Mombeltrán - Avila

El otro día cuando carretera arriba me cruce con ellos, me asaltó una curiosidad: ¿cómo serán "las pompas fúnebres" en vida de los imputados el día, no lejano, que los condenen? Claro que con estos personajes una no sabe dónde meterse entre la vergüenza propia y la ajena de ver a este prócer y su acólito pegarse constante y mutuamente tiros con la pistola que ambos se dejan cargada sobre la mesa antes de pirarse a amasar malas conciencias o a rezar por sus pecados pegados a las faldas de don Sixto.

Pero visto que están de moda los velatorios "corpore insepulto et fodiente" -hay están los ejemplos recientes y vivientes de don Juan Carlos, Rubalcaba, Botella y Gallardón- urge un "modus operandi", un protocolo, un algo... ¿¡Mejor darles el pésame o la enhorabuena!? ¿¡Llevarles flores o una petaca de aguardiente!? ¿¡"Look" casual, cóctel o etiqueta!? ¿¡Responso o despedida laica!? ¿¡Campanas de duelo o cohetes de "peo"!? ¿¡Duelo o juerga!? Mientras "Lolicosita" se pronuncia al respecto, estoy por enviar una esquela a la panadería con la siguiente leyenda: "Los Imputados al hoyo y los Villanos al bollo", por ir haciendo boca. Firmado: Q.E.P.D., que diría Mariló Montero.

Mombeltrampas se ha convertido en pueblo fantasma. Toda la actividad se reduce a una tropa de operarios adeptos al régimen corrupto o en fase de ser corrompidos por motivo de necesidad económica que pululan por las calles y miran uronescamente a quien por allí pasa no sea que se pongan al descubierto sus evidentes mentes derrotadas.
El aprendiz de sacristán y su jefecillo andan como siempre haciendo de las suyas. Y mientras tanto muchos esperamos el veredicto de la justicia, de las leyes y la Constitución, esa a la que el valedor de todos estos corruptos se agarra para que otros corruptos no se salgan con la suya.

Digámoslo alto y claro: la sociedad villana de la segunda década del siglo XXI no se encuentra cuajada de buenos sentimientos. Carece, en realidad, de la más mínima compasión y empatía con todo lo diferente o novedoso que pudiera alumbrar una salida de la cueva. Pero, además, es ya tan absoluta la indiferencia del vecino/a hacia todo lo que no le afecte de forma directa, que se olvida de la necesaria percepción de interés común para reaccionar en defensa de la propia condición social y/o intelectual. Debería provocarnos a todos/as consternación y vergüenza esta evidencia. Una mayoría de los vecinos/as parecen convencidos de que ante el peligro inmediato del cacique y de su régimen pueden y deben salvarse solos. Lo que convierte a la Villa de Mombeltrán en términos relativos, aunque con una mayoría significativa, poco menos que en un rebaño de ovejas que ante cualquier agresión reacciona con pánico y huida desorganizada. Del villano/a indolente al villano/a aterrado/a. Ésta es la capacidad que despliega y aprovecha el cacique y su régimen que pueden vejar, condicionar y tiranizar a todo un pueblo con fuerzas muy escasas. Esta tragedia, porque es una tragedia, la llevamos padeciendo y pagando casi seis lustros.

Con el triunfo manifiesto del localismo ombliguero, la incultura institucional, la subcultura del falso igualitarismo, el desprecio y el resentimiento hacia el que piensa diferente, junto a la ausencia total y manifiesta de educación de los que dicen representar al conjunto del pueblo villano, se ha hecho el resto. El mensaje es inequívoco: no meterse en líos, asentir ante los corruptos, huir del agresor, ceder al chantajista, obedecer y no apaciguar al matón, mirar hacia otro lado, medrar y trampear para sobrevivir, cada uno por su cuenta. Con un pueblo en este estado de postración (y descomposición), el enemigo de la sociedad villana ni siquiera tiene que venir de muy lejos. Todos/as los sabemos, está dentro de ella desde hace dos décadas y media. Ahora, quizá lo que horroriza es que funciona como una franquicia en cada una de las "actividades siniestras" que promueve o impone. En definitiva, es una tragedia cuya factura llevamos pagando muchos años y que tiene muchos responsables, aunque la cabeza visible siempre sea la misma. ¿¡Hasta cuándo lo vamos a permitir!?