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Almendralejo - Badajoz

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España > Badajoz > Almendralejo
01-12-10 01:39 #6626097
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Borrado por su Autor.
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01-12-10 02:19 #6628135 -> 6626097
Por:sinsibuto1950

RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
¡Si esto lo hacen con un niño! ¿que esperamos los españoles con semejante casta politica? y seguro que son socialistas ¿NO?
Sean de la clase que sean, ni lo entiendo ni lo comprendo
¿la dictadura ya termino? parece ser que no. Extremeños o os revelais o os seguiran tomando el pelo, "y mas vale pasar hambre que vivir de rodillas toda la vida"
Saludos
Puntos:
01-12-10 12:22 #6629335 -> 6628135
Por:jaos

RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
Sincera mente, no se como estaríamos si hubieran ganado la guerra
los comunistas, con la derecha no estuvimos muy bien pero ese creo
que fue nuestro mal menor.
Puntos:
14-12-10 22:02 #6711114 -> 6629335
Por:No Registrado
RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
Los extremeños tenemos que cambiar nuestra región con nuestros votos.El partido socialista no tiene nada que darnos,está sin dinero,sin ideas,sin solución para salir de esta crisis creando puestos de trabajo.Necesitamos que el PP gane las próximas elecciones para que la ilusión y el trabajo vueva con ellos a nuestra región.La clase obrera por su bien debe votar al PP porque es el único partido que crea riqueza y puestos de trabajo.Con él vuestros hijos tendrán futuro y vosotros encontrareis de nuevo la paz y la ilusión,--que falta nos hace con la que está cayendo.
Puntos:
14-12-10 22:11 #6711179 -> 6711114
Por:No Registrado
RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
DESDE AQUI LE PIDO A LOS PROFESORES QUE NO CONSIENTAN QUE ESTE NIÑO PASE FRIO EN EL PATIO POR NEGARSE A RECIBIR CLASES DE EPC.NO PARTICIPEISDE ESTA TROPELIA "" SI ES CIERTO QUE ESTO PASA EN DICHO COLEGIO "".TODO PROFESOR DEBE SER TOLERANTE CON LAS IDEAS Y CREENCIAS DE LOS DEMÁS "".SE PREDICA CON EL EJEMPLO Y NO CON LA REPRESIÓN.
Puntos:
27-03-11 01:58 #7373196 -> 6711179
Por:No Registrado
RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
En la venta del Molinillo, que está puesta en los fines de los famosos campos de Alcudia,
como vamos de Castilla a la Andalucía, un día de los calurosos del verano, se hallaron en
ella acaso dos muchachos de hasta edad de catorce a quince años: el uno ni el otro no
pasaban de diez y siete; ambos de buena gracia, pero muy descosidos, rotos y
maltratados; capa, no la tenían; los calzones eran de lienzo y las medias de carne. Bien es
verdad que lo enmendaban los zapatos, porque los del uno eran alpargates, tan traídos
como llevados, y los del otro picados y sin suelas, de manera que más le servían de
cormas que de zapatos. Traía el uno montera verde de cazador, el otro un sombrero sin
toquilla, bajo de copa y ancho de falda. A la espalda y ceñida por los pechos, traía el uno
una camisa de color de camuza, encerrada y recogida toda en una manga; el otro venía
escueto y sin alforjas, puesto que en el seno se le parecía un gran bulto, que, a lo que
después pareció, era un cuello de los que llaman valones, almidonado con grasa, y tan
deshilado de roto, que todo parecía hilachas. Venían en él envueltos y guardados unos
naipes de figura ovada, porque de ejercitarlos se les habían gastado las puntas, y porque
durasen más se las cercenaron y los dejaron de aquel talle. Estaban los dos quemados del
sol, las uñas caireladas y las manos no muy limpias; el uno tenía una media espada, y el
otro un cuchillo de cachas amarillas, que los suelen llamar vaqueros.
