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Ribera del Fresno - Badajoz

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España > Badajoz > Ribera del Fresno
09-07-09 20:38 #2676579
Por:cantaclaro1970

PARA CHEMI EL HERRERO
Para un gran admirador y entusiasta de la farandula que lo sabe vivir:

PRIMERA ENTREGA:

Libreto de “Paquito el Güevero” autor anonimo:

¡Paquitooooo….., levantate ya hombre, que está al empezar la caló y tiés que ir a l´ era a llevar el almuerzo!

Entre el sueño y la vigilia, Paco (su padre también se llamaba Paco, y su bisagüela materna, tenía muchas gallinas y se dedicaba a vender huevos por el pueblo, de ahí le vino el mote de Paquito el güevero), un muchacho de escasamente diez años de edad, tendido en una camera en el zaguán, refunfuña: ¡Chacho!, con lo a gusto que s´ está ahora q´entra el fresquito, y esta mujer pegando voces!.

¡ Paquitooooooo!

Un nuevo grito de su agüela le hace saltar d´un brinco. Se dirige a la palangana pa quitarse las legañas, pero como casi siempre está vacía. Cualquiera sale ahora a sacar un caldero del pozo –piensa Paco-. A ver si no me ve la vieja y cojo un tazón de la tinaja.

Así lo hizo y después de hacerse el lavao del gato, se disponía a jundear el agua a la calle, cuando, se encontró en el quicio con su agüela, que le espetó: ¡La próxima vez que te vea coger agua dulce pa lavarte, te guanteo la cara!. En la cocinilla ties un tazón de leche migá, cuando termines aparea el burro, y le pones las agüaeras, y coges dos cántaros vacíos q´hay en las cantaeras del zaguán, y lus traes llenos de la fuente de los martires. Ten cuiao, y por Dios no los rompas, y que no se t´olvie el caldero, como la última vez, que te veo llenándolos con el bote. El almuerzo del Agüelo, del padre y del tito, está en el atillo que te dejao encima la camilla. ¡Y date prisa, que son más de las siete, y enseguía empieza a calentar!. Que yo me voy al peral, a lavar éstos trapos.

Una vez vestido, y como todas las mañanas antes de hacer otra cosa, Paco se dirige a la puerta que da acceso a las escaleras del doblao. Como cada mañana su corazón se acelera, con el temor de encontrarse algo que no quiere. Abre la puertezuela y mira por todas partes… no le ve… su corazón se agita más… ahora mira al suelo por si hubiera restos de plumas. Tampoco… Dirige nuevamente la vista hacia arriba….¡Bien!…allí está, encaramao en la enrramá de la matanza.

D´un agüjero de la pared saca un trapo en el que tié guardás, dos lagartijas y cuatro langostos, cojíos en la tarde de ayer. Cogiendo una lagartija por el rabo y enseñándosela al pájaro, vocea … “Pericoooooo…., Perico Chicha”!, ¡Pericoo Chicha!, ¡Perico Chicha!”. Al poco el pájaro baja y se asienta en el hombro del muchacho. El pájaro jinca sus juñas en la lagartija, y yo no sabría icir cual de las dos sonrisas en más sincera, si la del pájaro o la del muchacho. Este susurra, ¡Otra noche t´as librao del joío gato de tía Espartera, eh!.

En la cocinilla, sentao frent´al tazón de leche migá, que su agüela había tapao pa que no entraran las moscas, y mirando al pájaro mientras se comía la lagartija, y él retiraba la nata que no le gustaba, recordó que hoy era un día especial……

…..CONTINUARÁ….

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09-07-09 21:07 #2676812 -> 2676579
Por:cantaclaro1970

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Paquito el güevero- Continuación segunda parte:

Un día especial….., su padre l´había prometío que si no hacía ninguna zalagardá, ésta noche le dejaba dormir en la era.
Pensándolo, abrió el corral espantando con el pie a las gallinas, ¡Pitas, Pitas!. A la izquierda el estercolero a la derecha la zagurda (echó un ojo a los guarros, y tenían agua y pienso), en una esquina el gallinero y al fondo la cuadra. El burranquino pardo atravesao en la puerta. ¡Buuurroo!...caguen….muevete que te jarreo….., ¡Buuurroo!, será abundio el joío burro!. Primero el enjalmo, luego la albarda bien apretá, y endispues la cabezá (como le habían enseñao). Las agüaeras encima….y ahora voy a por lo cántaros… y como siempre, falta una tapaera,…me llevo un trapo. El atillo con el almuerzo, mientras rebusca un puñao d´ acitunas en la damajuana de la lacena.
Por la calle la Huerta oye vocear. ¡güeverooo….güeveroooo!. Son el Chivi y su primo Damián, que cruzan corriendo la cerca. Damián, como siempre con su roanga a cuestas. ¡Cuidao éste muchacho que nunca deja atrás la roanga!.
¿Ande vaaas? -pregunta el Chivi-.
Ande vi a ir, a la era, a llevar el almuerzo a mi padre, y a por dos cántaros d´agua a la juente los Mártires (contesta Paquito). ¿Y vusotros que hacéis ahíiii?.
A los gurriatos…mira. -dice el Chivi-.
¡Ostien!.. un tirachina nuevo. ¿y estas gomaaas?. -El tirachina tenía unas gomas redondas como las que se usan en medicina-.
Se las ha quitao al boticario. -dice Damián-.
El Chivi.- ¡Antier m´encaramé en la paré del corral del pregonero, que linda con el boticario, y vi, en el estercolero, un montón de botecinos de meicina y estas gomas. Me pilló la boticaria, pero la dije, que se me había encajao el balón y lo estaba buscando. Mira…con éstas tiras un chinato de aquí a la cuesta.
Paquito lo probó y dijo, ¡Chacho…sí qu´es güeno, sí!. –Paquito tenía fama entre los muchachos por ser el que más tino tenía con el tirachina.
¿Nus escapamos entre siesta y vamos a las palomas de la torre la iglesia? – preguntó El Chivi.
Paquito le explicó que no podía, por lo de la era; y quedaron en verse al día siguiente para probar el tirachina.
El Chivi era un perigallo de mucho cuidao. Dos años o más, mayor que Paquito; un mindango renegrío y farraguas. Su padre era cabrero o pastor de cabras, y le apodaban El Chivo; de ahí le vino El Chivi, auque otros le llamaban chivino. Se había queao sin madre al poco de nacer; dicen que por una infección mal tratá después del parto. Desde entonces vivía sólo con su agüela y su padre, aunque éste se pasaba toa la semana con las cabras.
Su padre había abandonao ya toa esperanza de sacar d´el partío. Le apuntó a las cagonas, y al día siguiente mandaron recao a la agüela para que no le llevase más. Decían qu´ese muchacho las daba mieo.
Al inicio del verano pasado le pilló doña Idubiges quitándola las brevas y los jigos de la huerta. Salió detrás d´el jarreandole con una vareaera. En cuanti el Chivi púo desenrrearse de aquellos palos la puso d´alcagueta, pelandusca y jedionda p´arriba, mientras le tiraba tos los peñascos que encontraba. Menos mal que ninguno la dio. Esa misma tarde doña Idubiges, que había sío maestra escuela, y se la tenía mucho respeto en el pueblo, fue a hablar con la agüela del Chivi y se lo contó. Cuando llegó el padre del Chivi, éste se llevó una buena tunda, y endispues obligó al muchacho a que juera a pedir disculpas.
El Chivi no tuvo más remedio qu´ir, pero el recibimiento de doña Idubiges no le debió de gustar mucho, pues lejos de disculparse, se lió a cinturonazos con la vieja, hasta que la dejó tendía en el suelo. Pensó que l´había matao.
El Chivi desapareció durante tres días; se formaron grupos de hombres que salieron a buscarle alreol; pero no lo encontraron. Al anochecer del tercer día tio Genaro, que venía d´ campo, dio la alerta de q´había visto salir jumo de la cueva las Cervaleras.
Allí encontraron al Chivi, tan campante, jarto pulgas y resnos, entre cáscaras de melón y sandía y cuando se disponía a churramascar en una lumbre dos trigueras que había cojío con dos maulas q´había encontrao en el chozo los baqueros.
Un día en el refalaero me confesó que por él no hubiese vuelto, qu´en cuanti que los guardias su hubiesen olvidao, se iba a ir a Campo Lugar, que de allí –le había dicho su tío- salía una cañá que llevaba hasta la finca de toros bravos en la que trabaja su tío; y en llegando allí se haría torero, que es lo que él quería ser. Y en verdad afición no le falta, pues toas las tardes que radian por la radio corrías de toros, él es el primero que está en el salón de tio Chico relatando con los viejos las faenas como el más leío.
Doña Idubiges, dio parte a la guardia civil, y ………………CONTINUARÁ (Las personas y hechos que se relatan son totalmente imaginarios; cualquier parecido con la realidad es pura casualidad) nota del autor


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10-07-09 10:13 #2679539 -> 2676812
Por:cantaclaro1970

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Tercera parte de. Paquito el Güevero Continuación de la segunda parte:

entoavía no se sabe cómo acabará el asunto, al Chivi l´ han citao en el Juzgao, en pasando la Velá, pa nombrarle Fiscal que le defienda; él está tan campante, sin ajunco ni caldeo alguno, mientras su abuela y su padre se afanan toas las mañanas en llevarle güevos frescos y perrunillas a Doña Idubiges.

