Morcín - Asturias

Entre templar gaitas, escurrir el bulto, amenazar pero no dar, dejando que engorden los problemas que finalmente terminan explotando, como sucedió en IU de Madrid, y saltarse a la torera los estatutos del partido para tomar el poder, cesando a quien legítimamente lo ostentaba, como hizo Pedro Sánchez con la organización del PSOE en Madrid, hay un abismo, pero ambas formas de actuar son criticables.
La primera es claro exponente de la incapacidad de los dirigentes para, dado que no se consigue llegar a un acuerdo, imponer la voluntad de la mayoría y hacer cumplir las decisiones democráticamente adoptadas por los órganos superiores. La segunda es la negación de la democracia, basada en ese tan socorrido “el fin justifica los medios”, con el empleo de cualquier medio para conseguir el fin que conviene a los dictadores.
Pero existe un denominador común, porque que la inactividad de unos y la imposición de otros están en función de la proximidad de las elecciones. En IU se quiso dar la imagen de que no pasaba nada ya que el electorado rechaza generalmente las discrepancias internas, y en el PSOE se pone la venda antes de que surja la herida en prevención de que los Tribunales encuentren responsabilidades en el asunto del tranvía de Parla que alcancen a Tomás Gómez, lo que perjudicaría enormemente al partido en las ya próximas elecciones. En los dos casos se trata de disimular, de presentar una cara amable para las elecciones de mayo porque lo importante es conseguir votos, puro marketing, la ideología tiene menos importancia. Va a ser cierto aquello de "el ocaso de las ideologías" sobre lo que escribió el ministro franquista, ya fallecido, Gonzalo Fernández de la Mora.