Saliéronse los dos a sestear en un portal, o cobertizo, que delante de la venta se hace; y,
sentándose frontero el uno del otro, el que parecía de más edad dijo al más pequeño:
-¿De qué tierra es vuesa merced, señor gentilhombre, y para adónde bueno camina?
-Mi tierra, señor caballero -respondió el preguntado-, no la sé, ni para dónde camino,
tampoco.
-Pues en verdad -dijo el mayor- que no parece vuesa merced del cielo, y que éste no es
lugar para hacer su asiento en él; que por fuerza se ha de pasar adelante.
-Así es -respondió el mediano-, pero yo he dicho verdad en lo que he dicho, porque mi
tierra no es mía, pues no tengo en ella más de un padre que no me tiene por hijo y una
madrastra que me trata como alnado; el camino que llevo es a la ventura, y allí le daría
fin donde hallase quien me diese lo necesario para pasar esta miserable vida.
-Y ¿sabe vuesa merced algún oficio? -preguntó el grande.

Y el menor respondió:
-No sé otro sino que corro como una liebre, y salto como un gamo y corto de tijera muy
delicadamente.
-Todo eso es muy bueno, útil y provechoso -dijo el grande-, porque habrá sacristán que le
dé a vuesa merced la ofrenda de Todos Santos, porque para el Jueves Santo le corte
florones de papel para el monumento.
-No es mi corte desa manera -respondió el menor-, sino que mi padre, por la misericordia
del cielo, es sastre y calcetero, y me enseñó a cortar antiparas, que, como vuesa merced
bien sabe, son medias calzas con avampiés, que por su propio nombre se suelen llamar
polainas; y córtolas tan bien, que en verdad que me podría examinar de maestro, sino que
la corta suerte me tiene arrinconado.
-Todo eso y más acontece por los buenos -respondió el grande-, y siempre he oído decir
que las buenas habilidades son las más perdidas, pero aún edad tiene vuesa merced para
enmendar su ventura. Mas, si yo no me engaño y el ojo no me miente, otras gracias tiene
vuesa merced secretas, y no las quiere manifestar.
-Sí tengo -respondió el pequeño-, pero no son para en público, como vuesa merced ha
muy bien apuntado.
A lo cual replicó el grande:
-Pues yo le sé decir que soy uno de los más secretos mozos que en gran parte se puedan
hallar; y, para obligar a vuesa merced que descubra su pecho y descanse conmigo, le
quiero obligar con descubrirle el mío primero; porque imagino que no sin misterio nos ha
juntado aquí la suerte, y pienso que habemos de ser, déste hasta el último día de nuestra
vida, verdaderos amigos. «Yo, señor hidalgo, soy natural de la Fuenfrida, lugar conocido
y famoso por los ilustres pasajeros que por él de contino pasan; mi nombre es Pedro del
Rincón; mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la Santa Cruzada: quiero
decir que es bulero, o buldero, como los llama el vulgo. Algunos días le acompañé en el
oficio, y le aprendí de manera, que no daría ventaja en echar las bulas al que más
presumiese en ello. Pero, habiéndome un día aficionado más al dinero de las bulas que a
las mismas bulas, me abracé con un talego y di conmigo y con él en Madrid, donde con
las comodidades que allí de ordinario se ofrecen, en pocos días saqué las entrañas al
talego y le dejé con más dobleces que pañizuelo de desposado. Vino el que tenía a cargo
el dinero tras mí, prendiéronme, tuve poco favor, aunque, viendo aquellos señores mi
poca edad, se contentaron con que me arrimasen al aldabilla y me mosqueasen las
espaldas por un rato, y con que saliese desterrado por cuatro años de la Corte. Tuve