¡Arreee burro!...Ya se distingue la chambra parda y el sombreo paja del agüelo, bregando con la bierna, y al padre con los costales…¡Concho!...el caldero….se me ha olviao,….otra vez,….y no se ve a nadie en la juente, …..pero ya no pueo volver porque m´ han visto.

¡Ya se ve Paquito,…que nos tíes transíos!..., ¿te habrá hechao tu aguela las zarrias?...que está el aire mu cambiante y el cielo emborregao,
No m´ha dicho na de zarrias…¿esu qu´es?.
Pos ya estás ajilando an ca tu tía Petra, a que t´empreste las zarrias…o nos queamos sin trigo con este aire….¡ajila,.. leñeee!…y no se te ocurra abrir el costal que se desgobiernan y no sirven pa na.

Salió corriendo Paquito, y a mitad de camino se volvió a encontrar con el Chivi y el Damián, que a voces le preguntaron ¿A onde vas con tanta priesa?,.. ¡ni que hubieras visto una pantaruha?. ¡A por las zarrias pa mi agüeloooo!, contestó igualmente a voces Paquito, sin dejar de correr, mirando pa tras, sin entender por qué el Chivi y el Damián se escachurraban de risa. Llegó an ca tia Petra, y apenas sin aliento dijo: ¡De parte mi agüelo, que me deje Vd. las zarrias, que está el cielo emborregao y el aire cambiante!. ¿Las zarrias? Dijo tía Petra entre risinas…¡Bueno, bueno, no sé dónde las habrá puesto tío Antonio,…deben estar en el doblao…voy a buscarlas!. Aquí están…¡sube a por ellas Paquito!. En éste costal…¿vas a poer con ellas?...¡Bueno si t´ha mandao tu agüelo, es que ya eres un hombrecino!. ¡Ten cuidao que son mu delicás y endebles,…no abras el costal que s´esfaratan!.
Aquel costal pesaba como un mulo, pero Paquito, medio arrengao, cargó con él a la espalda, andando lo más apriesa posible y pensando que con aquél peso no podía ir a por el caldero, como él había planeao; además si se entretenía se podía echar a perder el grano que su agüelo había limpiao.
Llegó a la era sudoroso y baldao:…¡Agüelo…verequi las zarrias!
Mu bien Paquito…pos abre el costal y las vas poniendo con mucho cuidao encima la manta trapo que tapa el montoncino de grano limpio.
Desató Paquito el costal, y se encontró que allí sólo había un montón de peñascos. ¡Ostien…si son piedras!, ahora sé por qué se escachurraban el Chivi y el Damián,..¡Que joios,..ellos ya lo sabían!.
No son sólo peñascos.. –le dijo el agüelo-.., peñascos hay muchos por aquí. Son las zarrias…., las que mi padre me hizo traer a mí, cuando tenía tu edad, el primer día que me acosté en la era, y las que trajo también tu padre el primer día que se acostó en la era; y quien decir que, si has sío capaz de traerlas, ya ties entendeeras pa defender nuestro trigo. ¡Ahora sí pues dormir en la era!.
¡Anda,…echa un trago d´agua del barril que está a la sombra d´esos jaces, y endispues le quitas las agüaeras al burrino y le pones el anterrollo y los aperos, que le vamos a enganchar a la mula pa la trilla, que la yegua está ya mu gorda, no sea que echangüemos la preñé!.

Al ratino estaba ya Paquito encaramao en el trillo, dando güeltas a la parva q´había preparao su padre, y tatareando, mientras se miraba la boja que l¨había salio en la mano de cargar el costal de zarrias, el: Ay! Tani, Tani mi Tani, Ay! Tani, Tani mi Tá, Ay! Tani, Tani morena que corre en tus venas la sangre realllll!.

Pensaba Paquito en las duras “enseñanzas” de su agüelo, que no eran d´olviar. Una d´ellas le llevó a su amistad con el Chivi: Una noche en la plaza s´enzarzaron en una riña Paquito y otro muchacho, y no saliendo Paquito bien parao, subió por la calle Real llorando pa casa. Estaba su agüelo sentao al fresco y al verle llegar le preguntó ¿Qué t´ha pasao?. ¡Que m´ha pegao Juanitín el de la cancha!, dijo jimplando Paquito. ¡Que t´ha pegao Juanitíiinnnn!...¡Espera que voy a por la vara!. Pensó Paquito que su agüelo le vengaría e iría a la plaza a pegarle unos buenos zurriagazos a Juanitín; y cual fue su sorpresa, que a mitad de la calle, su agüelo se lió a varetazos en el culo con él, diciéndole: ¡Andaaa pa la plaza, y que sea la ultima vez que yo te veo venir jimplando porque un muchacho t´haya pegao!. ¡Si no pues con él, te haces amigo d´el!, pero nunca vengas llorando porque hayas reñío con un muchacho.

Desde entonces, y aunque Paquito s´ha llevao buenas tundas, nunca ha vuelto llorando a casa. Una d´ellas fue la que le jarreo el Chivi: Paquito era mu amigo de la Isabelita, una muchacha que vivía al lao de sus agüelos paternos, y con la que había jugao desde chiquininos. Fueron juntos a Las Cagonas y a la Escuela de la Plaza. Pero hace dos años ya tenían qu´ir a la escuela de los grandes, … la de la carretera. El Chivi había estao siempre enamoriscao de la Isabelita –anque nunca l´había dicho na-, y a to el muchacho que anduviera demasiao a su alreor, le tenía que mojar la oreja. Aunque el Chivi no iba a la escuela, vió que tos los días Paquito iba con la Isabelita, y un día a la salía, cuando Paquito estaba jugando a los bolindres con otros muchachos, el Chivi pegó una patá a los bolindres y desfarató el güa. A Paquito le dió un arripio y se liaron a mamporros, con el evidente resultao por edad y corpulencia, de que Paquito acabó chorreando sangre por las narices, escalabrao, con negrales por toa la cara y con un diente removío. El Chivi siempre ha dicho que es la zurra más grande que hasta ahora ha dao a un muchacho, y aquél día pensó qu´al llegar a casa l´esperaba una buena reprimenda. Pero pasaron dos días y nadie dijo na. Paquito no había soltao ni una lágrima, se fue tullío al pozo nuevo a lavarse la sangre y le dijo a su madre que los negrales se los había hecho de un guajarrazo en un pareaño. Aquella actitud le causó respeto al Chivi, y al tercer día fue a la salía de la escuela a buscar a Paquito iciéndole: ¡Güevero! ¿te quiés venir conmigo ésta tarde a niales?. Desde entonces, ambos se buscan y empezaron las zalagardas. Ay quien ice qu´el Chivi se junta con Paquito pa que le cuente cosas de la Isabelita.

Como el Chivi siempre andaba por los estercoleros rebuscando trastos, un día s´encontró un paragüas viejo, y se le ocurrió que si cojía las varillas y las afilaba la punta, con el tirantillo, a modo de flechas, podía matar alguna paloma del palomar de tía Nati, qu´eran mu duras y no caían con los chinatos. Esperó a Paquito a la salía de la escuela y ensegüía le contó la idea. Lo probaron pero aquello no resultaba, según el Chivi porque las varillas eran mu largas y se desviaban al rozar en el tronco del tirantillo, Había que cortarlas y hacerlas más o menos de un palmo, y tirarlas sin que apoyasen en el tronco. Dicho y hecho, probaron con una y resultó, jincándose en el troncón de un olivo. Nerviosos se fueron pal palomar de tia Nati; escondíos tras una zagurda, se asentó en la pingolleta de un taramero, escasamente a diez metros, la primera paloma. Era un palomo, de frente y con el pecho inchao, ¡aquello no se podía fallar!. ¡Tirala tú que ties más abilíá! –le dijo el Chivi a Paquito-. Este cogió el tirantillo y la flecha y estiró las gomas to lo que púo. Ya casi veía al palomo con la flecha clavá en el buche. Soltó y se oyo……¡Aaaahhhhh!.....la flecha había io a parar directamente a la mano derecha con la que Paquito sujetaba el tronco del tirantillo y se la había atravesao. Paquito asustao salio corriendo pa su casa; le llevaron an ca el Boticario pero éste no se atrevió a sacarle la flecha por si había atravesao algún hueso o tendón. En la Vespa de Paquino el cartero tuvieron que salir corriendo al méico. Gracias a Dios no fue na y con la inyección del tétano y una semana con la mano vendá, se pasó to.

Más de tres meses estuvieron Paquito y el Chivi sin poder juntarse – la madre de Paquito no lo permitía-. Fue entonces cuando el Chivi empezó a juntarse con su primo Damián que estaba recién llegao.

