Almendral - Badajoz

26 de enero de 1939:


Yo había estado a salto de mata de un punto a otro de la geografía peninsular e incluso extranjera y, un uno de enero de 1968 me presenté una vez más en la estación de Atocha pero ahora, con la intención de pasar en la capital de los reinos una temporadita, que, transcurrió sin incidentes dignos de mención. Cuando llegué por primera a la ciudad de los condes reyes, sería ya mediados de julio de aquél año, con veintidós o veintitrés años y hambre de vida. Lo primero que me sorprendió al bajar del tren e intentar hacerme con un taxi junto a la Plz Palacio fue el olor, a humo y humedad, el de la Barcelona trabajadora e industrial y el que se desprendía de su ubicación junto a la orillita de la mar salá. Una vez en este y circulando por la Gran Vía de las Cortes Catalanas en dirección a Castelldefels, vi un rótulo de la calle y le hablé al conductor de la Gran Vía de los Madriles, como comparando y, muy enfadado, me dijo que la avenida por la que íbamos, no se llamaba así sino Avd del 26 de Enero, además de enfrascarse en una retahíla de explicaciones que nadie le había solicitado. No le di mucha importancia ni a su furor ni al nomenclátor pero tiempos después, viendo que en algunas esquinas decía Gran Via de les Corts Catalanes y, (en especial una placa que había en la fachada que da a esa calle de la plaza de toros Las Arenas) en otras, con letreros más reciente Avd de 26 de Enero y tras preguntar y enterarme del porqué, comprendía la irritación de aquél señor taxista que hablaba sólo castellano e iba vestido de riguroso azul con gorrita incluida. Porque usaban gorrita, aunque la mayoría no se la ponían.

En la mañana del 26 de enero de 1939 en Barcelona, había muy pocas personas en las calles. En muchas, se reflejaba una tristeza arrastrada de toda la vida y acentuada al ver cómo muchos de sus familiares más queridos habían tenido que abandonar la ciudad sin saber hasta cuando volvería a verlos o si los volvería a ver. Otros, menos, pero más evidentes, hacían una descarada ostentación de su alegría que estalló ya sin freno al medio día cuando, tras un breve cañoneo alrededor de las diez, con caída de proyectiles sobre la Plza de España, Montjuich y algunas calles de Sanz, el ejército rebelde alcanzó las alturas del Monte Judío y, tras quitarle a los soldados de infantería que debieran haberlo defendido pero que se iban rindiendo sin ofrecer la mínima resistencia, las armas que le había dado la República, le dieron otras de las suyas y los colocaron en vanguardia para ir a tomar el Puerto. Maniobra que también repitieron en Vallvidrera y en el Tibidabo.

A la una de la tarde se realiza la entrada en la ciudad con dos columnas, una que baja desde Monjuitch a Plaz España y de ahí por Gran Vía hasta las Ramblas y, otra que desde el Tibidabo baja por Muntaner y tras cruzar La Diagonal llega hasta el Pº de Gracia. Los moros del Carnicero de Badajoz y otras tropas extranjeras quedaron en retaguardia entrando primero navarros, gallegos y legionarios. Después entran Yagúe, Eliseo Álvarez y Dávila Arrondo como Gral en Jefe Ejército del Norte.
Como no querían impedir que la gente huyera de la ciudad, pensando con razón que, a enemigo que huye puente de plata, no se cerraron las salidas ni hacia Mataró ni hacia Castelldefels y así, se dio la circunstancia que se cruzaban por el camino los que se iban y, los que volvían a recoger a sus familiares al correrse la voz de que los fascistas estaban ya dentro de la ciudad.

Después, ya seguros, los fascistas de la ciudad, hablando ya la lengua del imperio, se hicieron presentes en todo su esplendor y empezaron a hacer salir a la calle a la gente normal para que animasen el espectáculo de la Conquista y, con un discurso de Álvarez Arenas y unas órdenes de Dávila, se puso el broche final a la Toma de Barcelona.

Mañana, si a manos viene, igual se me ocurre pensar en qué es lo que pasó un 27 de enero de 1945 en Auschwitz. Mayormente, porque sé que hay gente muy interesada en que nos olvidemos del montón de cadáveres que aún hay por esas cunetas y campas sin que nadie mueva un dedo para darles una sepultura digna.

Salustiano Borrascas

Salud.

Los rojos sois mala hierba.

Son tan mala hierba los rojos
que ni siquiera esta gentuza
puede terminar con ellos
ni matándolos de gazuza