paciencia, encogí los hombros, sufrí la tanda y mosqueo, y salí a cumplir mi destierro,
con tanta priesa, que no tuve lugar de buscar cabalgaduras. Tomé de mis alhajas las que
pude y las que me parecieron más necesarias, y entre ellas saqué estos naipes -y a este
tiempo descubrió los que se han dicho, que en el cuello traía-, con los cuales he ganado
mi vida por los mesones y ventas que hay desde Madrid aquí, jugando a la veintiuna;» y,
aunque vuesa merced los vee tan astrosos y maltratados, usan de una maravillosa virtud
con quien los entiende, que no alzará que no quede un as debajo. Y si vuesa merced es

versado en este juego, verá cuánta ventaja lleva el que sabe que tiene cierto un as a la
primera carta, que le puede servir de un punto y de once; que con esta ventaja, siendo la
veintiuna envidada, el dinero se queda en casa. Fuera desto, aprendí de un cocinero de un
cierto embajador ciertas tretas de quínolas y del parar, a quien también llaman el
andaboba; que, así como vuesa merced se puede examinar en el corte de sus antiparas, así
puedo yo ser maestro en la ciencia vilhanesca. Con esto voy seguro de no morir de
hambre, porque, aunque llegue a un cortijo, hay quien quiera pasar tiempo jugando un
rato. Y desto hemos de hacer luego la experiencia los dos: armemos la red, y veamos si
cae algún pájaro destos arrieros que aquí hay; quiero decir que jugaremos los dos a la
veintiuna, como si fuese de veras; que si alguno quisiere ser tercero, él será el primero
que deje la pecunia.
-Sea en buen hora -dijo el otro-, y en merced muy grande tengo la que vuesa merced me
ha hecho en darme cuenta de su vida, con que me ha obligado a que yo no le encubra la
mía, que, diciéndola más breve, es ésta: «yo nací en el piadoso lugar puesto entre
Salamanca y Medina del Campo; mi padre es sastre, enseñóme su oficio, y de corte de
tisera, con mi buen ingenio, salté a cortar bolsas. Enfadóme la vida estrecha del aldea y el
desamorado trato de mi madrastra. Dejé mi pueblo, vine a Toledo a ejercitar mi oficio, y
en él he hecho maravillas; porque no pende relicario de toca ni hay faldriquera tan
escondida que mis dedos no visiten ni mis tiseras no corten, aunque le estén guardando
con ojos de Argos. Y, en cuatro meses que estuve en aquella ciudad, nunca fui cogido
entre puertas, ni sobresaltado ni corrido de corchetes, ni soplado de ningún cañuto. Bien
es verdad que habrá ocho días que una espía doble dio noticia de mi habilidad al
Corregidor, el cual, aficionado a mis buenas partes, quisiera verme; mas yo, que, por ser
humilde, no quiero tratar con personas tan graves, procuré de no verme con él, y así, salí
de la ciudad con tanta priesa, que no tuve lugar de acomodarme de cabalgaduras ni
blancas, ni de algún coche de retorno, o por lo menos de un carro.»
-Eso se borre -dijo Rincón-; y, pues ya nos conocemos, no hay para qué aquesas
grandezas ni altiveces: confesemos llanamente que no teníamos blanca, ni aun zapatos.
-Sea así -respondió Diego Cortado, que así dijo el menor que se llamaba-; y, pues nuestra
amistad, como vuesa merced, señor Rincón, ha dicho, ha de ser perpetua, comencémosla
con santas y loables ceremonias.
Y, levantándose, Diego Cortado abrazó a Rincón y Rincón a él tierna y estrechamente, y
luego se pusieron los dos a jugar a la veintiuna con los ya referidos naipes, limpios de
polvo y de paja, mas no de grasa y malicia; y, a pocas manos, alzaba tan bien por el as
Cortado como Rincón, su maestro.
Salió en esto un arriero a refrescarse al portal, y pidió que quería hacer tercio.