El tal Damián no acababa de gustarle a Paquito, era un muchacho raro, atraspellao, escaecío y runato. Era Pirondo, como su padre “Juanito el afilaor señorito”. Según se ice, el tal Juanito viene de una familia pudiente de Villamesías, era un señorito sin oficio ni beneficio, que un San Gregorio dejó preñá a la Lucrecia (la madre de Damián), cuando ésta tenía sólo diecisiete años. Los tuvo que casar Don Lucas de noche y en secreto. Los agüelos de Damián no quisieron saber na, y Juanito y Lucrecia se fueron a vivir a Villamesías, a la casa grande de la familia que llevaba muchos años vacía. Allí nació Damián, el muchacho sin mieo. No es que sea un muchacho valiente…¡no!, es simplemente un muchacho sin mieo. Dice el Chivi que, de chiquinino, cuando vivió en la casa grande, pasó ya to el mieo que una persona pue pasar, y que ya no le quea ninguno.

Recordaba Paquito el verano pasao, aquella noche del cementerio: Era un Jueves y a Damián se le había rajáo la roanga por un golpe con un canchal, y Damián sin roanga no es naide –la machaquina le debe venir del oficio de su padre-, y el Viernes le tenía que llevar su padre a pasar unos días con su agüela a Villamesías. Por entonces el Chivi había cojío mucha amistad con Tio Martín el jerrero, a quien (como no iba a la escuela) le ayuaba a recoger las buruallas de jierros y retales que se queaban en la fragua; y por las noches se queaba al fresco con la familia, también porque allí estaba la Isabelita que vivía al laino y que tenía amistad con la hija del jerrero. En aquellas tertulias también participaba “El curina Chancazo”, un zagal ya hecho qu´estudiaba pa cura en el seminario de Salamanca. Aquél día por la mañana llegó Damián a la fragua a pedirle a tío Martín que le diera dos puntás de soldaura a la roanga, pero tío Martín le dijo, que ahora no le vagaba, que estaba preparando unas rejas pa los baqueros, que viniera ésta noche y le daba las puntás. (Presente en la conversación estaba el curina).

Al Curina, que había oio hablar del sin mieo del Damián, se le ocurrió una idea. Al anochecío se presentó Damián con su roanga y Tío Martín le dijo: ¡Pos no va poer ser, Damián, pues ayer cuando enterramos al Torremocha, me dejé olviá la careta de soldar en el cementerio, y ahora, de noche y sin careta, no se pue soldar!..... CONTINUARÁ.


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11-07-09 21:21 #2689796 -> 2679539
Por:cantaclaro1970

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Paquito el güevero...continuación de la tercera parte;

Al Curina, que había oio hablar del sin mieo del Damián, se le ocurrió una idea. Al anochecío se presentó Damián con su roanga y Tío Martín le dijo: ¡Pos no va poer ser, Damián, pues ayer cuando enterramos al Torremocha, me dejé olviá la careta de soldar en el cementerio, y ahora, de noche y sin careta, no se pue soldar!.

To era una maturranga, y el momento no podía pintar mejor; estaban muando el camposanto viejo (el de atrás de la Iglesia). Los muchachos nos asomábamos por el pareaño p´alcagüetear cómo sacaban los huesos y las calaveras, había algunos que salían casi enteritos y al tocarlos s´hacían polvo. Sacaron a un muchachino o muchachina reblujinao en una mortaja parda, que paicía estar con su carne y to, si no juera por las cuencas de los ojos. Llamaron incluso a Don Luis pa que lo viera, por si juera algún milagro, pero Don Luis zanjó el asunto jundeando el cuerpo a las angarillas que usaban pa cargarlos en el carro en el que los llevaban al camposanto nuevo, y con el golpe se queó sólo en una calavera chiquinina.

Pa que no faltara na, antier en los Canchales, se encontraron muerto al cojo de los Hermanos Torremocha, con la cabeza reventá con un peñasco. Icen que l´había matao su propio hermano en una riña por repartir los reales qu´habían sacao ese día. La Guardia Civil l´andaba buscando, y entri tanto, como nadie reclamaba el cadáver del muerto, lo habían envuelto en una manta trapo y lo habían metío en un nicho del camposanto nuevo, hasta ver que decía el Juez.

Los hermanos Torremocha eran dos pedigüeños rechonchos, uno d´ellos era cojo y se arrastraba con dos muletas con jarapales enrollaos, y un atillo atao a la pierna sana; el otro paicía patizambo y con la cabeza gorda y desproporcioná. Gruñían y asustaban a los muchachinos, menos al Damián qu´era el único que s´atrevía a hablar con ellos.

El Curina se había ocupao esa misma tarde de ir al camposanto nuevo, y dejar una vieja careta de soldar, en el fondo del nicho vacío qu´había al lao del que ocupaba el Torremocha muerto.

Damián se queó encorujao y aperrangao, ante la respuesta de Tío Martín. ¡Mira qu´eres interquelente, vente mañana o pasao –le dijo Tío Martín- ¿o tanta priesa te corre?.
Es que mañana me lleva mi padre a Villamesías y el jerrero de allí no tie soldaura – Contestó Damián
¡Y cómo va estar cuatro días sin roanga! –Espetó El Chivi entre risas.
Pues como no vayáis a por la careta al camposanto – intervino el Curina-, ¡Claro que con lo cagones que sois, en cuanti viesis los fuego fatuos, salís corriendo y perdis hasta las alpargatas!.
¡Yo no voy!…dijo enseguía Paquito.
¡No…ni yo tampoco!, …dijo el Chivi.

Un ratino de silencio, y el Damián preguntó : ¿y aonde está la careta, Tío Martín?.
¡Yo que sé! – dijo tío Martín – de lo último que m´acuerdo es d´estar soldando los perfiles del nicho aonde está ahora el Torremocha. Por allí al lao la tuve que dejar recostá. Pero, ¿no irás a ir a por ella ahora?, que yo no me voy a poner a soldar a estas horas de la noche.

¡Yo te la sueldo, hombre!- dijo enseguía el Curina.
¡Así le va pasar algo al muchacho! – dijo Tío Martín.
¡Qué le va a pasar na!, además, qu´esta noche no hay luna y con l´oscuro que está, éste no es capá de pasar del Pozo. –dijo el Curina.

Al momento el Damián se levantó, agarró su roanga, y cogió la calle alante.

¡Mira qu´es ceporro, éste muchacho!- Dijo Tío Martín-.

No habían transcurrío cinco minutos, cuando vieron volver a Damián.

¡Tu verás! – dijo el Curina-, éste no ha salío del pueblo y ya s´ha cagao.

Se sentó Damián en el poyo de la puerta, y mu despacio se quitó las alpargatas, dándoselas a su primo, y diciendo: ¡guárdamelas Chivi, no sea que las pierda con el fuego ese qu´ice el Curina, y me riña mi agüela!.

Cojió nuevamente su roanga, y descalzo enristró la calle alante.

Por un rato tos se quearon mudos.

Le preguntó el Curina al Chivi, si el sabía, quien era la mujer que la agüela del Damián tenía en el doblao. El Chivi dijo que el sólo sabía lo que decía Tía Cata (la agüela del Damián), que era una sobrina suya qu´había estao siempre mal de la cabeza, y a la qu´había tenío que recoger al haberse queao sin padre ni madre, ni ningún pariente que l´asistiera.

Y es que, algunas noches, por la burdiera del doblao de Tía Cata, se ve asomá una mujer en camisón, con unas greñas grises, la cara blanca, los ojos coloraos, y cuatro dientes pochos en la boca, que pega unos gruñíos cuando pasa alguien, qu´asusta a cualquiera.

¿Y tú qu´eres tan escusao, que sabes? –le preguntó Tío Martín al Curina.

Yo sé –dijo el Curina-, lo poco que m´ha contao Don Luis: qu´es un familiar de tía Cata, que está loca, y que sólo han entrao a verla, don Lucas y el médico. Pero –bajó la voz el Curina y casi cuchicheando dijo- hay gente que dice que es la Lucrecia, pos empenzó a vérsela y a escuchársela por las mismas fechas que desapareció la Lucrecia, o bueno, como dice su madre, cuando se fue a trabajar por ay, y entoavía no ha vuelto, ni escrito ni ná. Tía Churrera, que duerme paré con paré de la casa de tía Cata, dice qu´hay noches que no pué pegar ojo, de los gruñíos y trompazos que se escuchan. Y dicen que, cuando se pone así, lo único que la tranquiliza es el Damián; le meten con ella, y se quea un rato abrazá a él y atusándole la cabeza.

¡Eso sí es verdad –dijo el Chivi-, qu´un día cuando estaba yo an ca tía Cata, esperando a qu´el Damián terminara la merendilla, empezaron a sonar estrumpíos. Tía Cata subió enseguía y abrió el candao que tié en la puerta y se metió pa dentro, y al ratino salió jimplando y diciendo…¡Damián…hijo, por Dios sube enseguía!. El Damián subió corriendo y entró en el doblao y la agüela detrás. Yo m´asomé un poco por el postigo y, pude ver que la mujer del camisón tenía abrazao al Damián, atusándole el pelo. Aquello paicía un cuchitril cochambroso, con un jergón tirao en el suelo que paicía una galguera, un calambuco vertío con un berbajo que paicía mierda con meaos, una bacinilla vieja también vertía, y un azafate lleno de coscurros.

