Badajoz - Badajoz

La reacción oficiosa del Gobierno a la estocada de Aznar -«España va mal»- ha pecado de prepotente. Dicen que el expresidente está solo en el partido y que la mejor respuesta son los hechos: la ley de emprendedores, que el presidente de Pimec, Josep González, juzga muy insuficiente. Y añaden incluso que el ataque centra a Rajoy. Ante la izquierda y ante Catalunya.


Pero Aznar apunta a medio plazo. Cree que la economía no se enderezará y que a medida que se acerquen las elecciones municipales y autonómicas del 2015 -o sea, a finales del 2013 y principios del 2014-, la inquietud de los barones del PP, cabreados ya por el déficit asimétrico, se multiplicará. Y tampoco conviene ignorar la neutralidad de Ruiz Gallardón, que tras querer ser el recambio centrista a Aznar parece ambicionar ahora encarnar la alternativa conservadora a Rajoy. Y Aznar tiene claca mediática. Ayer El Mundo entrevistaba a Arthur Laffer, el economista que convenció a Reagan de que bajar impuestos genera empleo, y le entrecomillaba en portada: «Un solo Gobierno lo hizo muy bien en España: el de Aznar». El subtítulo remachaba: «El ejecutivo español debería bajar impuestos ahora». Y el domingo, en el titular de portada del mismo diario, líderes del PP no identificados decían que Aznar tiene a su favor a los votantes (populares) pero no al aparato.

Es bastante normal. Rajoy y el PP se pasaron ocho años tronando contra los impuestos (recuerden la que montaron cuando Elena Salgado elevó moderadamente el IVA) y en su primer año han subido tanto el IVA como el IRPF. Si ahora Aznar sale diciendo que hay que bajar impuestos es lógico que sea aplaudido por una parte importante del electorado conservador que votó al PP porque quería menos tributos. Es como si cuando los recortes de Zapatero de mayo del 2010, Alfonso Guerra u otro dirigente socialista hubiera cometido la deslealtad de salir en una potente televisión amiga (bien es cierto que no tenían) a proclamar que bajar el sueldo de los funcionarios y congelar las pensiones atentaba contra los principios fundamentales del socialismo. Muchos votantes del PSOE lo habrían jaleado.

El problema es que, para que España pudiera seguir financiándose en los mercados, Zapatero no tenía otro remedio que recortar y Rajoy, por la misma razón, tiene que subir impuestos. Ahora no estamos en una discusión teórica, a lo Laffer, sobre impuestos, que es importante, sino ante la realidad de que España no los puede bajar porque está en el euro y porque el liberal Oli Rehn y los gobiernos conservadores europeos (empezando por el de Merkel), que están ayudando a su financiación y la han rescatado bancariamente, lo desaconsejan vivamente. Que Aznar exija bajar impuestos ahora es políticamente tan trasnochado como que los sindicalistas -¡increíble!- digan que hay que subir todavía mas las cotizaciones sociales -unas de las mas altas del mundo- para evitar el déficit de la seguridad social.

Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Juan Rosell ha puesto el dedo en la llaga: «Bajar impuestos es una solución, pero ahora no es posible». Y añade: «Rajoy está en una situación complicada y lo correcto es no poner piedras en el camino». Entre Rajoy y Aznar, la CEOE vota por Rajoy. Pero el presidente lo tiene crudo, porque para ganar garantizó unos resultados (fin de la crisis y rebaja de impuestos) que era demagógico prometer.

SOY DE IZQUIERDAS Y LO REPITO UNA VEZ MÁS AZNAR COMO POLÍTICO SUPERA CON CRECES AL INUTIL TITERE DE RAJOY.
aUN SIENDO DE IZQUIERDAS MI ADMIRACION AZNAR.