Acogiéronle de buena gana, y en menos de media hora le ganaron doce reales y veinte y
dos maravedís, que fue darle doce lanzadas y veinte y dos mil pesadumbres. Y, creyendo
el arriero que por ser muchachos no se lo defenderían, quiso quitalles el dinero; mas
ellos, poniendo el uno mano a su media espada y el otro al de las cachas amarillas, le
dieron tanto que hacer, que, a no salir sus compañeros, sin duda lo pasara mal.

A esta sazón, pasaron acaso por el camino una tropa de caminantes a caballo, que iban a
sestear a la venta del Alcalde, que está media legua más adelante, los cuales, viendo la
pendencia del arriero con los dos muchachos, los apaciguaron y les dijeron que si acaso
iban a Sevilla, que se viniesen con ellos.
-Allá vamos -dijo Rincón-, y serviremos a vuesas mercedes en todo cuanto nos
mandaren.
Y, sin más detenerse, saltaron delante de las mulas y se fueron con ellos, dejando al
arriero agraviado y enojado, y a la ventera admirada de la buena crianza de los pícaros,
que les había estado oyendo su plática sin que ellos advirtiesen en ello. Y, cuando dijo al
arriero que les había oído decir que los naipes que traían eran falsos, se pelaba las barbas,
y quisiera ir a la venta tras ellos a cobrar su hacienda, porque decía que era grandísima
afrenta, y caso de menos valer, que dos muchachos hubiesen engañado a un hombrazo tan
grande como él. Sus compañeros le detuvieron y aconsejaron que no fuese, siquiera por
no publicar su inhabilidad y simpleza. En fin, tales razones le dijeron, que, aunque no le
consolaron, le obligaron a quedarse.
En esto, Cortado y Rincón se dieron tan buena maña en servir a los caminantes, que lo
más del camino los llevaban a las ancas; y, aunque se les ofrecían algunas ocasiones de
tentar las valijas de sus medios amos, no las admitieron, por no perder la ocasión tan
buena del viaje de Sevilla, donde ellos tenían grande deseo de verse.
Con todo esto, a la entrada de la ciudad, que fue a la oración y por la puerta de la Aduana,
a causa del registro y almojarifazgo que se paga, no se pudo contener Cortado de no
cortar la valija o maleta que a las ancas traía un francés de la camarada; y así, con el de
sus cachas le dio tan larga y profunda herida, que se parecían patentemente las entrañas, y
sutilmente le sacó dos camisas buenas, un reloj de sol y un librillo de memoria, cosas que
cuando las vieron no les dieron mucho gusto; y pensaron que, pues el francés llevaba a
las ancas aquella maleta, no la había de haber ocupado con tan poco peso como era el que
tenían aquellas preseas, y quisieran volver a darle otro tiento; pero no lo hicieron,
imaginando que ya lo habrían echado menos y puesto en recaudo lo que quedaba.
Habíanse despedido antes que el salto hiciesen de los que hasta allí los habían sustentado,
y otro día vendieron las camisas en el malbaratillo que se hace fuera de la puerta del
Arenal, y dellas hicieron veinte reales. Hecho esto, se fueron a ver la ciudad, y admiróles
la grandeza y sumptuosidad de su mayor iglesia, el gran concurso de gente del río, porque
era en tiempo de cargazón de flota y había en él seis galeras, cuya vista les hizo suspirar,
y aun temer el día que sus culpas les habían de traer a morar en ellas de por vida. Echaron
de ver los muchos muchachos de la esportilla que por allí andaban; informáronse de uno
dellos qué oficio era aquél, y si era de mucho trabajo, y de qué ganancia.
Un muchacho asturiano, que fue a quien le hicieron la pregunta, respondió que el oficio
era descansado y de que no se pagaba alcabala, y que algunos días salía con cinco y con
seis reales de ganancia, con que comía y bebía y triunfaba como cuerpo de rey, libre de
buscar amo a quien dar fianzas y seguro de comer a la hora que quisiese, pues a todas lo
hallaba en el más mínimo bodegón de toda la ciudad.