¡Anda ya …asqueroso,… novelero!. ¿cómo van a tener a la mujer así? – dijo Catalina, la mujer de tío Martín-. Además, eso que tie que ver con la Lucrecia, yo era amiga d´ella, y tenía la cabeza bien clara.

La tendría –dijo el Curina-, pero a mi m´ha contao, que pay la pasaron muchas cosas.

¿Y que t´ha contao, si pue saberse?, -preguntó Catalina.

“Pues, según me contó trasantier mismo el cura - bajó nuevamente la voz el Curina-, en la familia de “Juanito el afilaor señorito” hubo antaño muchas riñas y disgustos por cuestión de la herencia de la casa grande. El agüelo de Juanito el afilaor, hizo segunda boa, cuando se murío su mujer. La casa era de la familia de su primera mujer, y endispués, cuando se murió el agüelo y la segunda mujer, los hermanos y hermanastros riñeron por la casa grande. El agüelo había dejao la casa a la hija mayor de su primera mujer, qu´era a quien correspondía; pero las hermanastras la metieron en pleitos que duraron varios años. Un hermano y el marío de la heredera, murieron en circunstancias raras y no aclarás, y otro sobrino desaparecíó sin saber na d´el.

Un día llegaron dos agüaciles con la sentencia, y echaron a la heredera de la casa, y se la entregaron a las hermanastras, entre ellas, a la madre de Juanito el afilaor. La heredera desahuciá cayó mala, y dicen que en el lecho de muerte, juró y perjuró que asína que pagaran en misas el precio de la casa, d´ella no habría de disfrutar naide de aquella familia.

Y a los pocos días la liñó, y en la casa empezaron a pasar cosas raras. La madre de Juanito, que por entonces vivía en ella, s´asustó, y como tenía la casa de su marío, se fue a vivir a ella. La dejó la casa a su hermana más chica, recién casá con Chicote el Alguacil; y a los quince días apaicieron muertos. Dicen que por el brasero de picón; pero el boticario, que ya es perro viejo y curtío, no acaba de creérselo; porque dice que tos los muertos qu´el ha visto por el picón, están como dormíos, y éstos tenían los ojos saltones, y la cara desencajá.

Desde entonces, la casa había estao vacía; hasta que se casaron Juanito y la Lucrecia.

Dispués de una confesión, Juanito, llorando, le dijo al cura qu´en aquella casa pasaban ¡cosas endemoniás!. La casa tie un pasillo mu largo lleno de cantaros y macetas con flores, y por la noches s´oye a gente corretear. Más de una vez dice que ha salío soviliantao, y que el no ha visto ná, pero ha sentío… escalofríos y como si le tocasen la cara con manos sudás. Y, por la mañana, aparecen t´os los cántaraos tiraos, y las macetas con las flores marchitas, como helás, con carámbano.

Un día, Juanito y la Lucrecia – que estaba mu gorda ya- se levantaron de siesta mu malos, con gómiteras, mareos y cagüeta, desmangajaos, hasta que perdieron el sentío. Los llevaron, primero a Miajadas, y endispués a Cáceres, al hospital. Allí les hicieron análisis y les dijeron qu´era d´un envenenamiento. Al boticario le encargaron de coger muestras del puchero qu´habían comío – arroz con pollo -, y en él s´encontró, tres santorrotros, y a saber los que s´habían comío. Y, ..un santorrostro podía haberse caío en el puchero, …pero tantos…, paice ya de brujería.

Pero dicen que lo peor empezó a pasar con el nacimiento de Damián. Cuenta tía Isabel la Matrona, que aún siendo primeros de Octubre, tuvieron que acarrear varios braseros, del frío qu´hacía en aquel cuarto, qu´el agua hirviendo se queaba fría en ná, y que en una toalla del ajuar, de las que la Lucrecia tenía prepará p´al parto, bien doblas y sin estrenar, aparecía el semblante de una cara, como si estuviese tizná. El muchacho salió entelerío, morao, y sin que arrancara a llorar; creyeron que estaba muerto y al ir a cortarle el cordón y ponerle el lumbriguero, la Lucrecia pegó un chillío –diciendo que había sentío como si la desgarraran por dentro-, y al ratino, el crío empezó a llorar.

Desde entonces la Lucrecia queó abarrancá, apenas comía ni bebía, y dormir sólo cuando caía agotá. Apenas pudo darle al muchacho los calostros, pues se le quearon las tetas secas y agrietás , y empezó a aboristrar que si se dormía, alguien le quitaba la leche por las noches. To el pueblo estaba esperando, el “Din Dan”, por el pobre Damián, siempre concalecío. Así pasó casi un año, sin apenas salir de casa, con lo pindonga qu´había sío, y cada día más estropeá. Fue cuando, ¿sus acordaís?, estuvo tanto tiempo ingresá en el hospital.

Y mucho más cosas la pasaron, que el cura dice que no se puen ni contar; y endispués lo de la agüela, que acabó tullía y quemá.

¡Eso sí me lo ha contao! –dijo el Chivi-

¿Quién te l´ha contao? – preguntó la Rosalina.

¡Pos quien va ser, el Damian!. Dice qu´estaba acostao con su agüela, y le despertaron los chillíos…¡Que me quemo, que me quemo!, ¡No me queméis dejarme en paz! ¿Qué queréis?..¡Que me quemo!. El dice que no veía ni jumo, ni lumbre ni ná, que sólo vió al pie de la cama, dos caras viejas y blancas, con los ojos brillantes y las cuencas negras, pero que no hacían na, más que mirar.

Pos el cura dice – intervino el Curina-, qu´anque, las sábanas, la colcha y el jergón, y hasta las enaguas estanban sin quemauras, el medico certificó que por causa d´un incendio la vieja había sufrío quemauras de primer grado, que l´habían matao tos los nervios y l´habían dejao tullía pa siempre, ¡y así está!.

Cuentan que endispués de aquello, se juntaron el médico, y los curas , y decidieron dar cuenta de la historia al obispao de Plasencia.

Enseguía llego, un cura de Plasencia, qu´intentaron pasar una noche en la casa grande, pero qu´antes de que fuere amanecío, salieron gomitando, del fato jediondo que decían qu´allí había, con tiritera y arrecíos.

Endispues, desde Madrid, llegó otro –como un peranto-, dicen que de la Rota, con dos hombres que traían bártulos y achiperres. Pasaron dos noches en la casa, y dicen que salieron enteleríos, con el jato blanquecino como de escollos de lumbre. El de la Rota concluyó que aquello no tenía solución, que espíritus…. había, y que su voluntad no era otra que se pagasen en misas el valor de la casa; pero no era posible darles satisfacción, pues si endinantes había misas pagás, con el nuevo Papa, ya toas son de balde, y por mucho que quieran dar, no se tienen por pagás.

Y mucho había pagao ya la familia en misas, pero donaciones y no pagos s´habían considerao. Juanito y su madre s´habían comío malvendiendo, toas las tierras que tenían, en la Finca San Pedro, y las Serrillas, y las Caballerías del Judío y los Olivares del Alto. Y sabiendo lo que dijo el de la Rota, y aún cometiendo herejía, por mediación de un primo qu´era maestro en Coria, y que siempre había sío ateo y comunista, se enteraron de que en Cádiz, en El Palmar, había otra Iglesia y otros curas que sí permitía las misas pagás. Hicieron un último esfuerzo y de allí hicieron venir a un Cura, pero como los oficiales de aquí, no les prestaban Iglesia ni ermita, una noche, sin saberlo naide, se vinieron a la de aquí, a la de Los Mártires, que no estaba guardá. Alguna gente que los vió salir del pueblo, dicen que cogieron el camino de, como en procesión, la familia delante y el cura y un monaguillo vestío de negro y con matraca, detrás. Dicen que la noche estaba rasa, pero no hicieron más que entrar en la ermita, y un nublao grande y negro se puso encima y empezó a jarrear, con un aire que no les dejaba ni andar, dando portazos y silbando por las ventanas, que no se podían ni escuchar. Dos relámpagos grandes entraron por un ventanal, uno fue el que destrozó el altar, y el otro prendió en el banco en el que la familia s´iba a sentar. Asustaos salieron tos corriendo, cargando con la agüela tullía, y apenas se alejaron treinta metros, volvió a quearse raso el cielo.

Tos estaban embebíos escuchando al Curina; menos Tío Martín, que ya s´había tumbao en la lancha, y descolocándose los pelos, estaba ya, más allá qu´acá. Cuando Tío Martín empezaba a tocarse la cabeza y despeinarse, mucho sueño tenía ya.

¡Isabelitaaaa….Isabelita…!. Se oyeron voces en el callejón. Era la agüela de la Isabelita, que l´estaba llamando pa irse acostar.

