Morcín - Asturias

Mis recuerdos de José Ramón Herrero Meredíz no se refieren al excelentísimo señor, gran cuz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, que fue Senador, Europarlamentario, presidente del Consejo Social de la Universidad y algunos otros importantes cargos de figurar, y supongo que bien retribuidos.
Yo recuerdo a Merediz, "el Mere", como el abogado de muchos asturianos procesados por el Tribunal de Orden Público, y el abogado de tantos trabajadores frente a las injusticias de la patronal. Recuerdo al Merediz que se dedicó a lo difícil, porque en aquellos tiempos no eran muchos los que asumían los riesgos que entrañaba la oposición a la dictadura, tiempos de entrega desinteresada sin otra compensación que sentirse conforme consigo mismo, cumpliendo con lo que se consideraba un deber.
Fue Meredíz el abogado de muchos comunistas asturianos, al menos en los primeros trámites, si bien en Madrid asumían generalmente la defensa en juicio Manolo López, Antonio Rato, Mohedano y otros muchos letrados con los que contaba el Partido Comunista. Aunque no fue mi abogado (Gil Robles, entonces profesor en la facultad de Derecho de la que yo era alumno, se ofreció a defenderme y el PC consideró positivo que una persona tan destacada de la derecha interviniera en la defensa de quien estaba procesado por pertenecer al partido) pude comprobar en la cárcel cómo visitaba a Horacio, a Pin Torre, y otros muchos de los que estábamos allí, siendo esas visitas no solo como abogado, sino más bien como enlace con lo poco del partido que se había librado de la detención, era el estado de excepción de 1969.
Como abogado laboralista, recuerdo que trabajamos juntos en la creación y puesta en funcionamiento del servicio jurídico de Comisiones Obreras, continuando él cuando yo lo abandoné a finales de 1979. Aportó Merediz su ya entonces dilatada experiencia profesional, y no rechazaba sacrificarse por lo que entendía como una causa justa, asumiendo lo que otros considerábamos menos atractivo como, por ejemplo, hacerse cargo del despacho de Cangas del Narcea, lo que le obligaba a frecuentes desplazamientos desde Gijón.
La vida nos fue distanciando físicamente y en lo político, si bien conservamos una buena amistad, y quiero relatar aquí una anécdota con la que termino este escrito. Nos encontramos un día en Oviedo, cuando él era senador, tomamos un café, hablamos de la situación política, y ante mi pesimismo me respondió “Bueno, hombre, a ver si muere Franco y se van arreglando las cosas”. Franco había muerto hacía ya varios años, pero teníamos encima la herencia del franquismo. ¿No fue esa frase suya el reconocimiento de que la tan alabada transición no había acabado con aquello contra lo que tanto se había luchado?.
Un abrazo para Beli, para sus hijos y para los demás familiares. Descanse en paz.