Almendral - Badajoz

Juan Nepomuceno Pinna, es el nombre de una calle que está escrito con letras azules sobre azulejos blancos en “Las Casas Baratas,” antes, La Memoria. No sé quién fue este hombre ni lo que hizo, puede que algún día años atrás, hubiese sido alcalde del pueblo o, por lo menos, prócer impulsor quizá, de que se construyeran aquellas viviendas sociales en el sitio donde antes había habido un cementerio en el que se enterraba a la gente hasta 1885, (año de la muerte de Alfonso XII y en que se inicia la regencia de su segunda esposa doá Virtudes); o puede, que maestro de escuela, o tal vez, quien más adelante decidió levantar el monolito tan descuidad y casi en ruinas donde está la placa de la foto, allá por 1913. Sea como sea, el nombre me ha llamado la atención, como el de san Mauro, (Patrón), que está en la misma barriada y que ahora, por extensión, da nombre a lo que hasta ayer era el Camino del Cementerio y hoy podemos decir que es la Avd del mismo. Quizá avenida no sea la palabra apropiada, más bien arribada, por ser el último recorrido que solemos hacer antes que todo el mundo se olvide de nosotros y la vida continúa como siempre.

Cuando le dedicaron una calle, aunque en un pueblo como el nuestro, es porque algo señalado hizo y, hasta es posible que no perdiera la vida en el intento, como nuestro paisano Agudo, “Posao el Chico”, que era alto y fuerte y que se jugó el pellejo y lo perdió junto con un bombero en un País tan alejado de esta tierra de olivos, higueras y monte bronco de encinares, en su afán de ayudar a otras personas cuyas vidas también peligraban.

Desde luego, es memoria, todo es memoria, historia de unas personas y otros tiempos y otros ritmos; mujeres y hombres que un día pasaron desapercibidos y que, de vez en cuando, alguien se empeña en rescatar para el presente. Gente sencilla con sus cuitas, sueños y ambiciones, amores y desamores.

Se me viene a la memoria una frase de un gran pensador del siglo IX, ese que empezó con nuestro paisano el medio portugués Godoy y que acabó como el rosario de la Aurora con los últimos de Filipinas; un señor de Piedrahita llamado José Somoza, que escribió aquello de: “Si pudiéaramos ahondar nuestra mirada en la profunda sima donde enterramos nuestro pasado oscuro, quizás pudiéramos vislumbrar nuestra realidad futura.”

Y es que el tiempo, es verdad que pone a cada uno en su sitio, a todos, en el cementerio, sean grandes o chicos, o enanos de mente yerma cuya idiotez altiva hace que suban a la parra y crean que son dioses redivivos y, a las personas normales que, dentro de sus limitaciones, hacen de verdad lo que pueden para vivir ellos y ayudar a los demás a vivir un poco mejor cada día , aunque tengan que enfrentarse constantemente con la insidia y maledicencia emanada de tarros escacharraos que no ven más allá de sus narices. Por sus hechos los conoceréis, dice el libro de los libros, así que hagamos memoria y no nos dejemos avasallar con maliciosa palabrería vacía de contenido.

Diecinueve.