¿Queeeee? – Contestó la Isabelita.

¡Ya son horas, venga a costar!.

¡Un ratino más agüela, que no tengo sueño!.

¡Ni un ratino ni ná, qu´aquí toa la gente ya está acostá, y yo atranco el postigo, y te queas esta noche al raso!.

¡Me tengo qu´ir! – dijo la Isabelita, mirando a Paquito.

¡Me da mieo el Callejón!, ven conmigo Paquito – dijo de nuevo la Isabelita.

¡Si… hombre…, a mí también me da mieo!. ¡Que vaya el Chivi, qu´es más valiente!.

¡Serán cagones …., ir alguno a llevar a la muchacha …leeeñe, o ir lo dos! – Soltó entre sueños Tío Martín.

El Chivi, se levantó, y sin esperarlo, la Isabelita le agarró de la mano y dijo: ¡Vamos corriendo!.

Y el Chivi, volvió como alelao, pero con una sonrisa en la cara, que nunca antes l´habían visto. Y es que, ¡Claro!.., era la primera vez que la Isabelita le agarraba de la mano.

¡ Yo me voy a ir yendo a la cuesta!, -dijo Tío Martín-, pero éste muchacho, el Damián, me tíe preocupao.

¡Calla – dijo Catalina- que s´oye silbar!.

Al ratino, se vió asomar, por el callejón, al Damián. Venía tan campante silbando, con la roanga colgá del pescuezo, en la mano izquierda la careta de soldar, y en la derecha un retal de trapo arreblujao.

¿Qu´ha pasao…Damián? – le preguntaron ensegüia.

¡Naaa,..¿que va a pasar?,..aquí traigo la careta, asínque Curina, ya estás a soldar!

Y, en ese trapo ¿qué traes? – Preguntó Catalina.

¡Esto, que m´encontrao!...................... CONTINUARÁ.



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12-07-09 10:04 #2691236 -> 2689796
Por:cantaclaro1970

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Paquito el Güevero...Continuación de la cuarta parte:

¡Esto, que m´encontrao!......................

Un chillío pegó Rosalina, la hija de tío Martín, cuando Damián deshizo el reuño que traía.
¡Dios Santo! –exclamó Catalina, su mujer-,
¡Qué has hecho muchacho!- dijo tío Martín, que estaba ya mancornao.
¡Santa María Purísima!, ..Profanación – dijo el Curina- eso es profanación; tu no sabes que te puen llevar a la cárcel por eso, chacho…, ¡Eso es robar a los muertos!.

¡Yo no he robao na, -dijo Damián-, solo he cogío, lo que estaba tirao!
Catalina.- ¡Pero estaba en el cementerio…por Dios…, donde debe estar!. Además, ¿tu pa que quiés eso, si no sirve pa na?.

¡Pues sí que me pué valer! –Damián-.
¡Que te pué valer! …¿pa qué? – Catalina-

¡Pues mismamente pa las Candelas y Los Santos, que como yo no tengo habeliá pa vaciar y recortar las sandía, sin se que se rajen,… tos los años los muchachos se ríen de mis calaveras. Y con ésta, éste año no se van a reir…, que le pongo abajo un cartón con una vela…y tu verás, la mejor calavera!. Y también he pensao que pué servir p´al mochuelo (Damián, en vez de tener un Mícal, como Paquito, tenía un Muchuelo que había cogío del nío), que metiéndole dentro…, con esos s´ojos que tié, cuando se le vean por las cuencas, bien gracioso tíe que estar.

Y es que Damián, s´había traío la calavera de aquél muchachino o muchachina que se habían encontrao casi entero en el cementerio viejo.

¡Anda…Anda.., no seas modorro, que encima lo vas a ir enseñando por ahí!, mañana sin falta, y sin que te vea naide, la vuelves a dejar aonde las cogío, y que no s´entere naide d´esto, que te pues buscar algún lío. – Dijo Tío Martín.- y.. no hay más qu´hablar, soldar la roanga y ¡ Venga…. to el mundo a costar!.

¡Pues yo me voy asomar un ratino an ca la Manuela, a ver cómo está que dende ésta tarde no se ná! – Catalina-
Es verda –dijo el Curina-, que m´han dicho que está mu mala. ¿Qué la pasaoooo?
Sí…mu chuchurría está, qu´han llamao a toa la familia, porque no saben si d´esta saldrá – Catalina-, y ¿qué la va pasar?, que ya son muchos años y mucho paecimiento, y además, desde lo del susto del perro, no ha levantao cabeza.
¿Qué susto del perro? – El Curina.
¡Estos muchachos - dijo Catalina señalando al Chivi, Paquito y Damián-, que no tienen ni una idea sana en la mollera!. Que te lo cuenten ellos mañana, que ya está bien de cháchara, que no vamos a dejar dormir a Martín.

¡Hasta mañana Martín –dijo el Curina- y ten cuiao con la bicha, que ya m´han dicho que me los tiés que contar!.

Seguía dando guertas el trillo, mientras Paquito pensaba en Tío Martín, que era un hombre amable, paciente y trabajador. Su casa siempre estaba llena de gente, y te daba to lo que tuviera, y le gustaba escuchar historias y titulillos, y reir, sobre to le gustaba reirse a carcajás. Era campeño, pero vino un día an ca Chicote al baile, vio a la Catalina, y endintonces no faltó un domingo o fiesta de guardar. Su padre había sío también jerrero, y por eso conocía bien el oficio. Con lo poquino de la dote, y otro poquino que sacaron del baile la manzana, compró un yunque un fuelle y cuatro marras, y en el corral que techó de la casa, puso la fragua.

Y al principio na de na; pues como él decía, aquél oficio, más que trabajar, requería cháchara, paciencia y alternar. Pero no tardó en darse a conocer.

Una vez contaba el Curina, anque pa esto es un poco esajerao, que con algunas perras que habían mandao de Plasencia, estaban arreglando la Iglesia, y hacía unos días que habían llegao de Valladolid, dos carros grandes con las campanas nuevas, una la mayor, una romana y el esquilón. Se necesitaron más de una veintena de mozos pa subirlas a la torre. Y en los mismos carros se llevaron las viejas, sin caer nadie en la cuenta, hasta el día siguiente, que por olvío o confusión, las nuevas venían sin badajo.
Don Genaro, el cura de entonces, escribió enseguia a Valladolid, pa que le mandaran los badajos, pero habían pasao ya más de diez días, y aquellos no habían llegao, y las campanas seguían sin sonar.

Cayó entonces en la cuenta Don Genaro – mu mayor el hombre ya- que en dos días pasaría por la carretera la Virgen de Fátima, camino de Madrid pa Francia, y que desde Plasencia le habían requerío pa que toas las parroquias de alreol, saliesen en procesión a recibir a la Virgen, que se engalanasen los pueblos e Iglesias, y repicasen las campanas, pues ese día el Obispo pasaría por tos ellos, pa que se uniesen a él los feligreses, y dirigirse en procesión hasta el cruce La Mejorá, dónde se encontrarían a la comitiva de Cardenales y Obispos que acompañaban a la Santa.

Por más soluciones que buscaba, otra cosa no podía hacer Don Genero más que rezar, pa que los badajos llegasen a tiempo.

El día antes, por la tarde, llegó al pueblo el Obispo Auxiliar, pa comprobar que to estaba dispuesto y preparao. Era costumbre entonces que, las visitas de los mandatarios eclesiásticos se anunciasen con repiques de campanas; por ello, lo primero que preguntó el Obispo al llegar:
- ¿por qué en este pueblo no s´ hacen sonar las campanas?.
- Don Genaro le contestó: ¡Pues míe Vd. señó, nuevas las tenemos, pero las trujeron sin badajos, y sin badajos las campanas no puén sonar!.
- ¿Pero mañana sonarán …no?.
- ¡Pues como no haga un milagro San Juan, mucho me temo que no!.

Paice ser que el Auxiliar, enfurruscao, cogió por el brazo a Don Genaro, metiéndole pa la Sacristía. Se escucharon fuertes voces, y el Auxiliar salió deprisa, sin dar el rosario, ni despedirse, ni ná. Don Genaro, salió derrumbao, arrastrando la sotana se fue a casa del Alcalde, relatando y aboristrando que no habría más perras pa terminar la obra de la Iglesia.

Días antes ya había intentao Don Genaro, con Valentín el jerrero alguna solución, sin obtener resultao, pues siendo las campanas, al parecer de bronce, los jierros no las hacían sonar.

El Alcalde le dijo entonces, que por qué no iba a hablar con Martín el jerrero nuevo, por si él tenía alguna idea; y así lo hizo D. Genaro.

-Si yo pudiera hacer algo, lo haría –le dijo Tío Martín enseñándole la fragua- pero mire Vd., esto está baldío, que lo que tengo no es más un fogón chico con fuelle, ese yunque viejo, cuatro marras, dos tenazas, y esa media docena de rejas de arao pa afilar.

