Zardaín - Asturias

Ahora que pasó Semana Santa, (yo siempre llego tarde), quiero dar vida es decir publicar, porque si no se publica nadie lo conoce más que yo, y en este caso todavía más porque puede asegurar que lo que escribo a continuación nadie lo ha oido antes y si no es así, que hable el que lo haya oido y yo me callaré para siempre. Se trata de una oración que mi abuela me trasmitió oralmente, seguro que a ella se la habían trasmitido de igual forma, con lo cual una cadena se había formado, cadena que se romperá porque yo de momento no la he trasmitido a nadie a menos que alguien que la oiga hoy inicie una nueva cadena. La oración tiene pasajes en bable, que voy a respetar, expresiones, que a lo mejor no son linguisticamente correctas pero yo la tengo que trasmitir como lo hicieron a mi. Decía asi:

Jesucristo murió en el monte,Dios y hombre verdadero, no murió por sus pecados, que murió por lo ajenos, con una cruz "enclavada" con sus duros clavos de hierro. ¡Oh dulcísimo Señor Oh dulce manso cordero! Yo soy aquel pecador que tan ofendido os tengo. Una y mil veces me pesa ofender a un Dios tan bueno. Sólo la tierra que piso Padre Mío no merezco, ni la hostia consagrada que celebra nuestro cuerpo. ¡Oh mi Virgen Soberana este rosario os ofrezco para que alcancéis perdón de este pecador inmenso! La muerte se va llegando, sin haber otro remedio, sea la muerte dichosa, ábrenos Virgen el cielo. Por la sangre que iba Jesucristo derramando, iba su madre bendita, preguntando por su hijo amado. A los tres dias que anduvo a una mujer ha encontrado, dígame santa mujer si a Jesucrito ha encontrado. A Jesucrito sí Señora muy preso y "arriatado" con una cruz a los hombros de madera muy pesado y una soga a la garganta donde iban todos tirando. Caminemos a prisa señora, caminemos para el calvario, por muy de prisa que llegemos le tendrán crucificado. Le crucificaron los pies, le crucificaron las manos, ya le ponen las espinas y aquellos tan duros clavos... Y el que esta oración dijera todos los días del año, saca un ánima de pena y la suya del pecado. El que la sabe, no la dice, el que la oye no la reprende, el día de mayor Juicio, verá lo que en ella pierde.