Barcarrota - Badajoz

Uno de los mitos más recurrentes en las supersticiones populares es el del "pájaro de mal agüero". Así se dice que el vuelo, las plumas o el graznar del cuervo traen mala suerte.
Nosotros, los españoles, tenemos que sufrir de vez en cuando los sobrevuelos y los graznidos de uno de esos pájaros, temido ya en su propio nido. Me refiero, claro, a José María Aznar, cuyo apellido curiosamente forma parte del nombre que se da al "habla" del cuervo.
Aznar dio sus últimos graznidos ayer mismo. Se tomó la libertad de hablar de los parados con tanta ligereza como malicia. Se tomó la libertad él, que cobra por cada uno de sus "graznidos" mucho más de lo que le "devuelven" mensualmente a cada parado como subsidio o prestación, se tomó la libertad de insinuar que los parados no buscan trabajo. Lo dijo él que al perder el trabajo ganó un retiro dorado plagado de conferencias de "a millón" mientras se deja crecer sus plumas de cuervo coqueto.
Por esta y otras intervenciones del "tercero de las Azores", he llegado a pensar que Aznar ha perdido el sentido de la realidad. Aznar no es consciente de los perjuicios que causa a su partido que silba y mira para otro lado cada vez que abre la boca. Alguien debería decirle que ya es pasado, negro como las plumas del cuervo, pero pasado.
Me permito una sugerencia: si tan seguro está de lo que dice, que tenga el valor de ir a contarlo a las oficinas del INEM, en lugar de hacerlo en su nido seguro de la FAES, ante un auditorio formado, entre otros, por el ministro de Políticas Comunitarias de sus amigo Berlusconi.
Una cosa más. Si un estado no es capaz de garantizar el derecho al trabajo de sus ciudadanos, bien está que, al menos, alivie sus problemas.