Don Genaro comprendió que aquello no tenía solución, que estaba perdía la subvención, y que más tarde o más temprano, parte de la Iglesia se caería. Y se fue a su casa ajuncao, a intentar descansar.

Pero aquella noche Tío Martín, no podía dormir, y al ratino se levantó, despertó a la Catalina, rebuscando tos los cacharrinos de bronce, cobre y estaño que pudiera haber por la casa, adornos, y algún valde; Se fue a la fragua y preparó un betujerio. Y en un molde de un machotino que tenía, lo vertió y enfrió. Se fue entonces a despertar a Pedrito el Sacristán, pa pedirle las llaves de la Iglesia, pa probar. Subió a la torre y probó, golpeando a las tres campanas, y aunque mejor que el jierro sonaban, a calambuco viejo recordaba. Tres veces tuvo que borucar las medías de bronce, cobre y latón, y aunque perfecto no sonaba, podría pasar la situación…pensó.

Pero el badajo, al menos de la mayor, debería ser considerable, pués si no, no se adeantaba na, y él no tenía suficiente material. Entonces la Catalina le acordó que el Boticario tenía en el zaguán de la entrada, una figura grande que paicía de bronce, y que Juanito el afilaor señorito, que también se dedicaba a arreglar cacharros de estaño, tenía en casa algunos calderos y platos de adorno, de estaño y de cobre.

Sin pensarlo un instante Tío Martín se fue a casa del Boticario, sacándole de la cama, y poniéndole al corriente de lo que pasaba. El Boticario, que era un hombre mu religioso, ni siquiera lo dudó y le dijo que cogiera la estatuilla, y que él iría a despertar a Juanito el afilaor, pa convencerle de que diera tos los cacharros que pudiera tener.

Al instante estaba tío Martín, afaginando en la fragua, con el fogón a toa mecha, y preparando unos moldes pa la fundición. Al rato llegó el Boticario, con Juanito el afilaor, y Toñeque el Tahonero, y Tío Agustín Palomino, y Pedro el carretero, y Fidel de la Cancha… y otros varios vecinos más, arrematajina, ca uno con sus achiperres de bronce, cobre o estaño, incluso un costalino lleno de pesetas antiguas. Y se fueron a la Iglesia, y arramblaron y esfarataron un par de andas, candelabros, y que se yó…

A las diez de la mañana estaba D. Genaro, como un juramago, encorujao en la puerta de la Iglesia, ya vestío con su casulla, esperando a las mujeres del coro, y a los muchachos que ese año hacían la comunión, y a los de la confirmación; pa ir al Cerrillo el Campo, a recibir la comitiva, que debía venir.

Desde el Cerrillo ya se oían repicar las campanas, de los arreores; y Don Genaro, con las manos cruzás, miraba al cielo, moviendo la cabeza, y pidiendo al Señor le diera paciencia pa soportar lo que le esperaba.

Se acercaba la comitiva y se adelantó el Auxiliar del Obispo, pa decirle a D. Genaro, que había decidío que no se entretuvieran, ni cánticos, ni visita a la Iglesia, ni confirmación, ni na, que cuanti antes pasaran aquél pueblo, menos caldeo le iba a causar al Obispo.

Pero…, cuando estaban entrando en la plaza…¡Talán, Talán, Talán!, las campanas empezaron a repicar, primero el esquilón despacino, la mediana endispues, y con volteos y to, a arrebato, la mayor. De los balcones, tejaos y doblaos, caían pétalos de flores, y toa la gente en la plaza engalaná. En la puerta de Antonio Luís, estaban el Boticario, Catalina y Tío Martín (que le hizo un guiño a D. Genaro). El Obispo pidió entonces ir a la iglesia, a rezar una oración a San Juan Bautista, y el Auxiliar, se acercó a Don Genaro, preguntándole:

- ¿Y esto que es, algún un milagro de San Juan?, ¿No decía Vd. que, las campanas sin badajos no podían sonar?.
- Y ayer las campanas no los tenían señó; y más que milagro va ser, que en éste pueblo hay buenos hombres, que los suyos han de tenerlos bien puestos, y que si la ocasión lo merece y es menester, y si hay que ponerlos los ponen, y si las campanas han de sonar, no han de quedarse callás.

El Obispo escuchando aquello, dijo. “¡psssss…por Dios… qué doló”!.

Y rezaron la oración, y dio el Obispo a los muchachos la confirmación, y bendijo las campanas; y endispués, más de medio pueblo se unió a la procesión, camino a la Mejorá, lástima qu´al llegar, y cuando s´iban a juntar con la Santa, empezó a tronar y a caer chuzos de punta, que hasta las famosas palomas de la Virgen, que decía el Curina que siempre la acompañaban, s´asustaron y echaron a volar, y a la Torre de nuestra Iglesia fueron a asentarse, y dice el Curina, que una d´ellas, s´asentó en la campana Mayor.

Y desde entonces Tío Martín, se dio a conocer.

Y también tenía Tío Martín buen humor. Anque era un hombre de apariencia seria, y más de escuchar que contar, y sobre to, de reirse a carcajás, también tenía en vez incuando algún golpe regular. Como aquel del marchante de Escurial.

M´ha contao mi Padre (qu´es buen amigo de Tío Martín), qu´un día estaba él en la Fragua, pa afilar los cuchillos matanceros, y llegó un marchante de jierros. Un hombre que tenía fama de serio y desabrío, pues paicía que l´había dao un aire en la cara; nunca se reía, ni mueca siquiera hacía. Y estuvieron Tío Martín y él hablando un buen rato, y como Tío Martín era siempre tan cumpliol, le dijo: ¡Bueno yo creo que está to hablao, y como ya son mas de las once, le convío a Vd. a un chato, que es como a mí me gusta cerrar los tratos!.

Accedió agradecío el marchante, y los tres (mi padre por estar allí también fue convidao), cogieron calle arriba camino la taberna, y en subiendo la calle El Chico, iba el marchante delante, y hablando Tío Martín y mi padre, detrás. En esto que, enfrente la puerta había una ñorda esajerá, que más paicía humana que d´animal. El marchante se paró, y señalándola dijo ¿Tenga Vd. cuidao Sr. Martín!, a lo que Tío Martín, mirándola espetó: ¡¿Cuidao yo..?,..que tenga ella cuidao conmigo que…me cagüen…la pego un pisotón que l´habío!.

Aquél golpe le debió caer en gracia al marchante, que – pa no haberse reío nunca- , no lo dejó en to lo que duró el alboroque. Y lo malo es que, cada vez que viene, y mierda que ve, la señala e ice: ¡Que te pego un pisotón …que t´habío!.

¡Y lo de la bicha!..., eso pa oirselo contar.

Hace ya varias noches, estabamos los de siempre, al fresco, sentaos en el lanchar de su puerta; ya llevábamos un buen rato, y no m´acuerdo de lo que estábamos contando, cuando Tío Martín, le dijo a la Catalina:

¿Y no le vas a sacar algo de condumio a estos muchachos qu´ estarán mayaos? .
¡Mía qu´eres lechuzo! –Dijo Catalina, sabiendo que se refería a las perrunillas qu´había hecho esa misma madrugá en el horno la tahona- ¿Serás tú el que quieres que te traiga algo, que los muchachos no han dicho na?.
¿Hombre…mujer…ya que vas!

La Catalina se fue al chinero de la cocinilla pa coger un plato, y endispués, encendió la luz del zaguán, y entró en el cuarto de matrimonio, que estaba al fondo, aonde estaba la lacena, y que no tenía luz, pa condural, que decía Tío Martín que pa lo qu´hay que ver dormío, sobraba con la del zaguán. Y se escuchó un chillío: ¡Ayyyy…Martín….! , corriendo y descompuesta apareció la Catalina: ¡Una bicha …Martín…una bicha, ..Martín, qu´hay una culebra grande encima el cobertón!.

¡Me caguen….esa s´qua venío al fato las perrunillas!- dijo Tío Martín.

Se jue pa la puerta que da a la fragua y agarró el primer jierro que encontró; entró en el cuarto y allí estaba.., tan campante, enroscá en mitá la cama. Se acercó despacino y..¡zasca!...un zurriagazo la metió que la bicha se retorció y saltó p´arriba, y cayendo en el mismo sitio se volvió otra vez a enroscar.

¡Me caguen la…., pos tu te vas a enterar!..¡zasca, zasca y zasca!, zurriagazos que te crió, y la bicha saltaba y se retorcía, y se volvía a enroscar. Ya estaba suando Tío Martín, pero la joía no se moría, pues se la veía la lengua sacar. Agarró el jierro con las dos manos, pa apuntar a la cabeza, y otros tantos zurríos la endiñó. La bicha se retorció, pero al ratino, descansando Tío Martín, vio que ya no se movía, y ¡ya está muerta! –pensó.

Fue a la cocinilla a por el candil, pa cogerla y jundearla, y cuando otra vez entró en el cuarto, se oyó:

¡Me caguennn ….toooo!

¿Qu´ha pasao…qu´ha pasao, Martín,?- Dijo la Catalina-, ¿T´ha picao?.

