Tendrán que pasar otros dieciocho años para que volvamos a ver una luna llena tan brillante y grande como la que estamos viendo estos días. El tiempo ha acompañado y las nubes han hecho mutis por unas horas como para dejarnos disfrutar del espectáculo.
Con su siempre enigmática y sentimental presencia más apta para enamorados de todas la edades pero más para quienes aún tienen la sangre en el ojo como las sardinas recién pescadas, ayer y anteayer, el satélite, pletórico, nos proporcionó con su espectacular presencia, la posibilidad de adentrarnos en ese mundo de fantasía y realidad en el que los cuerpos se acercan y las epidermis se frotan arrancando oleadas de sensaciones placenteras que a su vez, generan otras energías que desprenden unos olores y sabores que se quedan para siempre impregnando nuestras pituitarias y los órganos gustativos y olfativos que, al ser recordados consciente o inconsciente, despierta el sexo o aviva pasiones viejas que unas veces hieren y otras, nos hacen retroceder a unos instantes que se vivieron con inusitada intensidad.
Pero volviendo al ahora y viendo cómo revientan en una explosión de verdor las yemas de los árboles y otros yerbajos con sus raíces hundidas en la Madre Tierra, nos damos cuenta que se ha iniciado un nuevo ciclo vital y que la Primavera, lleva unas trece horas ya instalada entre nosotros e influyéndonos con sus millones de posibilidades, como siempre, pero, como siempre también, trayendo nuevas posibilidades a los cuerpos y las almas de unos seres olvidadizos permanentemente aletargados en las oscuridades de opacos y casi siempre malignos sentimientos encontrados.
Esta etapa que iniciamos, durará 92 días y 18 horas y acabará el 21 de junio. Los días duraran más o menos lo mismo que las noches y en la madrugada del próximo domingo nos cambiaran la hora para que produzcamos más en el trabajo y el País en su conjunto ahorre algo en electricidad, según dicen, pero que yo, desorejado duendin de ojos guiñainos y color cambiante como los camaleones, dudo una jartá. De todas maneras, El Sol, nuestro astro fuente de vida y muerte, resucitará cada mañana dos minutos antes cada día, hasta llegar al solsticio de verano en que empezarán a decrecer.
Como quiera que sea y para olvidar provisionalmente los conflictos personales y de los humanos entre sí, echo una miradita a los grandes hombres que en el mundo son o han sido y, del producto de la fértil imaginación del sevillano D. Antonio Machado Ruiz, entresaco y me empapo con la música fresca de su versos siempre frescos y bien medidos, como bálsamo benefactor, estos versos que siguen:
La Primavera besaba
La primavera besaba
suavemente la arboleda,
y el verde nuevo brotaba
como una verde humareda.
Las nubes iban pasando
sobre el campo juvenil...
Yo vi en las hojas temblando
las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido,
todo cargado de flor
-recordé-, yo he maldecido
mi juventud sin amor.
Hoy, en mitad de la vida,
me he parado a meditar...
!Juventud nunca vivida
quién te volviera a soñar!