Para las gentes que se encuentran lejos de Serrapio. Un recuerdo de Ataúlfo.
El 8 de enero de 2.009, José García, intérprete de tonada contaba esto en La Nueva España sobre nuestro buen vecino Ataúlfo.
Sirva también como recuerdo entrañable hacia Visi, Conchi, Gerardo, Tino y Chuso, ellos saben que mientras tengan en su mente la imagen y las enseñanzas de su marido y padre éste seguirá viviendo en ellos.
Ataúlfo Lada Camblor aportó a la canción asturiana el estilo que predomina aguas arriba del río Aller, por el valle de Collanzo, partiendo desde Piñeres. Aunque dentro de la canción allerana, hay que decirlo, los estilos son diferentes. No canta igual Requejo, de Moreda, que Carlitos, de Murias, ni Santos Bandera, de Felechosa, ni Jaime Caleya. A pesar de que coincidan las letras de las canciones que interpretan, la forma de ejecutar los temas era totalmente distinta. En este sentido, Ataúlfo aportó a la tonada su propia personalidad dotándola de un sello inconfundible. Cuando canta Ataúlfo se sabe que es él, porque nadie es capaz de darles a las canciones los giros que él conseguía. Es una peculiaridad más en el modo de interpretar de este maestro de la tonada allerana y minero. Su primera canción en el Babel llevaba por título «La Carbona», y decía así:
«Al pasar por La Carbona
dando vuelta a los Pandanos,
cantábenla los de Aller
y gritaben en Laviana»
Ataúlfo puede presumir de haber sido profeta en su tierra y en reconocimiento a su dilatada labor en pro de la canción asturiana y de su indudable categoría como intérprete el Ayuntamiento de Aller, en sesión plenaria celebrada el día 29 de abril de 1988, acordó por unanimidad dar el nombre de Ataúlfo Lada Camblor a la plaza de Serrapio. La inauguración tuvo lugar el sábado 21 de mayo de 1988 en el transcurso de un grandioso festival. Además, fue distinguido, entre otros, con los siguientes galardones: En las V Jornadas de estudio sobre los estilos de la canción asturiana, celebradas en Mieres, se le tributó un homenaje como reconocimiento a su labor. Fue «Urogallo Especial», en el año 1991, del Centro Asturiano de Madrid y fue homenajeado en la tercera edición del «Día de la canción asturiana», que se celebró en Mieres el 14 de octubre de 1992.
Ataúlfo siempre recordaba las canciones salidas de la voz de su madre, Engracia Camblor, al igual que a mí me ocurría con mis tíos Alicia, Higinio y Marcelino. Siendo aún niño ya lograba detener a los mineros que trabajaban en las explotaciones próximas a su pueblo natal, quienes se paraban para oírlo, tanto a la entrada como a la salida de los distintos relevos. Unas galletas y algunos realinos de los de antes, de aquellos que eran de plata, fueron el primer símbolo de retribución y agradecimiento que le dispensaron los hombres de la mina cuando le encaramaban en una mesa de un establecimiento de bebidas de Santa Ana, por las fiestas de Miravalles, para que cantara.
Su profesión de minero nunca le impidió continuar cultivando la canción asturiana en general y el estilo personal de la allerana en particular, sino todo lo contrario; participó en multitud de festivales en distintas localidades españolas, muchos de ellos de orientación benéfica destinados a ayudar a los más necesitados, y se proclamó campeón de los concursos más importantes y prestigiosos celebrados por toda la geografía asturiana. Toda una vida, por lo tanto, dedicada a la canción asturiana, «esa con la que quiero morir en los labios», como él dijo en algunas ocasiones.
Toda Asturias se volcó en la despedida al maestro de la tonada allerana en un acto que congregó en Serrapio al mundo de la tonada, autoridades, vecinos, amigos y simpatizantes para dar el último adiós a uno de los grandes de la tonada, querido y admirado tanto por sus cualidades artísticas como humanas. Los comentarios en el sepelio destacaban su aportación como artista al género de la canción autóctona y su generosidad como persona, así como la capacidad que poseía para encontrar en los demás el lado positivo y resaltarlo.
Se me fue el amigo y se nos fue el artista, el hombre que defendió durante toda una vida los valores culturales de su tierra cantando a los montes, a la mina, a la naturaleza, con un estilo personal que ha dejado una huella imborrable. Varias generaciones de intérpretes jóvenes se han mirado en el espejo de Ataúlfo para seguir la línea marcada por el maestro. Se nos fue una figura destacada en la época dorada de la canción asturiana a cuyo florecimiento y esplendor, junto con otros, tanto contribuyó. Nos queda, no obstante, su legado que es, sin duda, lo más preciado que podía dejarnos: una obra con abundancia de talento marcada por un estilo propio, muy personal.
En la iglesia de Serrapio, momentos antes de finalizar el funeral de cuerpo presente, se escuchó por última vez la voz de Ataúlfo Lada Camblor interpretando «La Zagalina», canción emblemática de su repertorio, como así se ha reconocido en los ámbitos musicales, y su preferida. El punto final lo puso una atronadora salva de aplausos que fueron como el último abrazo al amigo, al compañero y al artista, a un personaje que siempre se distinguió por su bondad, por su elevado concepto de la amistad y por su calidad artística, y al que, desgraciadamente, ya no podremos volver a estrechar la mano ni compartir escenario o aprovechar su experiencia para enriquecer cada día más la tonada. Pero siempre nos quedará su música y sus canciones. Por mi parte, sólo me resta agradecerle que me haya abierto las puertas de su corazón y enseñado algunos secretos de la tonada, cosas ambas difíciles de encontrar en un ser humano y a las que yo intenté siempre corresponder como un verdadero amigo y por las que permanecerá para siempre conmigo.
Cencerrín