¡Que coñ.. me va pical!..lo qu´ha pasao es que…….un cinturón he matao!, y encima he desecho el jergón, con toas las borras salías y to tirao.

Y es que al levantarse de siesta, tío Martín, s´había dejao olvidao encima la cama, medio enrollao, el cinturón; y con la poco luz qu´entraba la Catalina lo confundió, y más tío Martín, que veía lengua en lo que sólo era el pitón de la hebilla.

CONTINUARÁ.- (Las personas y hechos que se relatan son totalmente imaginarios; cualquier parecido con la realidad es pura casualidad)




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15-07-09 10:02 #2712949 -> 2691236
Por:mgueno

RE: PARA CHEMI EL HERRERO

¿Paquito el Güevero? Continuación del anterior:

¡Paquitooo…., chachooo, estás dormío, no ves que se t´embota el trillo!, ¿En qué estará pensando éste muchacho? – le dijo su tito Julián-
¡Anda, desengancha las bestias, que voy a voltear la parba, qu’ esa está ya bastante trillá!
¿Y no t´había encargao tu agüela dos cántaros d´agüa?...¡Anda y y´estás ¡, que los estará esperando.

Era su tito Julián un mozo, recién venío de servir. Había estao en Sidi Ifni, en la legión, y contaba que ende Algeciras allí, habían tardao cincuenta horas, parando en Ceuta un ratino pa que se bajaran otros quintos. Contaba que, cuando llegaron a la costa, la marea estaba baja, y el barco no podía entrar en el puerto, asinque los hicieron a tos tirarse al agua con las maletas. Menos mal que él había aprendío a nadar en la lagunilla, mientras siestas, que dice que muchos que no sabían, se quearon agarraos a las maletas como burgaños, con los brazos y los pies, y tuvieron qu´ir a buscarlos en barquinas.

Allí estuvo dieciocho meses, y según dice mi agüelo, venía más morrúo que el mulo tio Caminero.

Si sería cazurro y fanfarron que, por taer buenos regalos pa tos, s´había gastao toas las perras qu´había ganao, y al llegar a Algeciras no tenía pal tren.

Pero, en vez de caldearse, se empleó en el puerto, descargando barcos y sobarquinando tol día de aquí pa alla; y aluego, otros quince días, yendeo y vinendo a Ceuta.

Cuando juntó los reales que precisaba, se compró el billete pal tren, pero en llegando a Valladolid, había en la estación unos merchanes, acarreando jornaleros pa segar. Y como mi tito era asín de antojaizo y clamorro, sin pensarlo, se bajó del tren, y allí se queó otro mes, segando hasta que sacó pa comprar una bicicleta.

Y dende Valladolid, se jue al pueblo montao en la bicicleta, con la maleta atá en el sillín d´atrás.

Menos su jato, que lo traía en un atillo, en aquella maleta traía de to: buenas sedas pa vestíos pa sus hermanas, un sombrero de terciopelo pa mi agüelo, ropa de cama, de güena pa mi agüela, y…pa mí…un “cauny prima”, que era el mejor reloj del mundo. Y na más que me dijo: ¡Pa la comunión!. Mi madre se hechó a reir diciéndole: ¿Pos sera pa la Confirmación, que la comunión la hizo el año pasao! ¿No te llegó la carta con la afoto?.

Yo estaba deseando salir corriendo pa la Plaza, con mi reloj, por si encontraba al Chivi, o al Damián, o a cualquier muchacho, pa esnseñárselo. Pero mi madre no me dejó, y lo guardó, diciendo. ¡Cuando quieran verlo que vengan a casa…, que esto vale muchas perrar y no es pa que tú andes por ahí saltando pareaños con él ¡.

Yo siempre he pensao que mi tito Julian era mu güeno, y aunque mi agüelo dice que siempre ha sío un poco morrúo, runato y perigallo, yo creo que es porque no ha podío salir de otra manera.

Era el más chico de los hermanos, y cuando mi agüela, que no quería tener más hijos, se enteró que s´había queado preñá, además de no hablar ni mirar a mi agüelo en meses, jizo toas las burrás que puo, pa afaratar la preñé, dende toa clases de yerbas y potingues, hasta, ya bien adelantá, subirse a las jigüeras y pegarse buenos guajarrazos, pa ver si se desprendía; pero como ella dice, ya antes de nacer era morrúo y cabezón, y no se quiso desprender.

Y, como había puesto tan poco cuidao, pos el crio nació chiquinino, runato y entelerío; y como ni mi agüela tenía leche, ni el muchacho juerzas pa sacarla,…tos los días esperando el din dan. Pero aguantó, y llegó el día en que, como tos los años, durante primavera y verano, la familia se tenía qu´ir al Chozo de Las Caballerizas, una finca que había entre Don Benito y Mérida. Se tardaba más de dos días en llegar, cargaos con tos los bártulos, y mi agüela le decía a mi agüelo: ¡Juaquin, por Dios, que éste muchacho no llega, que no come na, y está transío! ¿Y a ver qué hacemos si se muere en el camino?...¿Le jundeamos por ahí?.

Pos el muchacho aguantó el viaje, pero ya en el Chozo, seguía sin comer ni na, y ni crecía ni reverdecía. Un día mi agüela cogío la burra y se jue al pueblo d´al lao, que había un boticario mu afamao, pa ver si le daba algunas vitaminas pal muchacho. El Boticario la mandó una cosa nueva qu´habían sacao, que se llamaba Pelargón. Pero lo mismo dio, porque el muchacho seguía atraspellao..

Al día siguiente mi agüela, que ya no sabía qué hacer, llamó a la mujer del capataz, la Sña. Lola ( ya mu mayor), qu´había tenío diecisesis y había sacao p´alante a doce. La Sña. Lola, dijo: ¡ Esto va ser igual que lo de mi Antoñito, que tiene aborrecía la leche tuya, la de las vacas y la de las ovejas, porque son mu claras!....¡Yo saqué a mi Antoñito p´adelante, con leche de perra, qu´es mu dulce y espesa!. ..¡Ya verás, mañana le pregunto a mi Antonio, si hay en la finca alguna perra recién paría, y lo probamos!.

Y dice mi agüela que aquello fue mano de santo, y entre el Pelargón y la leche de perra, mi tito Julián salió p´adelante.

M´ha contao mi madre que, el año qu´hizo los seis añinos, estaban en Las Caballerizas, cuando se murió el Porquero (que era ya un hombre mu viejo). Aquélla noche jue al Chozo el Sr. Antonio, el Capataz, y llamó a mi agüelo y le dijo: ¡ Joaquín, qu, ice el Señor, que como quiera que ogaño, la cosa está mu mal, y no va poer sacar pa pagar otro jornal, y dado qu´el chico tuyo se le ve espavilao, …que qué te paice a ti, que se encargüe el muchacho del cuidao de los guarros!.

Al día siguiente, con seis anís, mi agüelo le colgó el zurrón, con medio pan y un cacho patatera, y le llevó a guardar los guarros. Estuvo con él hasta medio día, pa enseñarle lo principal, y endispués le dejó solo.

No habían pasao dos horas, cuando mi tito Julian, llegó llorando al Chozo, diciendo que le daba mieo. ¡Si es que es mu chiquinino Juaquin! –decía mi agüela-. Mi agüelo habló con él, y casi no había acabao, cuando mi tito Julián, cogió otra vez el zurrón, y se jue pa los guarros.

En poco tiempo mi tito Julian, era el mejor porquero, y…menúa habiliá había cogío con la garrota, que no había noche que no trajera al Chozo un conejo o una liebre.

Cuando cumplió los trece años, un día, ya casi entrado el invierno y faltando poco pa regresar al pueblo, mi tito Julián llegó al Chozo corriendo y gritando. ¡ Padre…padre…un lobo!.

Paice ser que hacía varios días que un lobo andaba rondando la piara, y que mi tito Julian, no había querío decir na, por no preocupar. Pero aquél día, cuando estaba arrecostao en un troncón de una encina, vino el lobo por atrás, se tiró encima d´el, y le mordió en el brazo y en la pierna.

Avisaron al Capataz, que al día siguiente, formó una batida, y él mismo jarreó un tiro al lobo, que al final no era tal, sino un mastín con rabia.

El veterinario aconsejó, que se tratara al muchacho y que se tuviera mucha observación con él por si pudiera tener alguna reacción.

El Sr. Antonio aconsejó a mi agüelo, que dado los pocos días que queaban, mejor que se jueroan pál pueblo, y qu´el boticario le controlara.

Al día siguiente de llegar, que era domingo, y que a mi agüelo le gustaba, que comieran tos juntos en la mesa grande del zaguán, se reunieron mis agüelos y tos los hermanos. Tos estaban pendiente de mi tito Julian, tos le miraban, pero naide decía na, y mi tito, que veía que tos le miraban, pegó un brico y gritó….

