniente de Barcarrota, y en la alturas, a golpe de vista de pájaro de mal agüero, léase carroñero que son los que más abundan, nos comentamos unos y otros las peripecias sufridas hasta llegar a lo más alto, pero alguien con experiencia por las muchas veces que ya ha subido, Franci, nos comentó, que la bajada era aún más dificultosa, con la moral por los suelos por el nuevo jarrón de agua fría, empezamos a rodar cumbre abajo, resignándonos, que remedio, pues lo que tenía que pasar, pasara, y al cabo de un tiempo cuando el día hacía mucho tiempo que se había partido en dos, llegamos extenuados hasta los coches...desde dentro del mismo le eché una mirada soslayada llena de satisfacción por el “deber” cumplido a esa Sierra, quizás no fui capaz de mirarla de frente no fuese que me obligase a subirla de nuevo.

Sierra de mis entretelas, te vencí como se suele decir en el último suspiro, no creo que con 65 años a cuesta y las pocas oportunidades que se me presenten de aquí por delante... la vuelva a subir.

Piri