Guadiana del Caudillo - Badajoz

Cuentan las crónicas los acontecimientos ocurridos en la medianoche del 1 de Julio de 1520, en donde Hernán Cortés, valeroso guerrero español, huyó del Palacio de Axayácatl, detrás de doscientos soldados, algunos generales y bajo una persistente llovizna después de la matanza perpetrada sobre el pueblo azteca.
El plan de escape consistió en la utilización de unos puentes portátiles de madera, que les permitirían atravesar los canales y buscar apoyo. Sin embargo ésa no sería la noche de Cortés, ni de la armada española.
Lo que ocurrió entonces no podría narrarse en su cabal dimensión: una inmensa lluvia de piedras, lanzas y flechas descendió sobre los soldados ibéricos. Miles de guerreros mexicas en canoas destruyeron los puentes portátiles, arrojando al agua a los invasores que se hundían por el peso del oro que llevaban en sus alforjas. Sólo los menos ambiciosos lograron cruzar los canales y ponerse a salvo de la furia azteca.
Así, de esta terrible, pero previsible forma, se produjo la peor derrota de los castellanos en los puentes de Tenochtitlan, en manos del pueblo azteca, y se describe como el peor revés sufrido hasta entonces por los europeos en el Nuevo Mundo.
Triste noche la de julio de 1520.

Triste noche la de marzo de 2011.
Asistimos atónitos, incrédulos y con el desasosiego pegado a la piel a la reunión convocada por las asociaciones de Guadiana, hoy 22 de marzo. Una fecha, que de no remediarse, pasará a engrosar esa lista de momentos ilustres de sinrazón en los que parece que nuestros gobernantes están empeñados en dejarnos a los ciudadanos como herencia para el (negro) futuro.

Alguien dijo que el ser humano no tiene límites, y hoy he podido comprobar que no es así. Las personas estamos limitadas (mucho al parecer) por nuestra propia estupidez. Hoy, como los soldados de Cortés, nos hemos visto lastrados al fondo de un oscuro abismo de despropósitos, mentiras, y estupideces de tan alto calibre, que es probable que sin proponérnoslo hayamos sido testigos de como se destruye el futuro de nuestro pueblo.
Hemos sido testigos de cómo una vez más, las aspiraciones de los ciudadanos eran pisoteadas por el orgullo de su Alcalde, y de qué manera se desvirtúan las legítimas propuestas (más o menos cabales) de toda una comunidad.

Los ciudadanos de Guadiana queremos ser independientes. Queremos poder tomar nuestras propias decisiones con respecto a nuestras vidas y pretendemos formar una sociedad lo más equitativa posible. Para ello tenemos un camino, ser consecuentes con lo que hasta ahora hemos venido demostrando: una clara resposabilidad y compromiso con el actual modelo democrático. Esto sólo puede hacerse desde el más estricto cumplimiento de la Ley. Una ley, la de Memoria Histórica, con la cual podemos discrepar y tener todos los puntos de vista que querramos (como con respecto a cualquier otra), pero a la que debemos obediencia; una lealtad que no es perceptiva de discusión, ya que ha sido promulgada por los representantes de los ciudadanos en el Congreso y ratificada con posterioridad en el Senado, una ley, por tanto, que emana de la voluntad del pueblo soberano a través de sus legítimos representantes.

Las asociaciones de Guadiana, con gran acierto por su parte, y demostrando una vez más, el carácter democrático con el cual se gobiernan, han propuesto a nuestro Alcalde una solución en la cual impera el sentido común. Este ayuntamiento debería (por una vez) escuchar a sus ciudadanos, y dejarse de dilaciones a la hora de enfrentar tan serio problema y no perder de vista el objetivo final, al cual todos aspiramos, y que es la Independencia de nuestro pueblo. Si es necesario (otra cosa sería un dislate) cumplir la Ley, pues hagámoslo: Cambiemos el nombre del pueblo y consigamos que se apruebe el expediente de segregación. Luego, si el Sr. Alcalde quiere que convoque una consulta popular para ver como nos llamamos...Por cierto, el gentilicio de Guadiana es guadianero (no guadianero caudillero).

Pero mucho me temo que con la solución del Sr. Alcalde, que es seguir apareciendo ante los medios como la “gran víctima de la incomprensión”, no vayamos a conseguir demasiado, más preocupado al parecer en como había dejado el “chiringuito” (sic) en Mérida que por escuchar lo mucho y variado que hoy tenían que decirle sus conciudadanos.

No hay cincuenta maneras de combatir, sólo hay una, vencer. Ni la revolución ni la guerra consisten en auto compadecerse.
André Malraux

Cuentan de un sabio, que un dia.......................................................