CONTINUARÁ.- (Las personas y hechos que se relatan son totalmente imaginarios; cualquier parecido con la realidad es pura casualidad)



Puntos:
15-07-09 15:44 #2715279 -> 2712949
Por:Racing de Santander

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Cáspita, cantaclaro es mgueno.
Puntos:
20-07-09 14:21 #2748817 -> 2715279
Por:cantaclaro1970

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
La continuación de la Quita parte del Paquito el de los Güevos

Al día siguiente de llegar, que era domingo, y que a mi agüelo le gustaba, que comieran tos juntos en la mesa grande del zaguán, se reunieron mis agüelos y tos los hermanos. Tos estaban pendiente de mi tito Julián, tos le miraban, pero naide decía na, y mi tito, que veía que tos le miraban, pegó un brinco y gritó…., con un alarío y encararamándose casi encima la mesa…¡Grrrrrrrrr, GUAOOO!.

¡Mira!...mi agüela qu´estaba enfrente, arrempujó la silla pa tras con tanta juerza, que con silla y to se pegó una costalá de espaldas y allí se queó tendía espatarrá. Mi Madre jundeó p´arriba el plato de sopas de tomate, poniendo pringao tol tapete y salio corriendo pa la calle; mi Tito Juan s´añurgó con un cozcurro pan y casi ajogao se metió debajo la mesa, y mi Tita Chon, que llevaba unos días con calentura por la tosferina y con la barriga un poco suelta, se queó un momento quieta, hasta que arranco a jimplar y salió corriendo con toa la culatera del jato manchá. Tan sólo mi agüelo se queó quieto y serio, con el cuchillo en la mano, bien apretao. Un ratino estuvieron los dos, mi agüelo y Tito Julián, mirándose cara a cara mu serios, hasta que mi Tito Julián arrancó a reir a carcajás; y un buen rato tardó mi agüelo en reaccionar y jecharse también a reir, que con el tiempo ha confesao que aquél día, si Julián se le llega a arrimar un poquino más,..antes que le mordiera, le jincaba el cuchillo.

Mi agüelo ayuó a levantarse a mi agüela, que entoavía seguía en el suelo espatarrá, y cuando ésta llegó a comprender la broma, le puso a Julián como un trapo. Salío detrás d´el con l´alpargata en la mano pa darle unos zurríos y llamándole de to..¡Joío bandido, argaña, maricóon…que me podío ehnucar por tu culpa,..demonio que eres un demonio!.

Al ratino estaba el Callejón con un tiestao de vecinos q´habían acudío a los chillíos de mi madre; y mi Tito Julián, s´había tenío qu´atrancar en la cuadra pa que no le pegasen entre tos.

¡Miale…¡que te paje a ti!... riéndose él sólo…¡Chachooo! ¿en qué estará pensando?..acaba d´una vez de desenganchar las bestias, que se te va jacer de noche y no has ío a por el agüa. ¡Como asome tu agüela por la calle Larga..te van a faltar Llanos pa correr! – Era su Tito Julián, a quien Paquito contesto: ¡Ya voy Tito, es que m´estaba acordando de cuando te pusiste rabioso,..ja ..ja!.

En un ná tenía Paquito apañao el burrino con las agüaeras y los cántaros; hechó un trago d´agüa del barril, y cogiendo al burrino por el cabrestro, se jue pa la juente los Mártires.

Empezó ajilar más aprisa, viendo qu´había gente en la juente, y acordándose que s´había olvidao el caldero. Pero al ratino, oyó a sus espaldas: ¡Psss, Pss. Güeverooo!. Eran El Chivi y El Damián, qu´estaban allí sentaos, casi escondíos, a la sombra de unos jaces.

-¡Coile…que hacéis ahí! – preguntó Paquito.
-Verequí…,qu´hemos venío a por langostos pal mical. ¡Mira que ristra!. ¿Y tú aonde vas?
-A por agua a la juente. ¿Y porqué estáis tan escondíos y habláis tan bajino?.
Damián apuntó p´al lao con el deo.
-¡Ah coñe! – dijo Paquito, al ver que al lao estaba la era de Tío Pedro Pérez, y encaramás en el trillo estaban La Isabelita y sus primas, que jugaban revolcándose en la paja.
- ¿No quiés un cacho sandía? – Le preguntó Damián a Paquito, ofreciéndole un cacho.
-¿Y eso…, d´aonde l´habis apañao?.
-Nos l´ha dao Tío Perico Galápago, que venía de jacer la primera corta del sandial, y venía bregando con el serón, que paicía que se iba a embruecar, y l´hemos ayudao a arrempujarlo pal otro lao.

Tenía intención Paquito de coger el cacho de sandía, pero cuando s´arrimó vio los deos del Damián, d´un color amarillo verdoso,… de las tripas los langostos, al pincharlos y atravesarlos con la paja. Asinque, le entraron como ansias, y dijo que no quería sandía.

-¡Me caguen! – dijo Paquito- mirando pa la juente- Ya no hay naide…, por haberme entretenío.
- Pos si no hay naide mejor…¿no? – contestó El Chivi.
- Pos no, porque no tengo caldero.
- ¡Buhaa…-dijo el Chivi-, te saltas por la ventanina del cobertizo de Tío Ramón, que allí detrás d´unos jaces d´alpaca, tie escondíos tres o cuatro calderos con soga!.

Se despidió Paquito, y ajiló p´allá…, no le jizo falta entrar en el cobertizo de tío Ramón, porque vio que llegaba Juanitín el de la Cancha, que también iba a por agüa y llevaba caldero.

Endispues de llenar lo cántaros, se jué p´al pueblo, aonde su madre y su agüela ya le esperaban. Vaciaron los cántaros en la tinaja y su agüela le dijo que se los volviera a llevar, pa traerlos mañana llenos. También le hechó en las agüaeras una ciambrera con la cena, una talegina con un pan, un cuezo con jigos chumbos, una pitarra de vino, y dos mantas de trapo por si refrescaba.

Cuando otra vez llegó a la era, el sol rozaba La Cuesta, y en un ratino empezaría a oscurecer. Su padre y su tito arrecojían los últimos montones de trigo, y los iban metiendo en un costal, mientras su agüelo extendía y preparaba al lao del carro, una manta de trapo pa sentarse a cenar.

A Paquito l´encantaba sentarse a lao de su agüelo, y fijarse bien, cómo con la navaja, partía el tocino en lo alto de un cacho pan, cachino a cachino, que endispues pinchaba pa metérselo en la boca.

S´iban a poner a cenar, cuando empezaron a sonar las campanas de la Torre l´Iglesia. Mi agüelo qu´estaba sentao se levantó pa escuchar mejor….y dijo: ¡Eso es a quema!, y empezó a mirar pa tos los laos.

-¡Pos no se ve ni jumo ni na!.

Mi Tito Julián se encaramó a lo alto el Carro, pa ver si dende allí jipiaba algo, pero tampoco veía na.

La gente que estaba en la era, hasta entonces mu callá, empezó a vocear y a preguntar.

Mi agüelo voceaba: ¡Pedrooo –se refería a Tío Pedro Pérez- ¿Pa onde es?.
- ¡Dicen que pa la Jesa!...pero yo no veo jumo.
- ¿Pa que parte de la Jesa, p´al sembrao o p´al posío?.
- Tío Jenaro ice qu´ha sio el Caminero, el qu´ha dao la alerta, que venía de Santa Cruz, y qu´ha visto mucho jumo en la Jesa.
- Pos no se ve jumo ninguno, claro qu´el aire va pa la Sierra.

Por el Camino venía corriendo, ajuncao Paco el Cantaor, pegando voces: ¡Pa la Jesa, qu´és pa la Jesa!.
Cuando llegó a la altura de mi agüelo, éste le preguntó: ¿Paquitoooo, pero pa onde es, pal sembrao o pa los rastrojos del posío?.
- ¡En el sembrao, tío Juaquin, ..en el sembrao…¡que se está quemando lo del Perico y la Jimena!.
- ¡Me caguen Dios, en la Virgen y en tos lo Curas –voceó mi agüelo- ¡Pos no ha tenío ya bastante esa mujer, pa que ahora se le queme el pan de sus seis hijos!. ¡El pan q´ha matao a su marío!...¡Veleí vuestro Dios …que güeno es!..

Y mi agüelo empezó a vocear por tos los Llanos: ¡Qu´es lo de Perico….que se nos quema lo de Perico, qu´és lo de Perico!.

Y aquello – Los Llanos-, se convirtió en un jormiguero, tos los hombres dando voces, unos apañando los carros, otros corriendo con cántaros, con tinajas, calderos, y to lo que tenían pa recoger agua en la juente. Lo más jóvenes, unos corrían escobón en mano por el camino La lagunilla, otros a galope en la bestias, burros, mulas, lo que juese…..

CONTINUARÁ.
Puntos:
30-07-09 12:41 #2826741 -> 2715279
Por:fatum

RE: PARA CHEMI EL HERRERO
Hola! desde el grupo de teatro te lo agardecen, pero seria mejor que culaquier material teatral, lo hicieses llegar a la casa de la cultura ( en la cafeteria)es mucho mas comodo para el grupop
Un saludo
Puntos:

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