Arenas de San Pedro - Avila

El fracaso de la sociedad española y en especial de su clase política es al día de hoy evidente: no ha sido capaz en más de treinta años de crear en España un tejido productivo eficiente y mucho menos una cultura política de respeto y identificación con los valores que inspira la Constitución Española de 1978. El desprestigio de las clase política constatado en todos las encuestas es saliente y con motivos, el mismo Mariano Rajoy que llegó al Gobierno suscitando la esperanza de muchos españoles va camino de llevar al Partido Popular a la degradación moral, con hechos como el negar la asistencia médica a los “sin papeles” que viven en España o propuestas “inhumanas” como su proyecto de modificación de la Ley del Aborto y con una gestión en la resolución de la crisis que peca de improvisación y de ocurrencias que es sino la propuesta de mi antigua compañera de estudios Ana Mato de sustituir las medicinas que sacan del sistema sanitario por plantas medicinales.

Pero como a “perro flaco todo son pulgas” ahora junto a la crisis económica se va a juntar una crisis política de dimensiones catastróficas que va a incidir en la “gobernanza” del País y ahondar la crisis económica: a partir del día 21 de octubre puede que en el País Vasco gobierne (legalmente) la izquierda nacionalista radical y en Galicia el partido populista de Mario Conde hará valer sus muy previsibles escaños; pero lo peor es lo que ocurrió ayer en Cataluña, una manifestación de dos millones de personas, o de un millón y medio, da igual, en una Comunidad autónoma que no llega a los siete millones de habitantes pidiendo la independencia, diga lo que digan: este hecho rompe el corsé constitucional, el “Pacto Fundacional” que instauró la Constitución Española y abre la puerta al fantasma de Frances Maciá ( la proclamación unilateral de la República Catalana)

Leyendo hoy un artículo en el periódico El País de Catedrático de Ciencia Política Joan Subirats que titula ¡Menudo lío!, no puedo dejar de estar más de acuerdo con el título y con el diagnóstico del problema, pero no con la solución, que para Joan Subirats hubiera sido que los dos partidos hegemónicos españoles hubiesen aceptado las propuestas nacionalistas de los “convergentes” y socialistas catalanes (en fin, el anhelo de Quebec, sí no fuera por el anonimato pegaría un artículo mío sobre el asunto constitucional de la secesión de Quebec), para mí nunca puede ser la solución ahondar en el nacionalismo, porque esto significa “volver a la tribu” despertar en los hombres los sentimientos más atávicos e irracionales, despertar su lado animal. Los políticos españoles (y más lo que son de izquierda) han fracasado en construir una sociedad basada en los valores de la revolución francesa y de las luces y teorizada posteriormente por el socialismo democrático, el republicanismo cívico de Philip Pettit (del que hablaba el primer Zapatero) , el personalismo cristiano…. que pensaron que con la razón y la buena voluntad se puede crear una sociedad más justa y poner a todos los hombres independientes de su condición de acuerdo, donde el hombre sea lo primero no la nación, la religión o la ideología…. Y ahora, por la torpeza y la indigencia de esta clase política que nos ha gobernado nos cae encima lo peor de lo peor: el nacionalismo