No les pareció mal a los dos amigos la relación del asturianillo, ni les descontentó el
oficio, por parecerles que venía como de molde para poder usar el suyo con cubierta y
seguridad, por la comodidad que ofrecía de entrar en todas las casas; y luego
determinaron de comprar los instrumentos necesarios para usalle, pues lo podían usar sin
examen. Y, preguntándole al asturiano qué habían de comprar, les respondió que sendos
costales pequeños, limpios o nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y
una pequeña, en las cuales se repartía la carne, pescado y fruta, y en el costal, el pan; y él
les guió donde lo vendían, y ellos, del dinero de la galima del francés, lo compraron todo,
y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio, según les ensayaban
las esportillas y asentaban los costales. Avisóles su adalid de los puestos donde habían de
acudir: por las mañanas, a la Carnicería y a la plaza de San Salvador; los días de pescado,
a la Pescadería y a la Costanilla; todas las tardes, al río; los jueves, a la Feria.
Toda esta lición tomaron bien de memoria, y otro día bien de mañana se plantaron en la
plaza de San Salvador; y, apenas hubieron llegado, cuando los rodearon otros mozos del
oficio, que, por lo flamante de los costales y espuertas, vieron ser nuevos en la plaza;
hiciéronles mil preguntas, y a todas respondían con discreción y mesura. En esto, llegaron
un medio estudiante y un soldado, y, convidados de la limpieza de las espuertas de los
dos novatos, el que parecía estudiante llamó a Cortado, y el soldado a Rincón.
-En nombre sea de Dios -dijeron ambos.
-Para bien se comience el oficio -dijo Rincón-, que vuesa merced me estrena, señor mío.
A lo cual respondió el soldado:
-La estrena no será mala, porque estoy de ganancia y soy enamorado, y tengo de hacer
hoy banquete a unas amigas de mi señora.
-Pues cargue vuesa merced a su gusto, que ánimo tengo y fuerzas para llevarme toda esta
plaza, y aun si fuere menester que ayude a guisarlo, lo haré de muy buena voluntad.
Contentóse el soldado de la buena gracia del mozo, y díjole que si quería servir, que él le
sacaría de aquel abatido oficio. A lo cual respondió Rincón que, por ser aquel día el
primero que le usaba, no le quería dejar tan presto, hasta ver, a lo menos, lo que tenía de
malo y bueno; y, cuando no le contentase, él daba su palabra de servirle a él antes que a
un canónigo.
Rióse el soldado, cargóle muy bien, mostróle la casa de su dama, para que la supiese de
allí adelante y él no tuviese necesidad, cuando otra vez le enviase, de acompañarle.
Rincón prometió fidelidad y buen trato. Diole el soldado tres cuartos, y en un vuelo
volvió a la plaza, por no perder coyuntura; porque también desta diligencia les advirtió el
asturiano, y de que cuando llevasen pescado menudo (conviene a saber: albures, o
sardinas o acedías), bien podían tomar algunas y hacerles la salva, siquiera para el gasto
de aquel día; pero que esto había de ser con toda sagacidad y advertimiento, porque no se
perdiese el crédito, que era lo que más importaba en aquel ejercicio.
Por presto que volvió Rincón, ya halló en el mismo puesto a Cortado. Llegóse Cortado a
Rincón, y preguntóle que cómo le había ido. Rincón abrió la mano y mostróle los tres
Puntos:
23-03-11 23:52 #7350996 -> 6711114
Por:No Registrado
RE: El gobiernito de Extremadura castiga a un menor a permanecer en el patio a temperaturas bajo cero por negarse a recibir clases de EpC
la verdad como pudes ser ipocrita yo soy extremeño y estando gobernando tu querido pp me tuve que marchar porque eso era un nido de caciques y sino dime como tendrias tu y tus secuaces mejor a la poblacion
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